Chile: crisis del capitalismo y un callejón sin salida


Reproducimos un artículo de los compañeros de AMÉRICA REBELDE publicado el 23 de septiembre de 2023.

Este 18 de octubre (2023) se cumple un nuevo aniversario del Estallido Social del 2019 que tuvo al borde del precipicio al conjunto del poder político, a sus instituciones como al gobierno de Sebastián Piñera que estuvo al borde del colapso. Se encuentra aún en la memoria colectiva las manifestaciones multitudinarias, el terrorismo de estado para contener la ofensiva popular, los crímenes contra la humanidad contra el pueblo movilizado, a una clase política sin rumbo y sin respuesta, el ejercicio legítimo de la violencia popular y evidentemente a un capitalismo sumido en una profunda crisis que fue lo que gatillo, en definitiva, ese estallido.

Las condiciones materiales miserables de la clase trabajadora fue lo que permitió ese levantamiento popular: salarios de hambre, pensiones indignas, un sistema de salud desbordado, alzas constantes en costo de la vida, abusos de poder por doquier, emergencia hídrica y ambiental, quiebra de pequeñas y medianas empresas, una educación municipal abandonada, represión en la Araucanía, judicialización y criminalización de la protesta social, una clase política cada vez más oligarquizada y enriquecida y un poder económico que a pesar de la crisis continuaba con sus ganancias en alza.

Ante esa crisis, el estallido social puso al poder en una encrucijada donde el pueblo movilizado buscaba el fin del sistema de dominación como se había impuesto 1973 y perfeccionado desde 1990 hasta ese mismísimo 2019 en lo que se conoció como transición, y por otro lado, a la clase dominante que no quería su fin sino su continuidad y consolidación mayor. La represión brutal sirvió para el redisciplamiento del pueblo indignado donde los crímenes siguieron a una masiva prisión política en la revuelta, pero también en ese redisciplamiento jugó un rol esencial la izquierda reformista que no sólo concurrió en la aprobación de leyes represivas en medio del estallido, sino que fue el responsable de abrir el camino para el pacto Inter burgués y así desactivar esa bomba de racimo. Fue así como las distintas facciones de la clase dominante, las distintas fuerzas del bloque en el poder dieron con la solución, según ellos, de imponer la idea de una nueva constitución como solución y vía para la relegitimación del sistema imperante. La revalidación se debía producir con urgencia ante el colapso inminente.  Desde la derecha fascista encabezada en ese momento por la UDI pasando por la ex Concertación hasta el Partido Comunista concurrieron presurosamente a validar el sistema heredado e impuesto desde 1973.

Las condiciones materiales y la crisis del capitalismo en marcha fueron acentuadas gravemente con la pandemia y la cuarentena. La crisis en los hogares de la clase trabajadora fue ahondada con despidos masivos, con la obligación de parte de los trabajadores de recurrir a sucesivos retiros de los fondos de pensiones y de su seguro de cesantía para ellos mismo pagar la crisis, condiciones indignas de teletrabajo impuesto y con ello la militarización de la pandemia como el ahondamiento del estado policial. Si ya las condiciones económicas causaban estragos el encierro impuesto se tradujo en la quiebre masivo de la salud mental, en un deterioro profundo. Entonces, la crisis fue incrementada en medio de la negociación de la salida constitucional, de su implementación.

Una vez levantada la cuarentena y terminada la pandemia, se volvió a la normalidad capitalista, explotadora pero la crisis continuó con su propia dinámica y desarrollo. Esta continuidad de la crisis socioeconómica se agregó un nuevo elemento, esta vez en el plano político.

Asumido el gobierno de Boric, el progresismo fue derrotado estrepitosamente en el plebiscito de salida para aprobar el proyecto constitucional redactado por la Convención Constitucional que estaba en manos del progresismo. El proyecto constitucional del progresismo representó, en definitiva, el programa estratégico del conjunto del progresismo para validar al capitalismo y hacer entrar a todo los construido desde 1973 en una nueva etapa sin que ello significara un cambio sustancial, estructural del sistema imperante y que el estallido social exigía su fin. Fundamentalmente, la derrota en el plebiscito se debió a que la clase trabajadora, desde sus intereses, no fue incluida ni menos representada en ese proyecto constitucional. El neoliberalismo gozaba de buena salud en el proyecto al no ser tocado en lo más mínimo como tampoco se tocó en lo más mínimo las bases que sustentan el actual Código del Trabajo que claramente ha beneficiado a la patronal.

