La semana pasada, el INDEC publicó los resultados preliminares del censo económico 2020-2021. Si bien muchos de los datos publicados se obtienen a partir de otras fuentes –con lo cual no constituyen una novedad-, no está de más repasar esta nueva información estadística que nuevamente desmienten el verso de las PyME’s como motor de la economía.
¿Cuál es el peso del cuentapropismo en el empleo privado?
Tan solo representa el 11,10% del empleo asociado, el resto, corresponde a trabajo asalariado en sus distintas formas. Los agregados económicos que concentran la mayor parte de cuentapropistas son no productivos, comercio y transporte (25,4%), Servicios inmobiliarios, empresariales y de apoyo (33,1%) y otras actividades como servicios sociales. Esto reafirma lo que ya formuláramos, por ejemplo, en “Argentina ¿Un país industrial?” respecto a que el sector comercial es uno de los más atrasados en términos capitalistas. Es a este campo social al que se dirigen distintos actores políticos cuando hablan tanto de los “impuestos que estrangulan” como que “Argentina es inviable”. Y ojo, que acá hay varios “de izquierda” que ingresan a la lista.
Las PyME’s ¿Motor de la economía?
Si bien ya lo hemos demostrado en otras ocasiones, los datos obtenidos a partir del censo reafirman el papel marginal de las pequeñas empresas. El 44% del empleo está asociado a grandes empresas. Cabe aclarar que aquí el tamaño de empresa está ordenado de acuerdo al número de trabajadores (más de 200 empleados), y no con arreglo al volumen de facturación. De esta manera, empresas multinacionales, pero con planteles reducidos de operarios en territorio nacional, como es el caso de algunas farmacéuticas, autopartistas o empresas de servicios petroleros, aparecen como “medianas” empresas. Para profundizar sobre este aspecto, recomendamos volver sobre el Capítulo I de “Argentina ¿Un país industrial?”.
¿Qué edad tienen las empresas?
Un dato de interés que aporta el censo se refiere a la antigüedad de las firmas. Obviamente, queremos aclarar que esto no es un concepto adecuado, ya que lo correcto sería hablar de capitales, pero el dato con el que parte el INDEC es, en definitiva, jurídico, y no económico. Haciendo esta salvedad, observamos que el 44% de la mano de obra contratada está asociada a empresas que tienen entre 21 y 50 años de antigüedad.
En otras palabras, la mitad del empleo privado se explica por capitales que emergieron entre 1970 y 1999, período durante el cual, en definitiva, se termina configurando el lugar que Argentina ocupa en el mercado capitalista global: producción para la exportación, tanto de bienes primarios como manufacturados.
Las empresas más antiguas, que constituyen una pequeña porción en cuanto al “número de firmas” (11,6%) emplean sin embargo un importante 22,1% de trabajadores, siempre hablando en el universo del empleo privado. Por su parte, las empresas que surgen (o desembarcan) en el país entre el año 2000 y 2010, concentran la mayor parte de las firmas (35,4%) y explican el 24,3% del empleo privado.
Por su parte, las empresas que surgieron o se instalaron en el país en los últimos 12 años, apenas explican el 9,6% del empleo privado. De esta manera, se puede asignar de manera indirecta los grandes períodos durante los cuales los capitales se asentaron sobre los actuales pilares de la economía actual. Ojo, hablamos de la economía actual puesto que el lugar que Argentina ocupa en el mercado mundial ha cambiado durante los distintos períodos históricos.
Lamentablemente, los resultados parciales no informan la concentración del empleo según antigüedad de la empresa, sino solamente la cantidad de empresas según antigüedad. Este dato no nos sirve de nada, puesto que compara pequeños comercios con grandes industrias, sin poder darnos idea de la masa de mano de obra que movilizan las empresas de mayor o menor antigüedad.
Considerando el dato de cantidad de empresas por antigüedad, que como ya dijimos, no constituye un buen indicador, podemos observar lo siguiente: el sector con empresas de mayor antigüedad es el de minería, agua y electricidad.
Las empresas con más de 50 años constituyen el 20% del total, y aquellas que crecieron entre la última dictadura militar y las privatizaciones de Menem engloban el 29%.
El sector de industria manufacturera se caracteriza por tener muy pocas empresas con una antigüedad superior a 50 años. Las empresas que constituyen el sector manufacturero desembarcaron en el país en primera medida entre el 2000 y 2010 (38%), y en segundo lugar en el período 1970-1999. Por su parte, los sectores con mayor “renovación de firmas” son construcción, comercio y transporte, donde el 80% de las firmas son posteriores al año 2000.
Esto no es ninguna casualidad, ya que se trata, como hemos visto, de los sectores con menores niveles de concentración económica (medida indirectamente mediante el empleo de mano de obra).
En otras palabras, las grandes empresas sobreviven enquistadas en los resortes productivos de la economía. A su vez, son los mayores demandantes de mano de obra. Las pequeñas empresas por el contrario tienen una demanda marginal de fuerza de trabajo y una “esperanza de vida” muchísimo menor.
Por eso, cuando nos hablan de la “Argentina inviable para los negocios” lo hacen desde un punto de vista netamente electoral, buscando el apoyo de esos pequeños empresarios y sus círculos sociales, destinados a una muerte empresarial prematura. Son candidatos que buscan “nichos” electorales, y mediante esos discursos, imprimirle a toda la sociedad un sentimiento burgués; es decir, que los obreros se identifiquen con los reclamos impulsados por estos sectores decadentes.
Pero la realidad es que el poder está en manos de estas grandes empresas instaladas, sobre todo, antes de la década del 2000. Por eso sobreviven, por eso cada vez concentran mas recursos, y por eso todas las medidas de gobierno apuntan a incrementar las ganancias de estos grandes capitales, empezando por las rebajas impositivas, flexibilizaciones laborales y condonaciones de deudas.
Cuando nos hablan de la “inviabilidad de Argentina” apuntan así a un triple discurso: por un lado, captar votos de los sectores pequeño burgueses en eterna decadencia, que se montan un emprendimiento para quebrarlo al poco tiempo; por otro lado, capitalizar el descontento del pueblo trabajador, que ve sus ingresos y “calidad” de vida cada vez más deteriorada; y por último (verdadero objetivo de la consigna) conseguir consenso social para implementar más ajuste y más rebajas impositivas a los grandes capitales que representan.
Y esto corre tanto para las “derechas” como Espert o Macri, así como para el propio oficialismo progresista, que viene haciendo un trabajo de zapa en generar cierta aprobación social para profundizar el ajuste. Vaya contradicciones si las hay.