¿Quién maneja el negocio de la droga?

23 muertos y más de 80 personas internadas a causa de cocaína “envenenada” ha sido motivo de estupor y tristeza e indignación no sólo en las familias afectadas sino en gran parte del pueblo sufriente de la situación terrible que estamos soportando por una conjunción de factores que, pareciera que, a propósito, se han alineado para perjudicarnos a los trabajadores, los sectores más pobres de nuestra sociedad y a masas populares laboriosas, mientras la burguesía se empeña en la continuidad del sistema que defiende a capa y espada siendo el reproductor de todas estas calamidades que se extienden sin límite.

Cuando se conoció el tema salieron todas las voces de siempre a hablarnos de las bandas de narcotraficantes que se disputan clientes y zonas, de las cocinas de la droga en donde se estira la cocaína con otros componentes como el fentanilo (producto hasta ayer desconocido para las grandes masas), los distintos opiáceos, etc. Se recordaron los tres muertos de la efedrina en Gral. Rodríguez, se mencionó al pasar como si lloviera que de una importación de dicho producto que se contaba en kgs. (unos 80) para uso farmacéutico se pasó a importar una cantidad que se mide en decenas de toneladas (unas 20). ¡Pero nadie sabe quién la compra desde el exterior!

En pocas horas, los policías, siguiendo las órdenes del ministro de seguridad de la provincia de Buenos Aires allanaron búnkeres, descubrieron más de cuatrocientas dosis listas para la venta y hallaron al “dueño”, un tal Paisa, a quien buscaban desde noviembre del año pasado y lo encontraron en… ¡su casa!, en la que vive desde hace más de un año, según testimoniaron los vecinos.

Todo el sistema apunta a hacernos creer que la droga se maneja por fuera del circuito del capital, que se persigue a los responsables y que las fuerzas de seguridad, el Estado y las instituciones nos protegen contra los malos.

Nadie, en los medios masivos, ha dicho que éste ha sido el saldo más trágico de uno de los negocios más rentable del capitalismo, y que se sostiene en la masividad de su comercialización. No podemos esperar que alguien ose decir semejante cosa porque la hipocresía burguesa no admite que se considere parte del capitalismo a la producción y comercialización de la droga.

Pero veamos lo que no nos quieren dejar ver y, escarbemos en lo profundo de las relaciones sociales que este sistema ha generado y que, en su fase actual de decadencia y descomposición se acentúan bajo el signo de la especulación, la pronta ganancia “dulce” y la disputa mercantil de los capitales mundiales que excitan las guerras, también las masacres humanas por otros medios y la destrucción del resto de la naturaleza en procura de más acrecentamiento de los capitales.

¿Qué es la droga, sino una mercancía más en este sistema capitalista? ¡Cuidado, no comparemos una mercancía útil para la humanidad con la droga que destruye a la gente, nos pueden decir! Misiles, maquinaria de guerra para las disputas interburguesas y el sometimiento de los pueblos, ¿serían mercancías útiles para los trabajadores? Y así podríamos dar cientos y miles de ejemplos de mercancías que se fabrican dañando a las personas y al medio ambiente, sólo para que salgan al mercado y al realizarse se conviertan en capital para volver al ciclo de acumulación.

Marx demostró que la importancia de la mercancía que se produce en el capitalismo no radica en la utilidad para la humanidad sino en que va “preñada” de ganancia o capital en potencia listo a realizarse en el mercado para ser invertido nuevamente con el fin de acrecentar el capital original. Entonces da lo mismo que sea una u otra, lo importante es que pueda venderse porque el fin es la conversión en capital.

Y ahí está el motivo central que se oculta con la droga. Pareciera que todo se agotara en los “dealers” y en algunos policías cómplices, jueces y funcionarios políticos descarriados. No es casualidad que nos muestren los búnkers en los pasillos de las villas o a algún personaje con cara de indoamericano en una mansión como los traficantes emblemáticos.

Pero si seguimos el ciclo del capital nos damos cuenta que el huevo de la serpiente está en los grandes grupos financieros.

Veamos, alguien produce la droga, la envía a su red de distribución y venta, obtiene el dinero y produce más. Pero si el círculo se cerrara allí, la cosa se extinguiría consumida por su propio caldo, porque ¿qué se haría con semejante cantidad de dinero si permanece en forma clandestina? El capital necesita blanquearse y meterse en el circuito nacional y mundial del capital para poder reproducirse (comprar bienes de capital, inmuebles, acciones, diversificar negocios de otras mercaderías, etc.), sin dejar de mencionar el propio consumo suntuario de los traficantes. Y ese servicio, a cambio de pingües comisiones, lo dan los bancos, e instituciones financieras que son las entidades que manejan todo el dinero del mundo. Pero los bancos están fusionados con el capital industrial y entonces, como a todo capital, los bancos lo ponen al servicio de la industria y el comercio mundial. Todos se hacen los tontos y nadie pregunta de dónde salió el dinero porque, en verdad, a ningún burgués le importa si le sirve para reproducir su capital. Así es la hipocresía de esa clase parasitaria y hoy acérrima enemiga de la humanidad. Así como los bancos y fondos de inversión manejan todo el capital mundial, el negocio de la droga también es manejado por los dueños del capital financiero. Fuera del control de ellos quienes disputan permanentemente entre sí no existe capital que subsista ni Estado capitalista independiente.

Si se quisiera combatir el negocio de la droga se apuntaría a los bancos y entidades financieras de todo tipo. Allí se encontrarían las respuestas de dónde sale el dinero que construye, para la especulación, edificios de departamentos de un ambiente o de oficinas que florecen como hongos después de una tormenta mientras hay déficit habitacional para grandes masas. También explicaría la construcción de obras faraónicas como grandes estadios de fútbol en medio de la nada o para certámenes mundiales u olímpicos que luego de ellos se abandonan y quedan en ruinas. O grandes shoppings, centros privados de salud, o lo que fuere.

Pero con esto no queremos decir que la droga sea la única fuente de estos negociados, sino que constituye uno más de los criminales negocios de la gran burguesía mundial tan nocivos para la humanidad como los agroquímicos, la minería a cielo abierto, el fracking, la pesca indiscriminada, el desmonte, los incendios intencionales para la especulación inmobiliaria o la ganadería y otras actividades “legales”, etc.

Por último no queremos terminar la nota sin destacar que lo que decíamos al principio sobre el sufrimiento de los más pobres consumidores no es casual y nos cabe exteriorizar la duda que ronda en las cabezas de muchos respecto de que estas personas hayan servido de conejitos de india para experimentar un “nuevo” producto más rentable a costa de las vidas y la salud de quienes lo consumieron, porque esto ha pasado con miles de ejemplos a lo largo y ancho del planeta con matanzas masivas de población “sobrante” por medio de virus intencionalmente esparcidos en comunidades “cerradas”, esterilización de mujeres a través de las aguas de ríos y arroyos, y otras delicias desarrolladas por la burguesía.[1]

Decir que el sistema capitalista es enemigo de la humanidad es poco y por eso hay que combatirlo hasta su desaparición.

[1] Ayer, con el mayor cinismo, nos anoticiaba el gobierno Yanky que habían matado al jefe de ISIS y, al pasar, nos decía que en el ataque habían muerto 6 niños y siete adultos.

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