La vicepresidenta, ayer en su discurso, se refirió centralmente al pasado. Pero también al futuro. Del presente, poco y nada.
Como si este gobierno no fuera el propio, sólo mencionó que en diciembre de 2020 advirtió sobre el aumento de los precios y quiénes se iban a beneficiar. Como si con advertencias (que, por otro lado, no son ningún descubrimiento; siempre que hay alza en los precios, inflación, es con el objetivo de reducir salarios para beneficio del capital) fuera suficiente para explicar los casi cuatro años de caída salarial, jubilaciones, programas sociales, etc.
Tal vez debería haberle cedido la palabra al ministro Massa (que estaba a su lado) ya que en su gestión económica los ajustes crecieron fabulosamente.
Del pasado, además del autoelogio, la reivindicación de haber sido el gobierno que más deuda ha pagado en la historia, incluso las deudas privadas estatizadas por la dictadura y los sucesivos gobiernos burgueses, alcanza para ratificar que, como representante de una facción de la burguesía monopolista, sus políticas siempre han estado, están y estarán enmarcadas dentro del funcionamiento del modo de producción capitalista.
Más aun, el mensaje que le dedica al FMI podría resumirse en: “déjennos acumular el capital para luego cumplir con la deuda que ustedes le otorgaron al gobierno de Macri”.
A partir de allí es donde comienza a develarse el futuro.
La vicepresidenta vuelve a convocar a la unidad nacional. El objetivo es llevar adelante una política “industrialista” para a través de la misma generar la acumulación que vendría a resolver el pago de las deudas y la estabilización de la economía. Para ello reivindica los modelos de acumulación de Malasia y de Corea del Sur.
En su discurso no lo dijo, pero sí lo expresó en su entrevista televisiva (1); esos países lograron ser modelos de acumulación capitalista con jornadas laborales de 18 horas diarias. Y no se quedó allí. Para que eso sea posible afirmó: “También tenemos que saber que es necesario construir organización, profundidad territorial de la organización, profundidad sectorial en los sindicatos, en las fábricas. Una sola persona no puede. Tiene que haber una organización. Tiene que haber cuadros que tomen la posta y lleven adelante el programa de gobierno que necesita la Argentina”.
Clarísimo. Un nuevo llamado a la unidad nacional para embarcar al pueblo trabajador detrás de un programa de mayor explotación de la fuerza de trabajo en beneficio del capital monopolista que ella representa.
No es casual que haya mencionado que dicho programa hay que llevarlo adelante “en las fábricas”. La explotación intensiva de mano de obra es la condición principal sin la cual no es posible llevar a cabo tal objetivo. Entonces es indispensable convencer, fundamentalmente, a la clase obrera industrial en forma organizada, planificada, consciente, dándole aire a las organizaciones sindicales que harán el trabajo sucio.
Si algo hay que reconocerle a Cristina Fernández es que no se anda con chiquitas ni eufemismos.
Su programa de gobierno es claro y está determinado por las condiciones en las que se desarrolla la crisis capitalista mundial. La necesidad de aumentar la explotación y la opresión es el programa de la burguesía monopolista en el planeta para atenuar la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, sensiblemente agudizada por una crisis de súper producción que no encuentra fondo.
Una vez más la burguesía intenta atar la suerte del pueblo proletario, y en particular de la clase obrera, a sus necesidades. Las que son imperiosas y urgentes en el marco de la competencia interimperialista planetaria. Argentina, como un eslabón más de esa cadena, tiene asignado un papel determinado por una de las facciones del capital monopolista y el discurso de ayer fue expresión de la misma.
Si tal objetivo es posible o no de llevarse a cabo, lo dirá la lucha de clases fundamentalmente. Lo que se puede vislumbrar es que en el seno de la clase obrera no existe la voluntad ni la creencia de que con “mayores sacrificios” algún día se verán los resultados a su favor. Podemos afirmar que con ese discurso oxidado no bastará para convencer.
De todas maneras, los y las revolucionarias que estamos actuando y construyendo en las fábricas tenemos la obligación de salir al cruce de esos planes sin dilación alguna.
Debemos hablar claro y sin ambigüedades respecto de los mismos; debemos desplegar más aun la agitación y la propaganda revolucionarias; debemos impulsar los debates en cada sector, cada puesto de trabajo, sobre las implicancias y los objetivos de la burguesía en pos de alivianar su crisis; debemos ser intransigentes a la hora de enfrentar sus políticas y los embates de la misma; debemos sostener la independencia política de clase sin darle el menor respiro a las fuerzas del populismo y el reformismo; debemos seguir apostando a la organización de base y a la democracia obrera para impulsar las demandas y la defensa de las conquistas por las que viene el capital; debemos seguir construyendo el partido de la clase obrera para que la clase de vanguardia adopte un programa político que la ubique como eje y convocante de los demás sectores oprimidos y explotados para levantar una alternativa revolucionaria que enfrente a la burguesía, en cualquiera de sus variantes, y tenga como objetivo la lucha por el poder y el socialismo.
El capitalismo ha fracasado. Sus fuerzas políticas, más allá de los discursos, ofrecen salidas inviables para la aspiración del pueblo a una vida digna. Desde esas convicciones hay que plantarse para enfrentar los cantos de sirena de la clase dominante, confiando plenamente en las masas y su potencialidad revolucionaria.
La burguesía monopolista, más allá de los ropajes que vista, intenta profundizar la guerra de clases que despliega contra la clase obrera, por lo que el enraizamiento de las ideas revolucionarias y la construcción de las organizaciones que las lleven adelante cobran hoy más relevancia. Y esa es la responsabilidad que asumiremos.
(1) (https://prtarg.com.ar/2023/05/20/para-cristina-la-jornada-laboral-debe-ser-de-18-hs/)