El día de ayer estalló una polémica por el tema de las drogas.
Es que la municipalidad de Morón salió a repartir un folleto (ver imagen de nota) donde, en el marco de una supuesta campaña de prevención, se recomienda “consumir drogas con moderación”. Está incluida la marihuana, bajo el lema de “Prensado: mejor consumir flores” y ¡la cocaína y las pastillas! ¡Donde literalmente recomiendan “Tomá poquito para ver cómo reacciona tu cuerpo!”.
La campaña hace acordar a las recomendaciones de Berni de “No consumir cocaína adquirida durante las últimas 24 horas” frente al escándalo de la coca envenenada.
Tristemente, que el gobierno diga esto ya no sorprende a nadie.
Todo el mundo sabe que el narcotráfico es un negocio más. Desde el punto de vista netamente económico es un mercado más, con su respectiva cuota de ganancia.
Poco importa que se trate de negocios legales o ilegales, cuando los capitales que los promueven son los mismos que producen legalmente desde alimentos y automóviles hasta fármacos.
Claro está, no lo hacen desde la cotización bursátil, con accionistas jurídicamente establecidos, sino mediante otros resortes del Estado. Por eso son las instituciones del Estado burgués quienes garantizan la libertad de tráfico: policía, jueces y gobiernos de turno.
Aquí el Estado cumple el mismo papel que en otros negocios: beneficiar a sus capitales amigos por sobre la competencia, y garantizar la continuidad del negocio.
Pero el narcotráfico cumple todavía otro papel, acaso más importante que el negocio mismo, y es el de garantizar una dominación de clase que llega a los niveles opresivos más horrorosos de este sistema putrefacto.
De cara a los consumidores, que mayormente son jóvenes de barrios empobrecidos, o trabajadores y trabajadoras que recurren a distintas drogas para soportar sus extenuantes jornadas laborales, la droga es una cárcel más para la libertad de pensamiento; un infierno tortuoso del que no se puede salir; una mercancía de mierda que se lleva amigos, hijos, hijas, compañeros y compañeras de trabajo que pasan a convertirse o bien en máquinas productivas ausentes de capacidad independiente de pensamiento o bien en proyectos acelerados de muerte prematura para cumplir con otra de los requerimientos del capitalismo, la de quemar fuerzas productivas.
Además, como mecanismo de dominación, el narcotráfico permite el desarrollo de bandas de lúmpenes que mantienen enjaulada también a la otra parte de la población proletaria, a quienes no consumen.
Solo en Rosario en lo que va del año ha habido 93 asesinatos por bandas narcotraficantes que no son otra cosa más que las patotas parapoliciales de los negocios de la policía, el poder judicial, el gobierno y los capitales que producen la mercancía “ilegal”.
Que -cabe aclarar- no se reduce solo a la venta de droga, sino que incluye otra serie de negocios como el tráfico de personas e inclusive la represión directa sobre la clase obrera, como sucede por ejemplo con los sindicatos que controlan el negocio de la droga –para aguantar ritmos productivos, y algo más…- en las plantas productivas de nuestro país, llegando a abarcar regiones enteras como sucede con el caso del Sindicato de Petróleo y Gas de Rio Negro, Neuquén y La Pampa.
Por eso, quienes plantean la legalización como la salida idílica para quienes padecen problemas de adicción son, cuanto menos, utopistas. Utopistas porque el narcotráfico no es un negocio solo de drogas, es un negocio de dominación. Eso, siendo suaves.
Pero la suavidad se sale de casillas cuando organizaciones como el PTS salen abiertamente a defender la campaña de la municipalidad de Morón[1] –y con ello, defienden igualmente la doctrina Berni de “consumí cocaína pero no la envenenada”. Porque este tipo de organizaciones engañan planteándole a las personas con problemas de adicción, a sus allegados, y a la juventud en general, en una política deliberadamente oportunista y parlamentarista, que la solución es legalizar, cagándose primero en toda la caracterización previa que el problema del narcotráfico está íntimamente ligado al problema represivo; en segundo lugar poniendo falsas expectativas en que la legalidad burguesa, y su Estado, que es el mismo Estado que mata con la falopa a nuestros jóvenes, pueden llegar a morigerar el problema; y en tercer lugar, en este caso puntual, se paran junto a los punteros del PJ en fomentar el negocio de la droga.
Porque sí, porque no se trataba de una campaña diciendo “si tenés problemas de adicciones comunícate a tal número” o “hacé tal o cual cosa”, sino que la campaña planteaba ¡CONSUMÍ PERO CON MODERACIÓN! ¡En otras palabras, están incitando el consumo! ¡En realidad no era una campaña de prevención, era una campaña publicitaria!
Las y los revolucionarios no defendemos ningún negocio de la burguesía, ni los legales ni los ilegales.
Tampoco salimos a promover el consumo de drogas para captar militantes, votos o escenario político. Las y los verdaderos revolucionarios luchamos contra la droga denunciando el papel que cumple bajo el sistema capitalista, como método de dominación y opresión de masas.
Las y los revolucionarios no luchamos por la legalización del veneno que mata a nuestro pueblo, luchamos por su destrucción.
Donde la izquierda parlamentaria y el progresismo berreta salen a plantear la legalización en el marco de este Estado burgués de la droga, las y los revolucionarios salimos a plantear autodefensa en los barrios para que no quede ni un puntero más en nuestras calles.
Y cabe aclarar, porque no habrá quienes pretendan salir por la tangente con ese argumento, que aquí no estamos condenando productos considerados ilegales pero que tienen un uso medicinal (como la marihuana, por ejemplo). Tampoco decimos que no existan otras adicciones legales (como el alcohol, los fármacos, etc.). Y tampoco nos paramos desde el principismo ridículo de salir a condenar a las personas que padecen adicciones, o de salir a condenar el consumo de estas drogas social, legal y hasta culturalmente instaladas.
No somos quienes para hacerlo porque formamos parte de este pueblo y esta clase, pero bajo ningún punto de vista toleramos que se naturalice la promoción, el incentivo y la apología de las drogas en general.
La libertad por la que luchamos no es la libertad burguesa de comerciar, sino la libertad de pensar y vivir libremente. Las adicciones implican todo lo contrario, son una cárcel individual y social. La apología a las drogas en definitiva implica promocionar esa esclavitud.
[1] https://www.laizquierdadiario.com/Otra-demonizacion-al-consumo-de-drogas-condena-mediatica-y-politica-a-campana-de-prevencion