Massa, Bullrich y Milei: tres dirigentes del mismo partido burgués

“Los gobiernos se definen por la clase social que representan.”

“En la época del imperialismo (capitalismo monopolista de Estado), la lucha de clases se resume en dos intereses antagónicos: por un lado, el de la burguesía dueña del capital monopolista (fusión del capital industrial con el capital bancario) y el del proletariado por el otro.”

Estos dos conceptos marxistas leninistas son los que nos permiten asegurar con toda firmeza que los tres partidos políticos que llevan a sendos candidatos Massa, Bullrich  y Milei, sólo son tres tendencias de pensamiento de un mismo partido burgués, separadas entre sí por las disputas de prioridades, negocios particulares y peleas por los cargos y las bancas generadas entre los bandos mercenarios de funcionarios (futuros y actuales) que aspiran a recibir los ingresos pecuniarios privilegiados que dichos sillones representan.

Cualquiera de estas tres tendencias del partido de la burguesía va a responder a los intereses globales de esa clase, independientemente de lo que exprese cada uno de los tres candidatos a quien le toque gobernar, porque el poder lo ejerce esa clase minoritaria de la sociedad.

Alguien se preguntará ¿por qué entonces se “matan” entre los tres? Sencillamente porque cuanto más se concentra el capital, más disputas violentas se desarrollan entre los competidores monopolistas. Pero estas disputas y la imposibilidad de ponerse de acuerdo entre ellos (crisis política permanente en la fase imperialista) no les impide asociarse en el sostenimiento del sistema capitalista de producción que los beneficia como clase y en el enfrentamiento a sus opuestos: el proletariado y sectores oprimidos de la sociedad.

Quien duda, nuevamente afirma: “pero no es lo mismo lo que proclama Massa que lo que dicen Bullrich o Milei”. E inmediatamente, reflexiona y dice: “hay que ver los matices. Hay que evitar que se venga la derecha y el ajuste”. Con esta última afirmación, el dubitativo deja de ser tal para convertirse en negador de lo que le muestra su bolsillo.

Pero detengámonos en lo que consideramos lo más importante de la situación.

Una forma de análisis, la convencional (es decir, la burguesa e intelectual pequeño burguesa), se erige desde el discurso político encumbrándolo como premonitorio de la práctica. Se le otorga veracidad al mismo fundiéndolo con una supuesta congruencia en la acción. Así se justifican las diferencias entre los tres candidatos nombrados y, en general, de los distintos “partidos” (para nosotros tendencias del mismo partido) de la burguesía.

Según esto, el candidato maneja los hilos y pronostica qué es lo que va a hacer; de las discusiones entre los políticos del sistema tanto en el parlamento, como en la suprema corte de justicia, o en el poder ejecutivo o entre ellos surge lo que van a hacer.

Sin embargo, toda la historia se ha escrito al revés. ¿Cuántas de esas resoluciones son letra muerta? Y no sólo las que supuestamente benefician a los sectores oprimidos.

La lucha entre las clases antagónicas es la que va trazando el camino por el que transita la sociedad en su conjunto. En ella abrevan las ideas y de ella surgen las nuevas acciones de las clases. Tanto la teoría burguesa como la revolucionaria marxista se basaron, se sustentan y se apoyarán en ese movimiento social material. La primera, promoviendo la idea de que las transformaciones surgen de las cabezas de los grandes hombres y mujeres. La segunda, viendo que el movimiento de las masas es el determinante en la dirección de la sociedad. Y por esa razón promueve el análisis de la sociedad a partir de éste.

Cualquier gobernante y la clase social que lo sostiene (la burguesía), una vez que asuma como presidete debe actuar en combate contra el proletariado y los oprimidos del sistema.

Los Milei, Bullrich y Massa, cualquiera de ellos en el gobierno emisario de la burguesía, y toda la clase social a la que representan se las tendrán que ver con la fuerza relativa del proletariado y las masas oprimidas ante cada resolución, medida y acción de cualquier tipo que quieran ejecutar. Aprovecharán las debilidades de estos para avanzar en sus propósitos y se verán obligados a retroceder (con o sin represión mediante) cuando las papas quemen.

Ésta es pues la situación concreta a la que se enfrentarán, tanto el gobierno que le sirve de escudo como la clase burguesa altamente concentrada que es la que propone.

Como claramente expresa la sentencia de nuestro secretario general histórico Mario Roberto Santucho, “la burguesía propone y la lucha de clases dispone”.

No se trata de lo que dice tal o cual candidato, se trata de lo que pueda hacer frente a su oponente de clase según la correlación de fuerzas existentes entre ambas clases antagónicas. Ni el mismo Perón que fue el líder más lúcido con el que contó la burguesía argentina en el último medio siglo, pudo sustraerse a tal verdad y fracasó.

El proletariado, por ser la clase productora, es la única capaz de liderar el proceso de combate hasta ponerle fin al dominio de la burguesía.

No es un partido -ni siquiera el partido proletario- el sujeto del cambio. El sujeto revolucionario que provocará el único cambio posible es el proletariado con su partido de clase en unidad con los sectores oprimidos y las organizaciones políticas de masas.

Por eso decimos que hay que organizar la lucha de clases, enfrentando y combatiendo cada medida en contra de los explotados y oprimidos cualquiera sea su índole (económica, política o social), robusteciendo el partido del proletariado, creando y desarrollando las organizaciones políticas de masas y fundiendo la unidad entre la clase obrera y demás sectores oprimidos contra la burguesía fuera quien fuese el gobierno que pongan por delante.

Compartí este artículo