¿No existe la lucha de clases?

La semana pasada no fue para nada tranquila y hasta podríamos arriesgar que lo que viene será tan o más movidito.

Sin embargo, para muchos personajes de la “fauna” política y gremial hacerse los distraídos pareciera la receta que cocinan de una “paz” muy parecida a la de los cementerios.

Esta “muchachada” (corrupta y descompuesta como descompuesto está el sistema capitalista) se codea con la idea de la inexistencia de la lucha de clases. O lo que es lo mismo: ni idea tienen de ello.

Se dicen “clasistas” y muchos de ellos terminan como perritos falderos de los “señores” de la oligarquía financiera, o sea, del verdadero poder.

La lucha de clases puede aparecer como “asintomática” y eso “confunde” a las propias clases. Por arriba prevalece la arrogancia y la subestimación a los de abajo, y por abajo hay subestimación de su propio poder de transformación.

No en vano la clase dominante no descansa y castiga con su dominación. Unas veces lo hace con engaño y otras veces con palos, pero se apoyan en un dicho popular: “la vida es así”.

En el abajo de explotados y oprimidos van apareciendo destellos de que la vida puede ser vivida de otra manera. Y volvemos a la semana anterior para ir al futuro inmediato. En ese transitar la lucha de clases no fue “asintomática”, el enojo se transformó en lucha y dejó un “aviso” de lo que se está cocinando por abajo.

Es cierto que hay infinitos “grises” que expresan la lucha de clases. Infinitos como infinitas son las aspiraciones de nuestro pueblo. Es una lucha cada vez más viva y abierta.

Y en ese caminar, las clases fundamentales no son tan grises ni tan indefinidas como nos han intentado convencer desde los centros intelectuales liquidadores de la existencia del proletariado.

Meses en donde la clase obrera aparece aquí y allá con el aditamento internacional de su presencia. La burguesía es burguesía, es clase dominante y muchísimos ojos y corazones de explotados comienzan a verla y sentirla como la verdadera responsable de la indignidad humana que vivimos.

Eso también es parte de la lucha de clases y un peldaño ascendente cuando se identifica a las clases en pugna.  

Se avanza en las semanas de agitación por una variedad de factores que inquietan y movilizan al proletariado en el sentido más amplio de la palabra.

Pero lo ascendente se manifiesta cuando la clase obrera actúa como clase y ya no importa tanto el estado embrionario de tal manifestación, los “grises” en pugna o los otros sectores de la sociedad.  Los oprimidos de siempre comienzan a sentir (no conscientemente aún en esta etapa) el peso que tiene una clase fundamental que da muestras de provocar movimientos de nueva calidad.

Así ocurrió en el reciente conflicto del neumático, que a la vez es “hijo” de una cantidad de conflictos en la clase que se vienen amasando en los últimos tiempos.

Cuando las clases fundamentales comienzan a enseñar sus cartas es porque algo muy profundo acontece en el sistema que los “cobija”, el sistema capitalista.

Pero los revolucionarios sabemos por experiencia propia que la historia no se repite. Es entonces cuando se hace necesario multiplicar los esfuerzos por profundizar el proyecto revolucionario fundamentalmente con obreros y obreras que puedan como clase erigirse en dirección política de todo el pueblo.

Ese es el momento que estamos viviendo, preparar las avanzadas de la clase hacia la lucha por el poder, mirando como clase todos los intereses que el pueblo está disputando.

Hasta aquí la burguesía ha confundido a la clase y al pueblo con el engaño y no pocos palos en la rueda. Pero algo nuevo va recorriendo la experiencia acumulada de lucha y ese algo nuevo es la conducta de clase de los últimos enfrentamientos. En ello va asomando el ideario de revolución, aunque hoy se encuentre en una etapa inicial.

No es fácil ir por este sendero, pero hay que recorrerlo y persistir en él.

Vamos a favor de la historia y el peso de la experiencia que se va dando en la lucha de clases es un factor que ayudará a destrabar el potencial existente en la sociedad.

Es una época histórica en donde las consignas generales de una vida digna se acoplan a las del proletariado, que se expresa de múltiples formas en nuestro pueblo.

Muchas expresiones son las que suman al proceso revolucionario, en un momento en donde las clases fundamentales comienzan a expresarse como tal y eso marca este momento histórico.

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