Una burla a la que hay que ponerle límite

El gobierno dio a conocer el índice de inflación el cual está totalmente manipulado y distorsionado respecto de la realidad que se percibe en los bolsillos de las y los trabajadores.

Así son todas las estadísticas que publica el Estado al servicio de los grandes capitales.

Mientras que ellos (aunque les moleste y les signifique trastornos contables) saben perfectamente el precio que deben pagar o cobrar en la compra y venta de sus productos (para no perder porcentajes de ganancias), las y los obreros y trabajadores en general, quienes vivimos de nuestros salarios, nos enfrentamos a la dictadura de los precios impuestos por la especulación que cabalga al ritmo de la aceleración inflacionaria.

Nos dicen que la inflación fue del 7,4% pero el pollo, por ejemplo, tuvo un aumento anual del 90%, la carne ha superado el 60%. Por su parte, el aceite que tiende a la baja en el contexto mundial, no ha disminuido el precio en Argentina. El azúcar, aumentó un 20% en los últimos días de julio y en menos de dos meses el valor al que compran los supermercados chinos y los minoristas se triplicó. Y así podríamos seguir mencionando ejemplos que todos los días comprueban las familias obreras y trabajadoras en esta dura situación que nos hacen padecer.

Cada devaluación del peso (aumento del dólar) se transfiere, además, a los precios de los bienes de consumo masivo, sobre todo los alimentos, pero cuando disminuye el valor del dólar respecto del peso, los precios no hacen lo mismo.

Todos estos aumentos son los que vacían los bolsillos de las y los asalariados, ya que el mayor gasto de las familias que no alquilan vivienda se producen en la comida. Es imposible hablar hoy de otro tipo de gasto que no sea el indispensable para mantenernos con vida y en funcionamiento para seguir trabajando.

Las estadísticas que nos muestra el gobierno trasnacional y antipopular de los Fernández, Kirchner y Massa, no son más que un intento de engaño, aunque todos sepamos que mienten alevosamente.

A eso debemos agregarle los aumentos de tarifas (luz, agua y gas) que el gobierno prepara para sostener las ganancias de las empresas prestadoras de los mismos, lo cual arma un paquete agresivo y expropiador del salario. A este tipo de vida nos condena el actual sistema y no hay perspectiva de cambio a través del funcionamiento y circuito de sus propias instituciones.

A esta voracidad se le debe responder con movilización en cada empresa, rama, región y ámbito nacional de acuerdo a la fuerza que podamos acumular en cada caso.

El gobierno, por mandato de los monopolios que manejan la producción, comercialización y la economía del país, han lanzado un zarpazo desgarrador a los bolsillos del pueblo.

Para ese claro objetivo ha sido designado Massa.

¡Todos son cómplices! No sólo el gobierno sino también la oposición.

A ello hay que responder con lucha en la medida de las fuerzas que se tengan en cada lugar.

Debemos apelar al estado deliberativo en los sectores, discutir con los compañeros las medidas que podamos tomar y ejecutarlas.

No hay acciones pequeñas, aunque parezcan serlo. Desde el trabajo a desgano, el impulso por la reapertura de paritarias, las presiones por aumentos de salarios, la búsqueda de unidad con trabajadores de las empresas cercanas o parque industriales.

Los planes de ajuste y la voracidad de los capitales monopolistas no tienen límite si no se los ponemos nosotros.

Sólo en la fuerza de las y los trabajadores surgida de las bases, en forma independiente de cualquier intento desmovilizador al que puedan apelar los sindicatos pro empresariales, está la llave que nos permitirá abrir una hendija que desgarre este pesado velo que, sobre nosotros, ahoga nuestras vidas.

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