Algunas reflexiones luego de las elecciones


Conocidos los resultados de las elecciones presidenciales varios son los tópicos para analizar y entender la situación actual y la que se presentará en el corto y mediano plazo.

En primer lugar, destacar que el abstencionismo fue el segundo más alto desde las elecciones de 1983. Si bien entre las PASO y las generales la participación electoral aumentó casi 7%, son casi 9.000.000 de personas las que no votaron a ningún candidato.

Esto implica que el primer candidato más votado, Sergio Massa, obtuvo un porcentaje real del 27,65% y Javier Milei el 22,60%. Si bien no se puede considerar como una fuerza política organizada a las personas que se abstuvieron, sí es considerable que los dos candidatos que pasaron a la segunda vuelta, en realidad, están respaldados por menos de un tercio de la población lo que representa, objetivamente, un condicionante importante a la hora de la implementación de las políticas que la burguesía monopolista requiere para atravesar la crisis capitalista.

Al mismo tiempo, es importante tener en cuenta el condimento político que expresó el voto de la población al volcarse hacia el candidato oficialista. Ese voto expresó, sustancialmente, el rechazo al candidato Milei y todas las barrabasadas que vomitó en la campaña, sobre todo luego de salir primero en las PASO, pero se debe tener en cuenta que gran parte de esos votantes pusieron la papeleta en la urna “tapándose la nariz”, es decir sin expectativas reales de que un gobierno de Massa traiga verdaderas soluciones a los problemas acuciantes de la población trabajadora.

Sin embargo, lo que se debe esperar de aquí a las elecciones de segunda vuelta es una andanada política e ideológica con la cual se llamará a votar a Massa para frenar el “fascismo” de Milei.

En ese sentido nuestro Partido ratifica una posición fundamentada en el análisis clasista de la situación planteada. Los candidatos que pelearán en la segunda vuelta son la expresión del programa único de la burguesía: seguir atacando las condiciones de vida y de trabajo de las masas laboriosas. Allí radica la “fórmula” que la clase dominante exhibe para atenuar los efectos de una crisis capitalista mundial que no deja de mostrar una profundidad inédita.

En ese escenario, la clase obrera y los sectores oprimidos no podemos poner la más mínima expectativa de cambios sustanciales a favor de nuestros intereses por lo que el PRT expresa que la mejor forma de condicionar los planes de la burguesía y del gobierno que resulte electo es no ir a votar, no optar por ninguno de los candidatos. Planteamos el no voto desde una actitud consciente, desde una perspectiva de lucha política en el terreno electoral que privilegie lo que le conviene al proletariado y no a sus verdugos.

Es evidente que un sector importante de la burguesía monopolista le ha bajado el pulgar al candidato Milei y juega todas sus fichas a un gobierno del PJ “renovado” como garantía de gobernabilidad. Los cantos de sirena respecto a que la crisis será superada con esfuerzo y paciencia estarán a la orden del día. Más aun, los intentos llegarán a emular la situación actual con la del primer gobierno de Néstor Kirchner. La mala noticia para esas intenciones es que las condiciones objetivas, tanto a nivel mundial como local, respecto de poder sostener políticas expansivas dentro del capitalismo se chocarán con la realidad concreta.

El mundo está en una etapa de turbulencias monumentales; las necesidades del capital mundial son las de seguir aumentando sus ganancias, avanzando en la centralización y concentración ya que la crisis de súper producción capitalista está lejos de haber sido superada. Y, lo que es más grave todavía, es que la oligarquía financiera a nivel planetario no logra (ni podrá lograr, al menos sin mayores confrontaciones en todos los planos) una centralización política que permita marcar un rumbo unificado para superar las incontables contradicciones en las que están envueltas las distintas facciones del capital.

Por lo tanto, los intentos de generar expectativas respecto de políticas “distributivas” no tienen base material alguna en las que puedan sostenerse. Todos los discursos que prometen un “boom” de las exportaciones agroindustriales o energéticas (gas, petróleo, litio) como camino que nos sacará de la crisis sólo intentan esconder las contradicciones que existen tanto a nivel mundial y nacional por el manejo de dichos recursos, al tiempo que también se disfraza allí una nueva teoría del derrame: nos dirán que como vamos a exportar más se podrán destinar recursos en beneficio de las mayorías cuando las necesidades de la burguesía son, como decíamos, la concentración y centralización del capital a nivel planetario. Ningún gobierno que resulte electo podrá ni tendrá intenciones de ir en contra de esa corriente.

Si de crisis política hablamos, la que atraviesa la burguesía en nuestro país no ha sido superada por los resultados electorales. De vuelta, el proceso eleccionario no ha expresado expectativas de cambios reales en el movimiento de masas. Las condiciones de existencia de la clase obrera y demás sectores explotados y oprimidos no darán muestras de mejoras. Ninguno de los problemas que afectan a la población trabajadora como la inflación, la caída de los ingresos, el deterioro constante de la vida real, se ha resuelto.

En ese escenario, y también como parte de la intervención política en el medio del proceso electoral de aquí a noviembre, las demandas económicas y políticas del proletariado no pueden adecuarse a los ritmos políticos que intenta imponer la burguesía y sus partidos. Debemos seguir emprendiendo la lucha y la organización desde nuestra independencia de clase.

Profundizar la lucha de clases implica, también, seguir preparando nuestras fuerzas para las contiendas que se avecinen. Allí deberemos plantarnos firmemente contra los condicionantes que pondrán por delante las estructuras sindicales, con el fin de desmovilizar a la espera de las medidas que tomará el nuevo gobierno; incluso, agitando la consigna tan utilizada de “se viene la derecha”.

En este escenario en el que se presenta la lucha de clases es indispensable profundizar el debate político e ideológico con los núcleos obreros explicando a fondo las intenciones y las políticas que se intentarán llevar a cabo, gane quien gane.

Seguir impulsando la movilización y la construcción desde una política de independencia de clase. Tener presente que el objetivo central sigue siendo aportar a elevar la consciencia política del proletariado, en particular la clase obrera, para que desde allí sea posible la irrupción de la misma en el terreno de la lucha política como condición para nuclear a su alrededor al resto de los sectores oprimidos y explotados de la sociedad.

El programa político de la burguesía y su gobierno sólo puede ser enfrentado desde esa perspectiva de intervención política de la clase de vanguardia para avanzar hacia otros niveles de enfrentamiento que permitan la concreción de una verdadera construcción que organice el poder desde las entrañas de nuestra clase con un proyecto revolucionario en sus manos.

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