La plata que proviene del tráfico de drogas es del movimiento de capitales y, como todo negocio de la oligarquía financiera internacional, persigue el incremento de su tasa de ganancia. Esto es independiente de que el negocio sea legal o ilegal, lo cual también nos conduce a dejar a la vista de todos la cruda realidad: el Estado no busca combatir el narcotráfico, el Estado no se preocupa por las situaciones dramáticas y desesperadas de quienes padecen la adicción, el Estado está al servicio del negocio de la burguesía explotadora, como en cualquier otra rama de la producción. No por nada se emplea, hace tiempo, el eufemismo “Narco Estado”. Y esto, aclaramos, no va en desmedro de la voluntad, el empeño, la dedicación de los profesionales de la salud que conscientemente y con todo aquello de lo que disponen, llevan adelante los tratamientos de sus pacientes con adicciones. Nada se puede esperar de un Estado que es parte del negocio, en los términos arriba expresados: dado que defiende los intereses de la clase dominante, defiende, promueve sus negocios, y el narcotráfico es uno de los más rentables. Pero no olvidemos otra cuestión: la adicción es alienación. No debemos descuidar el hecho de que es también utilizada como mecanismo de control social, dado que le ofrece a aquel que consume una ilusoria “salida individual” a los problemas de la vida. Fomenta el individualismo, ataca de lleno la conciencia colectiva. Se opone a todo intento de organización para la lucha. Es quizá una de las más perversas armas del sistema pues genera una pareja casi indisoluble entre el adicto y la sustancia. Por todo ello, también los esfuerzos revolucionarios deben apuntar a trabajar con firmeza para desnudar esta verdad y librar esta batalla contra el capitalismo en este terreno.
Un párrafo aparte para el debate sobre la legalización de las drogas. Una cosa es plantearlo desde el punto de vista de la conquista de un derecho, otra muy distinta como «debate de fondo» que apuntaría, supuestamente, y en caso de que el consumo de algunas sustancias sea legal, a solucionar el problema del narcotráfico. Nada más falso. El debate sobre la legalización, si se plantea en este último sentido, es un falso debate, impulsado por las instituciones del sistema, para desviar la cuestión de lo realmente importante. Y lo importante, hablando de este asunto, es que el narcotráfico es un enorme negocio para la oligarquía financiera. Y lo va a seguir siendo, por más legalizado que esté el consumo, y va a seguir siendo administrado por los grandes monopolios de la droga. Y el dinero proveniente del negocio, va a seguir ingresando a la órbita del gran capital. Y los pibes se van a seguir enfermando y muriendo, y el Estado, gendarme de esos monopolios, va a seguir ejerciendo su función de control social. Cuando de lo que se trata es en realidad de terminar con este flagelo de los pueblos, como con tantas otras realidades que padece nuestra clase y el pueblo. Sino, caemos en la lógica del más burdo reformismo: legalizadas las drogas, problema solucionado. Nada más alejado de la realidad.
Es imprescindible señalar que la lucha contra el narcotráfico, como tantas otras luchas, la debe sostener y librar el propio pueblo organizado, nada podemos dejar en manos de un Estado que es parte del problema, que es el que garantiza justamente que no se resuelva, que solo aparece ante las cámaras para perpetrar su engaño frente a los ojos de un pueblo que ya no está dispuesto a seguir tolerando tanto sufrimiento.