Sólo la lucha revolucionaria puede acabar con los atentados contra el pueblo


Ayer, en la puerta de un colegio del barrio de Empalme Granero de la ciudad de Rosario, un niño de 6 años fue herido en un pie por el disparo de un arma de fuego efectuado por sujetos encapuchados.

Los atentados contra escuelas se vienen sucediendo uno tras otro. Ya han sido tiroteadas 8 escuelas. En un reportaje radial, el secretario de ANSAFE (docentes primarios) informó que 10 más fueron amenazadas mediante sendas notas firmadas por “la mafia”.

También tirotearon ayer una escuela del barrio Ludueña, la cual está ubicada a pocos metros de la parroquia del padre Montaldo -quien realiza varias actividades sociales en beneficio de los más pobres- también amenazado por notas similares.

En la fecha, el mencionado sindicato llama a un paro que comienza a la hora 10:00 y culmina a la hora 15:00, con marcha a la ¡¿Secretaría de Trabajo!?, reclamando seguridad para los trabajadores docentes, no docentes y niños que concurren a los establecimientos.

Pero la asociación entre los atentados es innegable, lo cual nos hace concluir que la embestida mafiosa es contra los lugares que el narcotráfico considera como obstáculos para el reclutamiento de soldaditos, sobre todo jóvenes y niños, para el reparto de drogas.

De hecho, algunas notas amenazantes apuntan al vaciamiento de las calles y a que los vecinos se metan adentro de sus casas.

Los métodos de “la mafia” son iguales a los métodos que utilizaba la última dictadura militar y esto no es casual.

El problema no es gremial, por el contrario, es claramente político y se resuelve mediante acciones políticas.

En esta época de resistencia a las políticas que emanan del sistema capitalista decadente, en descomposición y totalmente corrompido, el reclamo popular sobre la seguridad al gobierno de turno, permite ir estableciendo los debates populares, los gérmenes de organización y unidad, a la vez que contribuye al esclarecimiento y a la toma de conciencia sobre el problema político que ello significa, indisolublemente emparentado a otras seguridades como por ejemplo, laborales, de proyectos comunes y desarrollo social obrero y popular.

Pero el Estado, lo hemos afirmado en reiteradas oportunidades, es parte del problema y, por lo tanto, no es la solución.

Advirtamos que la ciudad de Rosario ha sido sobre poblada de gendarmes y otras fuerzas federales que hostigan a la población que va o vuelve del trabajo, la escuela o la facultad, al tiempo que las situaciones de crímenes y atentados contra la población se incrementan día a día.

Los bancos y empresas monopolistas continúan con sus negocios de lavados y aportes de dinero y el directo comercio de drogas tal como el barco que zarpó de algún puerto de San Lorenzo y que fue descubierto a su llegada a Australia, el 25 de mayo pasado, con un cargamento de 900 kgs. de cocaína. Si bien la noticia no aludió a qué cerealera monopolista pertenecía dicho puerto, todo el mundo sabe que los únicos que acceden a dichas estaciones de transporte son los miembros de esas empresas, los funcionarios estatales fiscalizadores y prefectura marítima, lo cual pone en evidencia quiénes son los “padrinos” de “La Mafia”.

El problema es político desde donde se lo mire, y tiene solución solamente desde la política revolucionaria, porque la burguesía es promotora y sostén del millonario negocio, como parte de todos los negocios que la benefician y empeoran las condiciones de vida de los trabajadores y la población laboriosa. Si parece una provocación que mientras todo esto ocurre, la dirigencia política burguesa de “derecha” e “izquierda” discute candidaturas, se arrojan piedras y excrementos descalificando a quienes pretenden los cargos que disputan, tejen negociaciones espurias y ajustan, a más no poder, con nuevas medidas económicas, sociales y políticas a favor de sus ganancias. ¡Ningún partido político del sistema va a resolver nada de los enormes problemas que tenemos!

La lucha revolucionaria es hoy y se hace desde lo pequeño a lo grande. La revolución es no sólo el objetivo de hacernos del poder como clase obrera en unidad con el pueblo para sepultar este sistema oprobioso y construir el socialismo, sino que constituye el camino en sí que debemos recorrer hasta lograr ese objetivo. Y eso no es obra de un grupo ni lo puede hacer solo un Partido revolucionario como el nuestro y otros destacamentos revolucionarios que existen en nuestro país.

El Partido es necesario para planificar y orientar el camino, pero el camino hay que transitarlo desde las fábricas, los barrios, los colegios y las facultades, con la participación y protagonismo de las masas, principalmente el proletariado, discutiendo y decidiendo su propio destino. Organizarse contra toda esta lacra con la que nos inunda este sistema capitalista. Luchar contra cada una de las aristas que aparecen como forúnculos que nos hacen sufrir tales como nuestros magros ingresos, las deprimentes condiciones de vida, la seguridad, la educación degradada y cada vez más inaccesible, la salud, la imposibilidad de acceso a la vivienda propia, la falta de futuro y proyecto de vida, etc.

En suma, ir elevando a lo político las luchas que se vienen multiplicando a lo largo y ancho de nuestra geografía, aportando a la organización de la clase obrera -dirigente natural de la revolución- y los más amplios sectores populares.

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