La huelga de los obreros norteamericanos ya tiene una fuerte incidencia política en la lucha de clases global


Miles de trabajadores en tres líneas de ensamblaje de automóviles clave se declararon en huelga después de que el United Auto Workers (UAW) no cumpliera el plazo el jueves por la noche para llegar a un acuerdo con los tres grandes fabricantes de automóviles de Detroit.

La UAW tiene 150.000 miembros en las tres empresas con sede en Detroit: General Motors, Stellantis Automotive (anteriormente Chrysler) y Ford Motor Co.

La lucha de clases se intensifica en el propio EEUU, pero la misma es solo un reflejo más de la misma intensificación a lo largo y lo ancho del mundo.

Esta huelga, más allá de los intentos de negociación espuria que se intenta establecer en pocas horas más, es una verdadera expresión del sentir de la clase obrera norteamericana cuando las “tres grandes” necesitan llevar adelante un ajuste fenomenal en vista de una agudización de la competencia por imponer el coche eléctrico a nivel planetario.

Desde el «¡Adelante!» de Obama (en 2012) hasta el «Hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande» de Trump y la «Batalla por el alma de la nación» de Biden, siempre ha habido un hilo conductor: el impulso para “reindustrializar” Estados Unidos. Este sería el “nuevo sueño americano” o “América para los americanos”.

Pero el capitalismo es más fuerte y de lo que se trata a nivel de las transnacionales en sus duras competencias por los mercados es lograr productividad, achatar los salarios. Cuestión muy lejana a una “reindustrialización” cuando la propia clase obrera automotriz reclama con acción directa una dirección opuesta a lo pretendido por el capital financiero.

Esta huelga contagia a la clase obrera de la industria automotriz de Canadá, dispuesta a solidarizarse con el obrero automotriz norteamericano. Los une el mismo reclamo.

La globalización adquiere nuevas formas y metodologías, pero a diferencia de décadas anteriores la misma está sometida a otra calidad de la lucha de clases y la misma está jugando en el principal escenario de la lucha política global.

Cuanto más se intensifica la lucha de clases como es este caso, más complejo se le hace a la clase dominante centralizar una política global. Por el contrario, la huelga llevada a cabo por estas horas ha exigido la presencia del mismísimo Baiden en el “arreglo” del conflicto.

Esta huelga se da en un contexto donde la competencia impuesta por la industria automotriz China viene ganando mercado dentro de sus fronteras, en la mismísima Europa y en el propio EEUU.

Pero a decir verdad, las grandes marcas que disputan mercado y sobre todo las europeas han tomado una política de “principios”: si no puedo derrotar a mi enemigo me uno a él.

Tal es el caso de VW, la propia Stellantis y ni que hablar de las aspiraciones de Ford y GM para producir en ese terreno con salarios varias veces menores, que además se encuentra en un marco huelguístico norteamericano en pleno ascenso.

Esto es lucha de clases y son millones y millones de nuevos proletarios que enfrentan de infinitas formas y métodos a la clase dominante.

Es esta lucha de clases la que la burguesía monopolista y todos sus medios ocultan al gran “público”. Las clases “no cuentan” hasta que comienzan a contar y esta huelga obrera es un punto de inflexión para la lucha política e ideológica que se avecina.

Los obreros automotrices norteamericanos van por lo suyo y ponen en caja a un sistema capitalista que cruje mundialmente. Una huelga que -como acto reflejo- ha producido otra huelga en Stellantis de España en reclamo de condiciones de trabajo.

Hay un ascenso de la lucha de clases marcado por las aspiraciones de una clase obrera que no cede a una catarata de reclamos de fuerte incidencia política.


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