Con la derrota plebiscitaria, el gobierno de Boric, y el progresismo en su conjunto, se quedó sin programa, sin discurso, sin una hoja de ruta, todo en medio de una profunda crisis económica y social, donde a derecha fascista ha pasado a la ofensiva y donde Boric ha asumido las propuestas del fascismo y donde su gobierno funciona básicamente con piloto automático o en una especie de cogobierno.

Por ello, el gobierno de Boric ha avanzado cada vez más en su derechización y en la fascistización de sus políticas represivas como en su política exterior. El carácter contrainsurgente del progresismo ha ido quedando cada vez más claro. Es por ello que Boric en el contexto del 50º aniversario de la insurrección armada burguesa-fascista impulsó una declaración conjunta en favor de la democracia burguesa y del capitalismo que en sus inicios tenía como objetivo unificar a todo el arco iris del espectro político para luego sólo ser capaz de convocar a los expresidentes. Ha sido por ello que ahora, según Boric, Sebastián Piñera es un demócrata de tomo y lomo, que sólo buscó en sus dos mandatos lo mejor para la “patria” y donde Boric exculpa a Piñera de crímenes contra la humanidad ocurrida bajo su gobierno durante el estallido social. No sólo eso. Boric también ha valorado profundamente, en forma positiva ahora, todo lo obrado durante la transición y bajo los gobiernos de la Concertación y de la Nueva Mayoría que fueron los responsables de perfeccionar, consolidar y perpetuar el neoliberalismo impuesto a sangre y fuego desde el 11 de septiembre de 1973. Los elogios para Aylwin, Frei, Lagos y Bachelet han sido numerosos.

Derrotada la primera propuesta constitucional, se impuso una segunda oportunidad para que la clase dominante impusiera un nuevo texto constitucional. El Consejo de Experto electo esta vez se encuentra con mayoría fascista donde el progresismo no cuenta con los votos necesarios, requeridos, para frenar lo propuesto por el fascismo. Como quede este texto constitucional será la exteriorización del programa de revalidación del sistema actual por parte de la derecha fascista. Al igual que el progresismo en su intento constitucional, obviamente la derecha fascista no busca en nada el término del actual sistema sino su radicalización y perfeccionamiento. Su perpetuación. En ello, en la prolongación del sistema, coinciden plenamente progresistas y fascistas en todas sus expresiones desde los comunistas hasta los republicanos.

El texto que saldrá y que se plebiscitará este mes de diciembre tiene altas posibilidades de ser rechazado nuevamente al igual que lo fue el texto constitucional progresista anterior. De ser rechazada esta nueva propuesta constitucional, la actual constitución, la de Pinochet-Lagos continuará mandando la vida de los trabajadores y de la sociedad en su conjunto. El problema que se presenta, desde el punto de la representatividad y legitimidad, es que esta constitución, la Constitución del 80, goza de un profundo rechazo y ya hay consenso dentro de la ciudadanía, desde grandes sectores de la derecha como del progresismo y de la izquierda, que esta constitución ya no sirve. En este cuadro, que gane el rechazo en el siguiente plebiscito, la clase dominante, el bloque en el poder se encontrará en un callejón sin salida para imponer la salida burguesa a la crisis prolongada del capitalismo. En medio de este callejón político-constitucional la crisis del capitalismo sigue su curso y se sigue profundizando.

Si las condiciones que permitieron el estallidos social siguen presentes, si estas fueron profundizadas durante la pandemia-cuarentena, si continuó su profundización en la post pandemia con el alza constante de la inflación, con un alza miserable del sueldo mínimo, si la salida política-constitucional ha fracasado, si la crisis internacional del capitalismo sigue su curso también y afecta a la economía dependiente de Chile, y esta se encuentra al borde de la recesión, si la clase dominante ya no tiene herramientas políticas para la revalidación de su proyecto de dominación, reservándose solamente el aumento de la represión como respuesta a la legítima protesta social, entonces, Chile, la clase trabajadora se encuentra en una olla de presión que en cualquier momento puede estallar. Si estalló bajo un gobierno fascista (Piñera, 2019), esta vez bien puede estallar bajo un gobierno progresista, Boric, ya que ambos defienden, en definitiva, el mismo sistema de dominación y aplican las mismas políticas. La crisis del capitalismo tanto con Piñera como con Boric la sigue pagando la clase trabajadora y el pueblo.

