Una tarea necesaria e inmediata para avanzar en las conquistas y enfrentar el ajuste

Los trabajadores tenemos que enfrentar numerosas barreras para poder conquistar aspiraciones surgidas de nuestros propios intereses (salarios, condiciones de trabajo, libertad de asociación y agrupación, solidaridad y unidad con otros trabajadores, etc.).

Hoy la mayoría de los sindicatos están regenteados por una dirigencia sindical pro empresaria que ayuda a los dueños de las firmas a preservar su territorio libre de todo cuestionamiento y rebeldía a sus políticas de superexplotación, paz social a costa del sufrimiento de los trabajadores, achatamiento del salario, sujeción de las condiciones laborales al menor costo para elevar sus porcentajes de ganancia y sometimiento a una vida de privaciones que no dé lugar a nada más que a producir hasta que el físico y la mente no puedan más.

Pero también hay otra valla que debemos saltar los trabajadores referida a los sindicatos: la estructura basada en la democracia representativa que no hace más que reproducir a la forma de organización de las instituciones burguesas y la dependencia del Estado que ha reglamentado el funcionamiento de las organizaciones de trabajadores para quitar fuerza, limitar las conquistas, confundir y subordinar a los intereses de los dueños del capital a toda la clase obrera y trabajadores en general. Lo que le es útil a la burguesía no puede ser útil a la clase opuesta y enfrentada por intereses antagónicos.

Ninguno de estos objetivos es posible cambiarlos creando listas para intentar ganar en las elecciones a los puestos directivos de los sindicatos si no hay detrás de ese objetivo una fuerza organizada de trabajadores basada en la movilización permanente y la participación protagónica de las mayorías que debaten, deciden y ejecutan las decisiones consensuadas o votadas en asambleas soberanas.

La prueba la dan algunos sindicatos, en los que listas de compañeros honestos y luchadores ganaron las direcciones mediante actos electorales, pero a la hora de debatir, decidir y ejecutar las medidas que expresan las aspiraciones de los trabajadores, se ven limitados o impedidos de hacerlo por la propia mecánica de la democracia representativa en donde no hay participación directa y protagónica de los trabajadores, y todo se reduce a la voluntad y acción de los representantes que paso con paso se van alejando de la voluntad de la mayoría de los obreros y trabajadores. Metidos en la mecánica de decidir por el resto, a través del paso del tiempo, sus actitudes se van asemejando a las de cualquier sindicalista que opera a favor de la empresa, y terminan traicionando a su clase.

La relación entre patrón y trabajador y, menos aún, entre la clase de los trabajadores y la burguesía, no es de iguales ni pareja de las dos partes, como pretenden hacernos creer en las mesas de negociaciones. Nunca, de esas instancias, resultan “acuerdos” discutidos y negociados libremente. Tampoco si interviene el Estado a través del ministerio de trabajo ya que son cientos (por no decir miles) los casos en los que, por ejemplo, las conciliaciones obligatorias son sólo de cumplimiento para los trabajadores mientras que los empresarios pueden no acatarla sin que les pase absolutamente nada. El Estado siempre está al servicio de la burguesía porque constituye una herramienta de dicha clase.

Para equilibrar fuerzas los trabajadores necesitamos una fuerza movilizada, organizada y activa que opere como disuasoria y sujeta a la decisión final que se tome en asamblea. Es por eso que, llegado el punto de la negociación a la que hubiera obligado la movilización de los obreros o trabajadores, los delegados de cada sector, deben constituirse en voceros de las asambleas para llevar lo decidido en las mismas a la mesa de negociación y, luego, traer a la asamblea la propuesta de la empresa para aprobar o desaprobar y tomar las medidas que se crean convenientes. Nos referimos a un método de independencia política de la organización trabajadora para la conquista de sus reivindicaciones, como por ejemplo se demostró en la experiencia de los trabajadores ferroviarios de maestranza, limpieza y mantenimiento que reflejamos en esta misma página la semana pasada.

Quiere decir esto que lo fundamental para voltear las vallas que nos frenan en las conquistas económicas y políticas no es resolver en actos electorales de comisiones internas y directivas cuáles serían las personas más indicadas o confiables a elegir para modificar esta situación, sino ir organizando las agrupaciones de trabajadores en cada fábrica o empresa que, ejerciendo la democracia directa acumule fuerzas suficientes para que las mayorías garanticen el cumplimiento de su voluntad ante cada aspiración, lucha, y hecho que afecte a los compañeros. Sólo así puede ser significativa, eventualmente, una elección a la que llevaríamos a los compañeros más representativos en carácter de voceros.

Hasta lograr esa fuerza que se imponga por su propio peso, los núcleos de trabajadores (incluidos los delegados que nunca se desprenden de las bases y son fieles a la opinión mayoritaria de los compañeros del sector) que emprendan esta tarea, de lo pequeño a lo grande, deberán tener en cuenta las experiencias que se están haciendo en varias fábricas y empresas del país, combinando métodos clandestinos y legales a fin de no ofrecer flancos que puedan detectar los sindicatos pro patronales o la empresa en forma directa, y evitar así los despidos o patoteadas a los compañeros. Claro que todo esto en relación directa a las libertades políticas logradas en cada lugar de trabajo ya que no es lo mismo en una empresa en donde reina la autocracia patronal y del gremio policía que en otra en donde los trabajadores han logrado los espacios y condiciones que les permiten actuar a cara descubierta.

Avanzar en esta tarea es fundamental para poder enfrentar los planes de ajuste que estamos sufriendo. Esta no es una tarea eminentemente sindical, sino que se trata de una tarea política (hablamos de política de clase y no de banderías electoralistas) que incluye una conducta, una metodología basada en la democracia directa y que la organización sea independiente de cualquier partido político con un claro contenido de clase.

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