El para qué de la lucha


Este es un momento en donde podemos ver con cierta claridad que la situación política y social del país está sometida a la lucha de clases, por más que la burguesía lo niegue o lo intente ocultar.

Cuando en Jujuy el gobernador Morales se ve obligado -en medio de la contundente huelga docente- a anunciar que modificará la reforma “antipiquetes” que criminalizaba la protesta, es un ejemplo de lo que decimos.

Como ya lo hemos dicho, la verdadera expresión de la crisis está dada por la firme resistencia que nuestra clase obrera y nuestro pueblo vienen planteando de forma ascendente.

Porque a la crisis económica que se vive con salarios de hambre e inflación galopante, se le agrega (con mayúsculas) la crisis social. Pobreza y miseria que se confunden en una sola porque el deterioro es muy grande.

La crisis del sistema capitalista es estructural en lo político y no se resuelve con más y mejor capitalismo como nos quieren hacer creer. Se resuelve con un proceso revolucionario que pongan en el centro de la escena las necesidades de la sociedad humana y en manos de la clase obrera y el pueblo los medios de producción.

La experiencia que se viene desarrollando en el pueblo de repudio a las instituciones burguesas va siendo tomada embrionariamente por la clase obrera industrial. Se va mostrando una tendencia y una nueva dinámica que trae consigo nuevos desafíos.

Y hablamos de la influencia política e ideológica del sistema para encasillar o aprisionar las luchas ya abiertas, o la resistencia creciente contra la institucionalización burguesa.

Hay un papel que debemos jugar las y los revolucionarios cuando la clase comienza a sentirse como clase, aún en forma aislada, pero en constante ascenso.

No se trata de reemplazar el papel de la clase obrera como nos tiene acostumbrado el oportunismo de izquierda. De lo que se trata es elevar el grado de conciencia de la lucha ya abierta o por abrirse y desde las mismas experiencias que se vienen realizando en forma embrionaria, plantear el para qué la lucha.

Hay una parte que la clase hace por sí misma, pero debemos ser claros: la lucha autoconvocada “a secas” ha demostrado ser insuficiente si no se introducen tácticas revolucionarias. Esto es una política independiente de la clase dominante y de todas sus instituciones, fundamentalmente de los gremios empresariales; y en simultáneo ir impulsando las organizaciones políticas para enfrentar las políticas de la burguesía.

Hay que hacer pesar las verdaderas aspiraciones políticas revolucionarias que hagan conciencia de que lo que se está haciendo en las nuevas embestidas.

Desplegar en la práctica asamblearia la más amplia democracia directa, trabajando para que las misma se transforme en un doble poder, a veces más explícito otras veces menos. Pero hay que ir clavando estacas orgánicas en varios planos como referencia para los nuevos peldaños de la lucha de clases.

Y esta debe ser una labor consciente. Las nuevas vanguardias deben codearse con estas ideas, codearse con la revolución. Aquí no cabe ni la espontaneidad ni el oportunismo. Aquí cabe la labor en lo político y en lo orgánico para que cada enfrentamiento que se dé sea parte de un todo.

Lo que está claro es que se está mostrando una fuerza de resistencia muy poderosa, que se va extendiendo, aunque la prensa burguesa la niegue. Esto fortalece todo el actual proceso hacia una acumulación de fuerzas que haga pie en organizaciones políticas independientes de la clase burguesa para avanzar en el enfrentamiento de clase contra clase.


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