Una facción de la burguesía monopolista en la Argentina ha mostrado sus cartas

Las medidas económicas y/o proyectos impulsados por el gobierno nacional en beneficio de sectores de la oligarquía financiera (agroindustria, minería, automotrices, petroleras, tecnología) han dejado de manifiesto qué sectores están a la cabeza del intento por reencauzar el capitalismo en la Argentina.

El programa de los mencionados sectores es muy claro: desarrollar y subsidiar las actividades productivas con destino a la exportación de bienes y servicios facilitando un nuevo ciclo de reproducción del capital, con beneficios explícitos para los monopolios trasnacionales que permita a éstos afrontar la competencia intermonopolista mundial.

Parte esencial de ese programa es avanzar sobre los derechos y conquistas laborales mediante el aumento de la productividad de la mano de obra, con la consiguiente baja de los salarios, y la eliminación de obligaciones en beneficio de las patronales.

El correlato político de esta iniciativa fue expuesto con meridiana claridad este fin de semana pasado por la vicepresidenta Cristina Fernández y el titular de la Cámara de Diputados, Sergio Massa. La primera, rescatando la idea central del peronismo refiriéndose a la conciliación de clases (ver nota del día de ayer en esta página); el segundo, manifestando: “Terminada la elección vamos a convocar a un acuerdo con la oposición, los empresarios y los trabajadores”.

En una especie de remedo y mezcla a la vez del Gran Acuerdo Nacional y del Pacto Social (*), las referencias más importantes de la fuerza oficialista delinean lo que, para ellos y para parte de la llamada oposición, es el camino por el que debemos transitar para resolver los problemas del país.

Como si fuera un paso de comedia ensayado hasta el detalle, empresarios, jefes de sindicatos, la CGT, dirigentes de esa supuesta oposición, se calzan el traje de dialoguistas y precursores de acuerdos con el fin de montar una nueva farsa que intenta convencer de su viabilidad y conveniencia.

Se podría decir que la misma clase que ha llevado al país a la inmensa bancarrota existente, causa de los padecimientos y el sufrimiento del pueblo argentino, ahora sale a vender máscaras con sonrisas de buenos augurios. Pero allí no se agota el tema.

El tema de fondo de esta iniciativa es que se da por sentado que el nuevo engaño será posible de llevarse a cabo.

En primer lugar, queriendo presentar acuerdos de largo plazo que están abrochados con alfileres por la propia crisis política de la clase dominante en nuestro país. Pero también, y fundamentalmente, porque se parte de la idea de que nuestra clase obrera y nuestro pueblo serán meros espectadores del banquete que los de arriba se alistan a disfrutar.

Y aquí es necesario detenerse.

Quien está ausente aun en todo este montaje de “buenos deseos” burgueses es la clase de vanguardia, la clase obrera. A lo largo de la historia de la lucha de clases en nuestro país, muchas fueron las iniciativas impulsadas por la clase dominante que subestimaron el papel político del proletariado argentino; y hoy sucede lo mismo.

Si bien, como lo venimos afirmando, la clase obrera atraviesa una etapa de resistencia, en la que intenta retomar un camino de acción independiente aun incipiente, ello no habilita a suponer que el proletariado acepte mansamente los planes de su clase enemiga.

En esta tesitura debemos sostenernos los destacamentos revolucionarios que realmente apuntamos a que la clase obrera argentina y demás sectores de trabajadores y trabajadoras, desde sus luchas reivindicativas que se multiplicarán, avance a niveles de organización política mediante las cuales se exprese un proyecto político independiente de toda variante burguesa y pequeñoburguesa que concite la adhesión de los demás sectores oprimidos de nuestro pueblo.

La responsabilidad indelegable de los destacamentos de la revolución es ir con mayor ímpetu y decisión al seno de la clase de vanguardia para dotar a la misma de su ideología y de su política, permitiendo e impulsando la construcción de organizaciones políticas de la clase que sean la expresión organizada de su poder, tanto en lo que se refiere a su papel en la producción como al papel político que emana de ese lugar que ocupa como clase productora.

Las fuerzas del sistema están decididas a que el proletariado acepte sin chistar sus iniciativas y a esa decisión se le debe oponer una consecuente lucha política e ideológica que facilite que la clase obrera irrumpa en una escena política en la que aun está ausente. Allí está el desafío mayor de las fuerzas revolucionarias si lo que se quiere es avanzar consecuente y firmemente en la lucha por el poder.

La clase obrera argentina debe contar con su proyecto político con el cual intervenga en la lucha de clases nacional, disputándole en todos los terrenos a la burguesía el concurso del resto de los sectores populares.

Cuando la propia burguesía levanta las banderas de la conciliación entre el capital y el trabajo está poniendo de manifiesto que esa es la pelea de fondo. Ante su intención por domesticar a la clase hay que profundizar las labores ideológicas, políticas y organizativas en el seno de la misma.

La burguesía querrá escribir la historia con el papel y la tinta que la misma elija y de lo que se trata es que la clase revolucionaria, con su propio papel y su propia tinta, aparezca organizada políticamente en el debate y la acción de la política nacional. El proyecto político propio, llevado adelante por el proletariado mismo, será la condición para que esa historia cambie a favor de los intereses del pueblo.


(*) El GAN (Gran Acuerdo Nacional) fue una iniciativa de la dictadura de Lanusse impulsada en 1971 con el fin de nuclear a las fuerzas políticas del sistema para acordar las condiciones de su retirada y la realización de elecciones.

El Pacto Social fue impulsado en 1973 durante el tercer gobierno peronista por el que se proponía un acuerdo entre gobierno, sindicatos y empresas para “estabilizar” la economía, el cual no duró más que unos años ante la tenaz lucha de la clase obrera contra el mismo.

 

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