Un primer balance de las elecciones

Los resultados electorales (parciales todavía, debemos aclararlo) son presentados como un rotundo triunfo de Javier Milei en primer término, y la opción “dura” de Juntos por el Cambio (Bullrich), en segundo término. Al momento de escribir estas líneas, los medios de comunicación informan que Milei sacó el 30,73% de los votos, y Juntos por el Cambio el 28,11%, contra una fuerza oficialista de Unión por la Patria de tan solo 26,8%.

Pero lo que los medios de comunicación no informan son los altos niveles de ausentismo, que alcanza el 30,38% a nivel nacional. La elección con menor participación en los últimos 40 años fueron la PASO 2021, con un ausentismo del 32,2%. Hay que considerar que esas elecciones eran de medio término, y recién se salía de la pandemia, por lo que se esperaba que para estas PASO presidenciales la participación fuera mayor que en aquella instancia.

Con el 97,39% de las mesas escrutadas, el abstencionismo total (no voto + voto en blanco + nulos + impugnados) suma el 34,65% sobre el padrón total.

Esta constituye la primera mayoría, ya que, recalculando los porcentajes obtenidos en función del padrón electoral, y no en función de los votos afirmativos (como traicioneramente presenta la burguesía) el resultado de Milei es de tan solo el 20,63%; el de Juntos por el Cambio del 19,41%; y el de Unión por la Patria del 18,73%.

Esto significa que la primera mayoría, el abstencionismo, supera por 14 puntos al primer candidato.

A esto hay que sumarle que en términos generales los candidatos no representan al electorado. El voto a Milei es un voto bronca, un voto de una juventud cansada de las promesas presentadas por un bipartidismo que lo único que ha garantizado es el deterioro del salario y las condiciones de vida; el voto a Milei es un voto a un candidato que ha logrado canalizar la bronca contra los políticos burgueses tradicionales, proponiendo a su vez soluciones rápidas y una crítica –aunque falsa- a varias instituciones, inclusive, a aquellas que lo sostienen, como el Parlamento.

El plan –si es que puede llamarse así- económico de Milei, colocaría rápidamente en su contra a su propio electorado, porque demostraría ser tan solo una profundización de la política de ajuste que vienen llevando a cabo los últimos gobiernos, esos mismos ajustes que han llevado al peronismo a su peor elección histórica. Como proyecto político para la burguesía, solo puede traer mayor conflictividad social, afectando muy seriamente los planes de producción que el gran capital ya tiene trazados en Argentina.

Por eso, el voto en general, y en particular a Milei, no representa absolutamente nada más que descontento general con la situación social que vivimos.

Esta inestabilidad política se verifica al observar la ínfima diferencia entre los distintos candidatos cuando se recalculan los porcentajes en función del total del padrón electoral, aspecto no menor, ya que determina que, aún si los votos representaran un apoyo real a un proyecto político, todos los candidatos contarían al menos con un 80% del padrón electoral en su contra.

Ese es el nivel de crisis política que atraviesa la burguesía, que no consigue asimilar un candidato que convenza al pueblo trabajador.

Desde lo electoral, hay que resaltar que ésta es la peor elección en la historia del peronismo, dato no menor considerando que el Partido Justicialista se ha constituido históricamente como el partido del orden para la burguesía en Argentina; el partido que ha conseguido mantener la gobernabilidad, a pesar de haber ejecutado ajustes como los del gobierno de Carlos Saúl Menem, o el actual gobierno de Alberto Fernández.

También hay que destacar el papel cumplido por el progresismo y la izquierda parlamentaria en elevar la figura de los Milei y las Bulrrich, basando toda su política electoralera en darle aire y aire a esas figuras: para evitar hablar de sus propios proyectos, se dedicaron a construir una figura ridícula. La izquierda parlamentaria en particular buscó crear su propia grieta que, para no tenerla con el sistema al cual se integra permanentemente, buscó crearla en el abominable personaje de Javier Milei. Si hasta este personaje ha mencionado más la palabra “revolución” que todos los candidatos del FIT-U juntos…

Tras cartón, hoy lunes se espera una nueva corrida cambiaria que profundice la pulverización de nuestro salario, lo cual ratifica que el plan de la burguesía es uno solo.

Por eso, la verdadera disputa no está en estas urnas, la verdadera disputa está en la lucha de clases.

Mientras había que dar respuesta por el crimen de Facundo Molares, sindicatos y partidos políticos en lugar de salir masivamente a movilizar estaban más preocupados por salvaguardar las elecciones. Esa es la actitud cómplice de todos los partidos que participan del circo electoral, quienes ya sea por acción o por omisión, privilegian el orden institucional y represivo, antes de apostar a la movilización efectiva contra las políticas que viene implementando la oligarquía financiera.

Ahora nos van a querer llevar a una nueva encerrona electoral, mientras profundizan la destrucción de nuestras condiciones de vida.

Lejos de todo eso, organizarnos y luchar desde nuestros puestos de trabajo para enfrentar al capital, para combatir el aumento de los ritmos de producción que nos quieren imponer; para luchar contra las horas extra obligatorias; para luchar por un salario igual a la Canasta Familiar; para luchar contra la represión política en los lugares de trabajo y en la calle ¡Esas son las tareas que debemos llevar adelante!

El resto, son promesas de campaña, rostros mentirosos que solo esconden la defensa a un mismo plan económico.

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