Sobre política internacional

“Hallarse por un momento en minoría con un programa correcto –en tanto organización– es mejor que tener un gran número de seguidores, que sólo nominalmente pueden ser considerados como partidarios”. (1) 

Se transitan 40 años de ofensiva política e ideológica de la burguesía monopolista en nuestro país y podríamos arriesgar que desde la crisis capitalista del 2008 esa ofensiva cedió pasos ante la inquietante situación de los pueblos del mundo.

El sistema capitalista con sus variantes “neoliberales” o “populistas” acompañadas de la “democracia representativa” mostraron a los pueblos del mundo que se podía minar ese camino de dominación ampliando y generalizando la resistencia que de hecho recorrió y sigue recorriendo el mundo.

Pero el planteo que realizara Engels casi 140 años atrás sigue más vigente que nunca. Y con ello el plano internacional y el plano nacional se dan la mano en una época donde comienza a valorarse el papel de organizaciones revolucionarias. De haberse sostenido cuando el reino del “fin de las ideologías” hacía estragos, incluso a otrora “revolucionarios” que abandonaban el barco de la revolución socialista y de la lucha por el poder.

Esa confianza en la revolución socialista fue fortaleciéndose desde los principios y con programas en no pocas organizaciones en el mundo. La lucha contra el oportunismo y la confianza en las masas fue el norte para posibilitar una acumulación de fuerzas superiores que aún no trascienden para cambiar la correlación de fuerzas entre revolución y contrarrevolución.

El haberse sostenido ya fue un logro. Y sobre esa base las ideas y programas revolucionarios -de una u otra forma- comienzan a ser parte de un contexto de lucha de clases en donde el proletariado sigue apareciendo en forma sostenida e incipiente con una conducta de clase en varios puntos del planeta.

En varios países del mundo el crecimiento por el interés de la lectura marxista-leninista no es casual.  Es solo un síntoma que en lo más profundo de las sociedades humanas el cuestionamiento al sistema capitalista va hacia algo más profundo.

40 años de ofensiva ideológica y política de la burguesía no han sido suficientes para convencer a los pueblos del mundo que con sus “democracias representativas” podían resolver los problemas más básicos de las sociedades humanas.

Mucha experiencia de lucha acumulada (sobre todo luego del 2008). Pero una vez más la burguesía monopolista intenta profundizar en lo ideológico cuando pone sobre la mesa -ante la profunda crisis del sistema- temas como el papel del Estado para ir desactivando un auge marcado por el descontento generalizado de los pueblos.

Y es allí en donde nuevamente Engels -como si fuese hoy -se aferra al programa revolucionario. No cede frente a tanto diversionismo que pululaba en aquel entonces y que hoy (en otro escalón de la historia) no le va en zaga.

Sin embargo, sobresale la experiencia de las masas al haber vivido esa ofensiva del gran capital y un proletariado que comienza a reconocerse como clase y exige de los revolucionarios ya no solo sostenerse sino vertebrarse en función de los planes políticos centralizados que lleven a la lucha por el poder.

Para ello se hace necesario fortalecer los partidos y organizaciones revolucionarias que se sostuvieron en las peores condiciones y disputar palmo a palmo contra las vertientes reaccionarias que -aunque andrajosas- pululan en el circo “representativo”.

Es allí en donde los caminos de la revolución socialista se hacen dificultosos. 40 años de ofensiva ideológica apuntaron sobre todo a que la clase obrera no se reconociera como clase y a la vez la clase obrera no construyera sus propias organizaciones independientes de la clase burguesa.

Esa batalla está lejos de ser ganada. Y si esa batalla no se gana no serán suficientes las rebeliones sociales que vienen creciendo por el mundo y que no cederán en épocas pos pandemia.

Hay que sostener el programa revolucionario y hay que sostener la táctica revolucionaria y para ello hay que construir las organizaciones independientes y el partido de la clase obrera.

Romper con el sometimiento ideológico impuesto desde el poder respecto a que todas las fuerzas políticas “son iguales” y hay que cambiarlas dentro del sistema.

Nos están diciendo una verdad a medias (que los partidos de la burguesía representan todos sus intereses de clase, y esa parte de la verdad la suscribimos).

Porque las fuerzas políticas que nos planteamos la lucha por el poder y nos apoyamos en la clase que lo produce todo y nada tiene, tenemos otro cuño: la aspiración de la lucha por el poder para construir una sociedad socialista.


(1) F. Engels, Carta a Bernstein, del 28 de noviembre de 1882.

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