Entrar a la fábrica es como teñir toda la jornada de un color gris profundo

Y hablamos no sólo de los componentes mobiliarios de la fábrica que casi siempre adquieren ese color gris, sino que hablamos de las caras grises, rostros agotados por la productividad, cada vez más exigente de las patronales.

Cansancio físico y cansancio mental.

La presión de la vida cotidiana para subsistir va acompañada de la presión y el estrés al lado de la máquina.

Es cierto que la plata no alcanza y ello pesa en el espíritu. Se recorren los sectores de la fábrica y los rostros delatan esa tristeza que ahonda el dolor del corazón. Pero este dolor conmueve los pensamientos, aparecen en la superficie que afectan a la vida de la clase obrera los sinsabores de trabajar “para la nada”, de ver pasar un producto terminado que “hice” con mis propias manos y el mismo está cada vez más lejos de poder usarlo.

No es un gris pasajero y en ello se nos va la vida. Una buena parte de ella convivimos con ese rutinario color y los rostros reflejan ese sentimiento que recorre el abajo. El gris que la clase dominante ha pintado por la fuerza de su poder y a la vez “aspira” a colorear algo para mitigar o disimular la culpabilidad propia de su clase.

En las fábricas se sufre. Ya es común asociar el trabajo productivo en un predio a otro establecimiento, que en los corrillos se llama cárcel.

El trabajo no dignifica, por el contrario. En el sistema capitalista el trabajo denigra a la sociedad humana, a la sociedad que lo produce todo.

Eso se siente a la hora de producir por las condiciones en que lo hacemos, de la forma en que viajamos, por el frío de los crudos inviernos, por los calores agotadores de los veranos cada vez más calientes. Indigno es el sector de trabajo, indigno es el tratamiento que debemos soportar.

La cultura del trabajo de nuestra clase, adquirida a lo largo de la historia es menospreciada por quienes explotan esa mano de obra. Nos hablan que no hay cultura de trabajo y esa media verdad esconde una gran mentira. ¿Quiénes generan las riquezas que se acumulan cada vez más en pocas manos?

La cultura de trabajo como expresión de la clase dominante implica disciplinar ideológicamente a quienes lo producen todo. Aparece el “agradezco que tengo trabajo”, “mi salario es malo, pero mira lo que ganan en la otra empresa”. Decenas de expresiones para denigrar muestro trabajo desde una posición clasista.

Retratar los grises de la vida productiva marcan a fondo el fracaso del sistema capitalista.

La vida no puede ni debe ser gris, el éxito en el sistema dominante es para pocos y en cada crisis que vivimos del sistema esa brecha se profundiza.

A los grises de esa vida se los combate luchando contra toda injusticia y es en la misma base de la producción en donde hay que presentar rebeldía.

Las cosas son así por la imposición del capital, de la clase burguesa. Pero las cosas pueden y deben ser de otra manera cuando las riquezas dependen de nuestras manos.

En cada predio productivo la santa alianza (empresarios-sindicatos-gobiernos de turno) presionan abajo para seguir sometiendo a la clase y para ello utilizan variedad de herramientas que -como el Estado- ya le pertenece a esa minoría cada vez más rica y cada vez más concentrada.

Pero en el camino de la lucha los grises se van corriendo. Porque en ese reclamo y en esa conquista lograda se comienza a asociar la necesidad de la rebeldía para cambiar el sistema que lo frena todo, lo denigra todo, entorpece el desarrollo de la sociedad humana. Porque esa minoría enriquecida es parásita y necesita de parásitos para sostenerse.

La rebeldía organizada, el saber a fondo el porqué de una rebeldía revolucionaria seguirá abriendo caminos que hoy por hoy se presentan dificultosos.

Cada obrero y obrera han experimentado el dolor de la explotación en carne propia. Pero son las nuevas camadas de jóvenes que dignifican sus vidas cuando en las propias fábricas, consciente o inconscientemente no quieren trabajar, o lo hacen a desgano. Han visto y sufrido lo que sus padres y madres, sus abuelos, tuvieron como vida indigna.

Las y los revolucionarios estamos trabajando en elevar ese plano ideológico de la lucha por el poder. Y seguir construyendo las herramientas para edificar un sistema socialista que permita destapar todas las fuerzas productivas de nuestra clase obrera.

Compartí este artículo