Voces recalcitrantes del arco político expresan el interés de ciertos monopolios.
No deja de ser llamativo el escandaloso vocabulario impune de la “señora” Bullrich o de Milei, agitando aguas fascistas y promoviendo acciones para detener violentamente una resistencia que viene creciendo y que le pone piedras en el zapato al avance del capital financiero.
Pero a no confundirse: para ver el verdadero comportamiento de la clase dominante en sus variadas “vertientes” deberíamos prestar atención a cómo esa impunidad se expresa o no en cada monopolio. Es allí en donde comienza a pesar la lucha de clases y estos adalides “violentos” son expresión de cómo se resuelva la “protección” de sus ganancias también a nivel planetario.
Estos fascistas “democráticos de baja intensidad” actúan así porque un sector del verdadero poder monopolista actúa así en sus centros de trabajo, fundamentalmente en la clase obrera. Abiertamente es una guerra de clases.
Las Bullrich y los Milei no son “perros sueltos”. Replican y actúan como sus amos, se comportan para incrementar la explotación y la opresión laboral.
Pero también están los violentos de “alta intensidad democrática” los violentos disfrazados de “palomas”. Pero no de las viejas palomas como signo de paz, límpidas aves que adornaban las plazas e instituciones del Estado como el Congreso Nacional. Estas palomas actuales son ratas voladoras, son carroñeras. Y es así como aparecen los “demócratas puros”, los carroñeros que pululan cuando se acercan las elecciones. Los violentos que legalizan la presencia del ejército en Rosario con la Constitución en la mano.
Estos personajes tampoco son perros sueltos, actúan como actúan ciertos amos del capital financiero en sus generadoras de riquezas, que son esencialmente las fábricas.
Y es allí en donde se los ve actuar “negociando” la lucha de clases como en Toyota, en donde sus CEOS no necesitaron de las leyes de flexibilización laboral para aplicarla de hecho y “pacíficamente”. Hablan de conciliación de clases cuando en una misma mesa se reúnen Gobierno, empresa y sindicato ejerciendo la violencia por otros medios.
Estas palomas carroñeras no pueden estar expresados por ahora en las Bullrich o los Milei. Entienden que la lucha de clases está vigente y saben que ese agite fascista puede generar reacciones desde abajo que no les permitan producir las mercancías en el “justo a tiempo”. Lo están viviendo ahora cuando los principales puertos y aeropuertos del mundo se ven paralizados por huelgas que afectan -por ejemplo- el suministro de autopartes.
No hay recetas ni nombres de empresas que sostengan posiciones políticas de largo plazo. Sus CEOS responden con sus conductas a lo que está pasando en la lucha de clases en cada lugar en concreto.
“Los señores” y “señoras fascistas de baja intensidad democrática” alimentan el “meter bala” y así lo hacen en ciertos centros laborales con despidos injustificados, con jornadas agotadoras de trabajo, con condiciones de trabajo inhumanas, con la “conciliación de clases” con empresarios y sindicatos empresariales. Allí son impunes y necesitan de políticos impunes. Piden sacar el ejército a la calle para combatir el narcotráfico cuando en realidad lo necesitan para ir mostrando la represión, buscando un “acostumbramiento” de la población a un nuevo escalón de la lucha de clases que ya ven venir.
No faltan los otros demócratas, los Fernández, los Larreta, los antigrieta, los “amigos” y “amigas” del diálogo democrático. Estas «palomas carroñeras” saben que la lucha de clases hay que encaminarla por la conciliación de clases para que sea un amortiguador de la guerra de clases.
Los CEOS de ciertas empresas se sientan en los escritorios de las instituciones del Estado y afirman con sus hechos que los negocios hay que hacerlos impunemente y contra los intereses de todo el pueblo. Pero saben por propia experiencia que en sus centros laborales la resistencia crece, la clase ya no es la misma después de cuatro décadas y que parar un sector hoy en una planta de producción significa afectar ganancias que se expresan en miles de dólares, o el castigo por no cumplir con los contratos adquiridos.
La resistencia los pone en su lugar y saben que con ello no se juega.
¿Dejan de ser violentos? De ninguna manera: ejercen la violencia contra la vida humana de mil formas y maneras. Saben ellos que es una guerra de clases y en esa guerra -por ahora- abrevan en profundizar la conciliación de clases, la defensa del capitalismo ya ha fracasado. Y para ello compran los servicios de los populistas y reformistas, aunque no sin advertir que el caos retrasa sus ganancias.
Si la variedad de expresiones políticas es tan variada es porque las conductas que se aplican en sus centros de producción y distribución es también variada, está sujeta a la vida cotidiana en donde aquí y allá se resiste.
No puede haber una sola conducta frente a la actual situación y tampoco es blanco o negro lo de halcones y palomas carroñeras. En medio de esto cada sector de poder monopolista introduce a sus CEOS en el Estado y saben que en la mayoría de los casos no pueden ponerse de acuerdo de cómo tratar la lucha de clases. Esa es la crisis política que tienen.
Un ejemplo. En el 2013 Warren Buffett, uno de los hombres más poderosos y ricos y del planeta dijo: Hay una guerra de clases y la estamos ganando nosotros. A 10 años de aquel rapto de sinceridad, a este mismo personaje le ha entrado el bichito de las vacilaciones políticas y sus declaraciones actuales esconden aquella idea.
Lo único claro que los une -con un lenguaje fascista o carroñero- es la defensa del sistema capitalista y su carácter violento.
Todos ellos saben que no hay conciliación de clases y que esas fortalezas intelectuales -que les sirvieron durante 4 décadas- ya no les sirven de la misma manera que durante ese lapso.
La experiencia de la clase obrera y de los pueblos en esa larga noche ya comienza a pesar.