La presencia de EEUU, Europa, China y Rusia en el continente africano reafirma un momento muy peculiar de la crisis del sistema capitalista en el plano político, económico y militar.
El continente “negro” -si bien no ha dejado de ser un abastecedor de materias primas- hoy entraría a considerarse los cómo para que más de mil trescientos millones de habitantes se transformen en la nueva oleada de mano de obra barata equiparable a los inicios del proceso realizado en China (con los acuerdos entre ese país y EEUU) que desembocaron en la globalización del salario chato.
En ese camino de intervención directa de las principales potencias mundiales es de destacar el actual proceso de “deslocalización” de multinacionales radicadas principalmente en China para su radicación en África. Esto con el objetivo de obtener una realización de mercancías que hoy por hoy no son tan “rentables” producirlas en sus países debido a los aumentos de salarios conseguidos por la clase obrera en esas mismas potencias y que sí son producciones realizables en países atrasados del continente africano.
Estamos hablando de la construcción de infraestructuras que posibiliten salidas de materias primas e ingresos de productos terminados, que África no está en condiciones de producir.
Decenas de miles de jóvenes se preparan en las universidades chinas para apuntalar y ensanchar la presencia de técnicos de ese país. Tenemos el caso también de la industria armamentista rusa y -a la par- sus ejércitos de mercenarios (como el Wargner y otros de los más poderosos del planeta) que además de vender su sofisticado armamento instalan sus propias infraestructuras en algunos países del continente.
Ni que hablar de los monopolios de gas como Gazprom y otras energéticas de origen ruso que en los últimos 10 años han realizado obras de infraestructura como gasoductos y oleoductos por ejemplo en África del Sur, en donde los de Niger y Argelia son los más resonantes.
EEUU y Europa intentan en general retomar iniciativas o -en todo caso- afianzar ciertas bases estratégicas “abandonadas” por las propias crisis del sistema en sus propios países.
Sin embargo, esta “geopolítica” africana subordinada al capricho del capital financiero y al papel de los monopolios en cada lugar –con el solo fin de abaratar el salario planetario- choca con una fuerte realidad que quizás acelere la lucha de clases a nivel mundial.
Es que esos mismos pueblos africanos, conocedores del colonialismo (o de como hoy se presenta: “neocolonialismo”) atraviesan objetivamente un sostenido auge que universalmente está golpeando a ese mismo capital financiero en sus propias cuevas.
En EEUU desde el mes de marzo hubo 1.350 huelgas, de las que ya hablamos la semana anterior junto a otras expresiones masivas en todos los continentes. Podríamos decir que ese avance de la sociedad humana radica en su aspiración a una vida digna y el rechazo al sistema capitalista.
Recorriendo la propia África encontramos una serie de conflictos. La mayoría de ellos son divulgados por la prensa burguesa como territoriales, religiosos, étnicos, etc.
Sin embargo, existe un grado de enfrentamiento entre intereses, como sucede hoy en Etiopía en donde se juega un posicionamiento para presentar a sus pueblos como los más dóciles para aplicar las políticas mencionadas de despojo a través del salario esclavo.
O la guerra con Tigrays en el norte, desplazando decenas de miles de pobladores a Sudan. Recordemos que las salidas al mar Rojo facilitarían el traslado de mercancías de China a Etiopía y que las materias primas de ese país han aumentado su caudal ante la necesidad de este país “colonialista”.
Las malas noticias para China es que el actual gobierno y “su” lucha de clases ve con simpatía el acercamiento de EEUU, Arabia Saudita e Israel, ahondando la crisis política en el cuerno africano.
Ni que hablar de la situación en Sudáfrica -otrora bastión norteamericano- y que gracias a “su” lucha de clases ahonda sus relaciones políticas, económicas y militares con Rusia.
En definitiva: el mosaico político y económico entrecruzado por la puja intermonopólica aprisiona el objetivo central de todos ellos.
Ni esos pueblos son desconocedores de los “colonialistas modernos” ni los pueblos de esos dueños del poder se encaminan en sus países por un lecho de rosas.
Las deslocalizaciones provocadas luego de la globalización transitaron no sin luchas de resistencias de la clase obrera. Pero la ofensiva de la burguesía monopolista tenía su centralidad política muy firme y ello allanó muchos caminos conflictivos. Pero hoy esa centralidad no solo está muy lejos en África, sino que en el planeta la misma sufre una dispersión propia de capitalismo en “llamas”.
No hay país que -de una u otra manera- no sufra esta situación a su interno y en ello entraremos en una próxima nota: cómo la clase obrera ha comenzado su nueva disposición de lucha en los propios bastiones imperialistas.
En ese complejo mapeo político contradictorio aparecen en escena nuevas y genuinas aspiraciones socialistas. Y es la propia clase dominante la que retoma su retórica anticomunista, visceral.
Decenas y decenas de miles de seres humanos encuentran en la propia historia del proletariado la salida en el socialismo y no son pocas las fuerzas que abundan aún en forma aislada y embrionaria en sus propios países para poner sobre la mesa la lucha por el poder.
África no va muy por detrás cuando recorremos país por país. Y en ese reverdecer que mencionamos también en ellos comienza a prevalecer una lucha de clases hija de la lucha anticolonialista; y en cuya memoria aparecen signos serios por recrear fuerzas de carácter revolucionario que de diverso modo van haciendo pie.