Poco y nada dejó el debate televisivo entre los candidatos a vicepresidente de las fuerzas que competirán en las próximas elecciones de octubre. Chicanas, vulgaridades y frases bizarras coparon una parada dónde de lo que se trataba era ver quién estaba mejor coucheado o se movía mejor frente a las cámaras, denostando a sus “contrincantes”, haciendo eje primordialmente en cuestiones personales.
De los problemas que aquejan en serio a millones de personas que padecemos día a día este país, de cuáles son los planes concretos para resolver esta situación, poco y nada. Como era de esperarse en un nuevo espectáculo de un circo electoral cada vez más atado a las redes, las tendencias y las viralizaciones que a los debates políticos de fondo.
Mientras tanto, en el país real, el garrotazo inflacionario no para de golpear la economía de cada familia, en donde los salarios se desintegran mucho antes de llegar a fin de mes y los precios de los productos básicos no paran de aumentar.
Lo que sucede en esta democracia de cartón es que el “plan” que nos espera gane quien gane las elecciones presidenciales estará marcado por el fracaso del capitalismo a nivel planetario, en donde nuestro país -por supuesto- no está ajeno a eso.
Acá de lo que se trata para la burguesía monopolista (las grandes empresas, los que se adueñaron de la Argentina) es ver cómo hacen para seguir garantizando sus ganancias a costa del esfuerzo y el sacrificio de millones, que lo producimos todo y que cada vez tenemos menos.
Milei, Bullrich y Massa comparten un mismo plan: más ajuste y que la crisis capitalista la sigamos pagando nosotros. Al que le toque gobernar no tendrá margen para implementar otra política que no sea la que ya se viene ejecutando, y lo que les permita la correlación de fuerzas con los trabajadores y oprimidos. Por eso insistimos: la salida a toda esta podredumbre no está en las urnas.
Es tal cual como vociferan algunos de los candidatos burgueses, que “mientras sigan los mismos en el gobierno los resultados van a ser iguales”… Pero no en el sentido que ellos le dan en sus disputas de Palacio sino desde un contenido de clase: mientras los que sigan gobernando sean quienes representan y defienden a cualquiera de las facciones de la burguesía, NADA va a cambiar para la clase obrera y el pueblo oprimido.
Esta perspectiva puede parecer desalentadora, pero en realidad no lo es. Al contrario: es el único camino serio y sustentable que podemos a recorrer si de lo que se trata es de cambiar las cosas de fondo.
Si lo que empezamos a hacer es profundizar la lucha desde nuestros intereses como trabajadoras y trabajadoras, con una organización propia que comience a representarnos en la medida que ejercemos otra democracia, la democracia directa, comenzaremos a dejar de delegar en otros para comenzar a ser los verdaderos artífices de nuestro futuro. Allí, lo que parece “imposible” en realidad no lo es.
Muchos problemas son los que enfrentamos en nuestros lugares de trabajo: el aumento de los ritmos de producción, las condiciones de trabajo y seguridad, las horas extra obligatorias, la recomposición de nuestros salarios, la persecución política y los sindicatos cómplices.
En contra de esas políticas es que debemos plantarnos, a favor de juntarles la cabeza a nuestras compañeras y compañeros para actuar unidos desde abajo. Esa es la verdadera “politización” que nos conviene, la que pone en el centro de nuestros reclamos a las empresas que deciden todo.
Y no los debates de esta política rastrera que nos proponen candidatos actores de reparto de una tragedia que ya sabemos cómo termina.
Sólo así podremos generar una verdadera salida política para el conjunto del pueblo trabajador.