¿Un momento de oportunidades?

En el año 2021 el crecimiento de los gastos militares para compra de armamentos alcanzó cifras récord en el mundo, llegando a superar los 2.100.000.000.000 (dos billones de dólares) durante ese año.

En lo que va del 2022 esta cifra se sigue incrementando, no sólo por la existencia en el mundo de mas de 20 guerras abiertas y localizadas en diferentes regiones de África, Medio Oriente, Asia, sino por el significativo impulso al negocio que la guerra Rusia/Ucrania representa para la producción de armamentos.

Producción de armamentos que -como cualquier otra mercancía en la época de la dominación del gran capital monopolista globalizado- está sujeto al mismo escenario de crisis de superproducción imperante en este régimen infame y que simultáneamente se expresa en una desenfrenada competencia entre facciones, acentuando la tendencia a la exacerbación por las ganancias a costa de las guerras de destrucción de fuerzas productivas, cosa que pagamos los pueblos.

25 grandes empresas productoras de armamentos son las que ejercen su poder de fuego en la producción mundial.

A su vez, éstas representan facciones imperialistas en disputa que con el concurso de los Estados a su servicio y cebadas por las guerras que sus propias crisis han creado y que son impotentes de resolver, las utilizan como fuente de multimillonarios negocios.

Este escenario de guerra rusa/ucraniana por los recursos gasíferos, por los territorios, por la prevalencia de unas facciones sobre otras, ya tiene incorporadas la producción de armamentos y la competencia por ganar mercados.

Lo que va mostrando que este terreno de disputa por la venta de armamentos se va agudizando de forma exponencial adquiriendo la misma voracidad destructiva que expresa la guerra misma, y lo que da la pauta de una prolongada situación de conflicto.

Las ventas de armamentos de las compañías de EE. UU ya alcanzan a 130 países mientras que las de Rusia intentan avanzar a 45 dicen algunos analistas. Cuando en los medios y redes se habla del deficitario o efectivo armamento de uno u otro no se hace más que ventilar también esta disputa llevada al terreno de las guerras que se ven en el mundo haciendo apología de la destrucción de la vida humana y los recursos.

12 corporaciones de EE. UU, 4 corporaciones chinas, 3 rusas, 1 de Emiratos Árabes y algunas más de origen europeo y asiático forman este ensalce del top de trasnacionales que hoy se frotan las manos frente a este escenario de destrucción que es la guerra interimperialista.

Las visitas de Biden a Lockheed Martin tras el pedido al Congreso de 33.000 millones de dólares para reforzar un presupuesto de 800.000 millones de dólares para la producción de misiles que Ucrania “necesita”; o el significativo aumento de 100.000 millones de euros para reforzar la  producción armamentística que el gobierno alemán apenas hace 15 días y como ley excepcional concedió al guerrerismo de los núcleos dominantes que viven de la “oportunidad del momento”; o los propios regímenes ruso y ucranianos ensalzando la guerra en cada declaración y en cada decisión tomada, al igual que el abastecimiento de armamentos para uno y otro lado que no se detiene y que llega de forma “solidaria”, hace ver que son agentes conscientes de toda este verdadero lupanar.

Son ejemplos de hasta dónde estas facciones están dispuestas a imponer sus negocios.

Cuando los medios políticos no son los que pueden dirimir sus disputas de intereses, o cuando los medios políticos estan a favor de dirimir sus intereses por medio de la guerra, el sistema capitalista patentiza el grado de descomposición y de crisis.

Descomposición que llega a un punto tan agudo, que aun habiendo paz hay una guerra despiadada de destrucción. Mientras este régimen siga existiendo todo ello estará presente como antesala de más confrontaciones.

Sin embargo, este “escenario de oportunidades” es más virulento e hipócrita cuando los monopolios pretenden convencer a los obreros de sus empresas que multipliquen sus esfuerzos laborales porque es un “momento de oportunidades que debemos aprovechar para beneficiarnos todos”.

Esta concepción enteramente reaccionaria y burguesa, por lo tanto, inhumana, asentada en la profundización de la explotación asalariada con el fin de sacar provecho de una guerra de destrucción, es la base de todo “el momento de oportunidades” que el imperialismo en su conjunto hoy ensalza como si fuera una situación favorable.

En esta frase queda resumido el carácter de las relaciones de producción, de las relaciones de opresión y explotación en cada país y en el mundo que el sistema capitalista establece con la clase obrera.

Muestra al capital monopolista tal como es, pues salta a la vista que lo que ventilan respecto del escenario de guerra en Europa o en otros conflictos es su posición de clase reaccionaria también presente en los lugares de trabajo.

¿O acaso los salarios miserables, o las condiciones de trabajo deplorables, o el empobrecimiento de millones no demuestran también que estan a favor de la destrucción de una parte de la humanidad al mismo tiempo que con ello hacen negocios?

¿O acaso la producción misma de materias primas o productos semielaborados no forma parte del andamiaje de componentes de la maquinaria de guerra expandida en todo el mundo?

Sin embargo, en este mundo en crisis, de descomposición y aprovechamientos oportunistas caminar una senda recta y sin sobresaltos es una doble contradicción, por no decir una imposibilidad de hecho.

Porque la guerra interimperialista y la crudeza de sus disputas coexisten al mismo tiempo con el incremento de la lucha de clases a escala global.

El propio escenario de huelgas y luchas en Alemania y EE. UU, muy numerosas por cierto y las que se dan el resto de Europa, en África, en Latinoamérica y en Asia precipitan situaciones aún más agudas, que lejos de hacer tan factibles sus “momentos de oportunidades” que se expresan y descargan  con descensos salariales, ajustes, despidos, empobrecimiento, se vean enfrentados de forma más abierta por las masas de trabajadoras/res que van mostrando su hartazgo expresándose en la lucha y organización y en las acciones que encaran por sus derechos.

Es aquí donde entra con toda razón la consigna de enfrentar al capital en el seno de cada uno de los propios países. Hostigarlos, afectar sus intereses, atacarlos desde todos los ángulos en este momento donde sus propias condiciones de dominación en crisis pretenden afirmarse con una guerra como fórmula de escape de una lucha de clases que se reafirma.

Debilitarlos en función de nuestra fortaleza es jugar un papel verdaderamente internacionalista y revolucionario.

Esta consigna esta en estrecha relación con las necesidades vitales de las y los trabajadores y los pueblos, e implica el ataque a la clase social que sostiene la guerra como parte del andamiaje de explotación y empobrecimiento al que pretende condenarnos de por vida.

Enfrentando desde la organización obrera y popular a la clase explotadora en cada país avanzamos a la revolución social en cada país y en el mundo.

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