Una clase dominante sin respuesta política ante la crisis, sin esa gobernabilidad republicana a la cual le gusta hacer mención, es una clase dominante más peligrosa porque su única salida será el terrorismo de estado, los crímenes contra la humanidad, las políticas contrainsurgentes contra un pueblo plenamente desarmado, fragmentado y desmovilizado por obra y gracias del progresismo. La militarización de los territorios, cada vez mayores, la construcción y justificación del enemigo interno cada vez más amplio, el apoyo irrestricto a las policías terroristas y a las fuerzas armadas por parte del gobierno de Boric, la militarización de los municipios va en esa dirección. La clase dominante se prepara militarmente, o terroristamente, contra el alzamiento que viene y lo peor de todo es que verbaliza, lo propagandiza mediante su prensa reaccionaria pero aún el pueblo y la clase no se da cuenta del todo. Aún no han despertado del todo, pero ya se están refregando los ojos y ya se están estirando.

El problema es nuestro. Esta en nosotros.

Ante esta crisis profunda, ante el callejón sin salida en que se encuentra el bloque en el poder, el gran ausente es la aparición de una Oposición Anti Capitalista y la construcción de una Alternativa Popular-Revolucionaria.

Si bien existen organizaciones que ha realizado un trabajo importante, que han avanzado en la construcción del instrumento revolucionario, con interesantes inserciones en la base social, en la convocatoria a la protesta, la profundidad de la crisis hace que esos esfuerzos aún se encuentren en la escasa incidencia. La crisis es tan enorme que la capacidad de las organizaciones revolucionarias no logra hacerle frente en todos sus aspectos y dimensión, pero avanzan y realizan un gran esfuerzo.

Un factor que frena el avance y desarrollo del proyecto revolucionario, en todas sus expresiones orgánicas, a pesar de la crisis del capitalismo, es el labor contrainsurgente que ha tenido el progresismo ya sea en su versión de la neo socialdemocracia y antigua socialdemocracia, en su versión Frente Amplio y Socialismo Democrático, respectivamente, pero esencialmente el rol que ha cumplido el Partido Comunista que desde la izquierda del progresismo ha actuado como muro de contención tanto para el desarrollo de la protesta social como para la construcción de un polo revolucionario.

Si el reformismo históricamente ha actuado como el principal dique de contención contra la revolución socialista mediante la ilusión de poder reformar al capitalismo hasta llegar a condiciones óptimas y beneficiosas para los trabajadores y pueblos, si ha sembrado siempre la ilusión de la posibilidad de llevar a cabo la revolución socialista dentro de los marcos burgueses-capitalista, Vía Pacífica al Socialismo, ahora, y una vez renunciado al socialismo e incluso a su propia vía pacífica al socialismo, el reformismo, hoy progresismo, ha ilusionado a las masas conque es posible conquistar mejores condiciones de vida, ahora, dentro de los marcos del neoliberalismo y dentro de los marcos institucionales contrainsurgentes impuestos desde 1973 hasta hoy. En este transitar el Partido Comunista ha tenido un fundamental tanto en el desarme político-ideológico de las masas explotadas, en la justificación y apoyo de los gobiernos neoliberales de la Concertación, Nueva Mayoría y del actual Frente Amplio, como también ha sido fundamental en el apoyo, desde la izquierda del progresismo, de la salida burguesa-capitalista-contrainsurgente de la actual crisis político-social-económica. Esa ha sido la función nefasta del Partido Comunista.

La labor desempañada por el conjunto del progresismo ha sido efectiva en desarrollar la confusión en las masas, en la burocratización de los movimientos sociales, del sindicalismo, en la construcción del enemigo interno y en la criminalización no sólo de la protesta social sino también de cualquier proyecto revolucionario que pudiera emerger. Un caso emblemático de esa política de desinformación y de represión constante ha sido la campaña mediática constante desarrollada contra el movimiento de liberación nacional mapuche. El prolongado y permanente Estado de Excepción, validado también por el Partido Comunista, ha traído la mantención e incremento de la prisión política mapuche y la defensa irrestricta de los intereses de las forestales, de la oligarquía de la Araucanía mediante las políticas del gobierno de Boric y mediante la continuación de la mal llamada Pacificación de la Araucanía desarrollada a mediados del siglo XIX.

En este contexto, para los revolucionarios en lucha y en organización, cabe una doble tarea. Por un lado, desarrollar en forma acelerada la construcción e inserción del instrumento revolucionario, abrir espacios de convergencia político-social, levantar una plataforma mínima de lucha popular, pero a la vez debe desarrollar una profunda lucha política-ideológica contra el progresismo en todas sus vertientes desde el interior de la clase y del pueblo. Hacer claridad que aquello de Socialismo Democrático no es socialismo sino una tergiversación de este y una expresión de la ideología dominante que va en defensa de la clase dominante misma y de los intereses, y ganancias, de los capitalistas, por ejemplo. La lucha político-ideológica adquiere tanta importancia como la construcción revolucionaria misma.

