El pasado 15 de setiembre en los diarios madrileños se publicaba que el gigante del acero Arcelor Mittal proponía un Expediente de Regulación Temporal de Empleo (ERTE) que se prolongaría hasta fin de diciembre del 2023.
¿Qué es precisamente lo que quiere este monopolio mundial? Simple y sencillamente una flexibilización laboral consistente en la habilitación para las empresas siderúrgicas y metalúrgicas a suspender o reducir (echar) personal en “tiempos de crisis”.
A principios de este mes, dicha empresa anunciaba la parada de uno de sus hornos de la planta de Gijón debido a la situación “muy adversa” de la industria del acero que sufre una parálisis productiva del 50% debido a los altos costos energéticos, a la guerra en Ucrania, a la caída de la demanda de pedidos y al aumento de las importaciones de países extra comunitarios (por fuera de la Unión Europea).
Hasta allí, los argumentos esgrimidos por estos capitalistas (no sólo debe contarse a Arcelor Mittal sino a todos los industriales del sector que le hacían coro).
Lo que no dicen estos señores es que, en realidad, lo que pasa es que no se están obteniendo los mismos márgenes de ganancia que se lograban antes de la crisis mundial capitalista que aún no ve su punto máximo de profundidad, y que la súper producción a la que fueron sometidos sus obreros en función de la obtención de híper ganancias fue la que provocó la mencionada crisis.
Ahora, proponen seguir produciendo bajando costos. ¿Cuáles costos? Ud. acertó querido lector: la mano de obra, o más precisamente el salario de sus obreros y trabajadores en general.
Pero como la producción es a la vez condición, esta burguesía parasitaria interesada en mantener sus márgenes de ganancia pase lo que pasare, en caso de hacer valer ese ERTE, de temporal, intentarán transformarlo en permanente. Pues una vez que apliquen esa medida, por ejemplo, sobre 2.000 obreros que produzcan X cantidad de mercancías, si reducen la planta a, supongamos, 1.500 para producir la misma cantidad, luego no querrán dar marcha atrás, ni podrán hacerlo si quieren conservar sus niveles de ganancias, salvo que la lucha de los proletarios los obligue a retroceder.
Pero si la lucha obrera es la única capaz de lograr el desistimiento al intento de prolongación de una medida que se toma para el sostenimiento de sus ganancias, se entiende que anticiparse y dar la lucha en contra de la propuesta flexibilizadora antes de que se aplique es mejor aún porque no sólo evitamos mayor explotación si no que profundizamos la crisis de ellos en lo económico y en lo político, produciéndoles desgaste, desorientación y vacilaciones.
La mentira es evidente, y pegarles en el centro de sus argumentos ayudará no sólo al esclarecimiento general sino también a derribar sus falsas razones en las que se apoyan para el engaño, porque con la flexibilización que plantean quedan totalmente excluidas las otras razones esgrimidas: la guerra en Ucrania, la poca demanda y los altos costos energéticos, pues ninguna flexibilización puede parar la guerra, generar más demanda, bajar los costos energéticos o disminuir el volumen de importaciones.
Y esta idea que expresamos en el párrafo anterior, no está dirigida a las y los obreros españoles sino a las y los obreros que trabajan en la misma empresa que, en Argentina, se conoce popularmente como Acindar y que, ante la demanda de aumento de salarios y mejores condiciones laborales que, desde las bases, reclaman los trabajadores, esgrime argumentos similares para extorsionar a los obreros y empleados de la firma a pesar de que la producción “está a mil”.
Como vemos, el comportamiento de los dueños de los grandes capitales, es similar en todo el mundo.
La diferencia está en los adornos que les ponen a las mismas mentiras para justificar la súper explotación.
Haciendo gala de su “creatividad”, Acindar reclama un “dólar acero”, parecido al dólar soja que el gobierno otorgó a las cerealeras y aceiteras para el grano destinado a exportación como tal o industrializado (aceite, expeller o harina).
EL proletariado metalúrgico sabe que la empresa ha detenido el flujo de barcos que llegarían a su puerto propio para cargar acero con destino a la exportación, hasta obtener ese beneficio estatal.
Como se ve, esta situación que se repite en todas las ramas de la producción mundial tal como ocurre en nuestro país, se debe a que todo lo que se produce es para la obtención de ganancias de ese sector más concentrado de la burguesía, sea cual fuere la rama de producción, comercialización o finanzas.
Qué diferente sería en una sociedad socialista en la que se produjeran bienes para beneficio de todo el pueblo y no mercancías para la obtención de ganancias monopolistas.
A esta conducta común de la clase burguesa debemos oponerle la conducta común y unitaria de la clase obrera enfrentando las políticas de ajuste sea cual fuere el argumento que plantean. Sea cual fuere la extorsión que intenten. Ellos necesitan producir para obtener ganancias y meterlas en el circuito comercial y financiero para poder volver a producir y acumular capital.
Algunas empresas monopolistas, incluso amagan con cerrar o irse del país y esto se da de patadas con lo que pasa en los países más desarrollados. Pues desde esos países, empujados por la sed de mayores ganancias, buscan emigrar hacia donde la mano de obra (salarios) están más bajos. Y si alguna empresa monopolista transnacional, buscara realmente irse de nuestro país por alguna razón, no va a plantear mayor flexibilización laboral para no hacerlo.
Por todo lo dicho, es fundamental enfrentar con lucha, unidad de clase (independiente de la rama de producción) y organización, es decir, emprender una lucha política de clase contra la política de ajuste del Estado, sea cual fuere el gobierno de turno, y sus mandantes los grandes monopolios capitalistas. Y esa unidad de acción la tenemos que ir tejiendo desde las bases, y desde lo pequeño a lo grande, desde cada empresa, fábrica, parque industrial o zona, hasta hacerla nacional, por una vida digna.