Cuando la lucha de clases mete la cola


El debate político en Argentina giraba en torno a las (in)definiciones electorales de las fuerzas del sistema; un debate de la nada misma, ante la apatía y el desinterés de la amplia mayoría del pueblo por un proceso electoral que, como pocas veces en la historia, está signado por la convicción de que no resolverá los acuciantes problemas del pueblo trabajador.

En el medio de esa aparente realidad, los sucesos de la provincia de Jujuy irrumpieron con la fuerza que únicamente puede lograr la manifestación de un pueblo movilizado y en lucha por sus reivindicaciones económicas y políticas, con las metodologías que al poder lo desacomodan.

Como parte de un proceso que se viene manifestando en otras regiones del país, la experiencia del pueblo jujeño ejerciendo la democracia directa y formas de lucha independientes de la tutela de las instituciones de la burguesía, ha marcado un acto de ofensiva en el marco de la etapa de resistencia que vienen sosteniendo la clase obrera y demás sectores de la sociedad.

Nos referimos a que tales jornadas, más las que vendrán en adelante, ratifican que las amplias masas de la población no están dispuestas a resignarse mansamente a los dictados del capital monopolista y sus fuerzas políticas. Las expresiones de lucha que se vienen expresando, con el creciente ejercicio de la autoconvocatoria, descoloca a la burguesía. De allí que todas sus expresiones clamen por el “diálogo”, el “consenso” y, sobre todo, el respeto a la sacrosanta institucionalidad. Una institucionalidad que ellos mismos pisotean a diario y que pretenden que el pueblo respete.

Los acontecimientos de Jujuy, rompiendo el cerco informativo que los tapó durante semanas, obligaron a los partidos de la burguesía a manifestarse en medio de una crisis política de envergadura. Esas manifestaciones no hacen más que ratificar que la intención de todo el arco político es lograr captar un votito más para sus candidaturas. Una intención rastrera, propia de una dirigencia política que lo único que persigue es ganarse el favor de alguna facción de la burguesía monopolista, como garante de sus intereses.

Pero sucede que cuando la lucha de clases hace su irrupción, más allá del camino que todavía falta recorrer para poner en cuestionamiento la dominación de la burguesía, el telón de la lucha política se corre. Se pone de manifiesto lo que hasta ese momento sólo se decía por lo bajo, lo que se intentaba ocultar debajo de la alfombra de los amplios y repugnantes salones de la clase dominante.

Hay un pueblo que, lejos de creer en los de arriba, comienza a creer cada vez más en sus propias fuerzas, en sus propias formas de lucha, en sus propios métodos de organización. Tanto es así que no nos equivocamos al afirmar que el gobierno que surja de las próximas elecciones ya nace con la herida expuesta. Deberá enfrentar a una clase obrera y a un pueblo que manifiesta no creer en las “soluciones” que le proponen.

Con esto no estamos afirmando que el proceso se va a desenvolver como una línea recta y hacia arriba. Será un proceso contradictorio, zigzagueante, con avances y retrocesos, pero con una tendencia al alza de la lucha y de la movilización por los diversos reclamos políticos y económicos que el movimiento de masas demanda.

En ese cuadro, las fuerzas de la revolución debemos entender que toda lucha que exprese los genuinos intereses de las mayorías suma a nuestro campo. Al mismo tiempo, debemos tener claro que es necesario que ese proceso de luchas avance fusionándose y fundiéndose con las ideas de la revolución, de la lucha por el poder, profundizando en la organización de las fuerzas que se van acumulando en la misma lucha con objetivos políticos que expresen un programa revolucionario.

Para ello nuestras tareas respecto de la lucha política e ideológica que enfrenten toda concepción que intente arrastrar al movimiento hacia la institucionalidad del sistema, deben ser multiplicadas, deben ser intransigentes, no deben darle un tranco de ventaja al reformismo y al populismo. Deben estar a la altura de lo que el movimiento está reclamando.

La lucha del pueblo jujeño, como expresión más avanzada hoy de la experiencia de las amplias masas, ha determinado que la lucha política ya no puede ser presentada como la lucha entre las facciones del capital monopolista. El pueblo movilizado, la lucha de clases, ha venido a manifestarse en el lugar que le corresponde. Ha emergido con más fuerza todavía la democracia directa en contraposición a la democracia representativa, y ello es un elemento que seguirá siendo determinante en las confrontaciones que vengan por delante.

Por lo tanto corresponde alimentar, promover, sostener, profundizar ese camino de independencia política para que el proceso de la revolución avance con una nueva calidad en el enfrentamiento clasista.

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