Para ello resulta imprescindible desarrollar y potenciar los medios de prensa alternativa, coordinar a los ya existentes, que sean capaces de elaborar en forma colectiva y conjunta informes de prensa en su formato de Informes de la Situación Política que sirva como instrumentos de análisis y discusión para que quienes desde las organizaciones populares desarrollan la lucha diaria.

Resulta también importante desde la lucha político-social hacer claridad, desde el interior del pueblo, que las luchas que sociales que hoy se dan en Chile, como las respuestas que la clase dominante da, no son exclusiva, ambas, de la “realidad” chilena, sino que son propias de las sociedades capitalistas dependientes de lo que han llamado como los países subdesarrollados o de las sociedades neocolonizadas. Por lo tanto, un tema central es desarrollar el internacionalismo, asumir las otras luchas sociales en otras latitudes como propias, aprender de ellas, hermanarse con ellas, ser solidarias y comprender que las luchas de todos los pueblos es una misma lucha contra el capitalismo y en definitiva contra el imperialismo y el neocolonialismo.

Si bien la revolución socialista se da desde las condiciones específicas eso no quiere decir que la construcción de la organización revolucionaria y de la revolución misma sea la “chilenización” de la revolución y el socialismo. Quiere decir que esas características específicas se encuentran también dentro de la revolución continental latinoamericana donde la revolución en Chile es una de sus piezas.

La necesidad de la revolución socialista.

Las condiciones objetivas de la crisis hacen posible que desde dentro del pueblo se realicen todos los esfuerzos político-ideológicos para hacer claridad que el capitalismo no es la solución para los intereses de la clase trabajadora y de los pueblos. Que esta democracia burguesa no es una democracia en sí sino una caricatura de democracia, una farsa. Que dentro de esta Estado Opresor no es toda la “patria” “todos los chilenos” los que se encuentran representado sino solamente la clase dominante. Que el parlamento, el electoralismo constituyen solamente un diversionismo político, un triste espectáculo, un circo que sólo sirve para la revalidación cada cuatro años del sistema de explotación y opresión.

Desde esta perspectiva y desde estas condiciones objetivas se hace necesario instalar la necesidad, desde la lucha política-ideológica y desde la propaganda, de la necesidad, urgencia y legitimidad de la revolución socialista como la forma para solucionar las condiciones miserables y de nueva esclavitud de la clase trabajadora, de los pueblos. Visibilizar la contradicción entre Capitalismo y Socialismo y como el primero constituye el programa de la clase dominante en el poder y como el segundo constituye el programa de la clase dominada y oprimida. La validación y reivindicación de la revolución socialista como única vía, desde la desventaja que pudiera representar las condiciones subjetivas, en relación con las demandas sociales actuales, desde las condiciones materiales miserables, desde la condición actual de represión, de abuso de poder y de desde la marginalidad existentes resulta necesario.

La necesidad de reivindicar la revolución socialista como única vía para dar solución completa a las demandas populares y establecer una verdadera democracia donde la clase trabajadora y los pueblos sean quienes estén en el poder se da también porque ya la historia de nuestro país ha transitado por todos los experimentos y proyectos que la clase dominante ha querido y permitido y los explotados y pobres de la ciudad y del campo han continuado siendo cada vez más explotados y más pobres mientras los ricos han continuado aumentando sus riquezas, ganancias y riquezas.

Se da también porque ahora el conjunto del bloque en el poder quiere hacernos creer que el capitalismo es tremendamente viable, como también su democracia burguesa, bajo una nueva constitución como si el problema de los trabajadores y pueblos fuera un problema constitucional, de derechos escritos y no un problema de clase contra clase.

Creer en la salida burguesa, en la salida de los ricos y explotadores es seguir creyendo en su discurso político, en su sistema y es no darse cuenta de la condición de esclavitud en que nos encontramos. Es tiempo que la clase trabajadora inicie un proceso de recuperación de su programa histórico, del movimiento obrero de antaño que miraba hacia y desde la revolución, de una democracia de los trabajadores y hacia la construcción de una sociedad sin patrones. Así como los patrones no son nuestros amigos, el Estado burgués y el capitalismo tampoco son nuestros salvadores. La clase trabajadora sólo puede confiar en la clase trabajadora misma, de la misma forma, los pueblos sólo pueden confiar en los pueblos mismos. Para ello debemos avanzar en la construcción de nuestro propio instrumento revolucionario, construir esa Oposición Anti Capitalista que falta como también dar con nuestro programa y forma de lucha creativa que se enfrente al actual poder hegemónico, desde fuera del Estado y contra este. Es tiempo que los ricos y explotadores paguen la crisis. Es tiempo que el capitalismo inicie su marcha fúnebre.


 

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