El FIT-U sacó 709.932 votos, lo cual en el porcentaje total aparece como un pequeño incremento frente a los 642.773 votos obtenidos durante las PASO, aunque en ambos casos el porcentaje es menor, rondando el 2%. Pero hay una diferencia, en las PASO también participaron otras fuerzas electorales de izquierda: el Nuevo MAS y el PO Tendencia. El primero sacó 87.681 votos y el segundo 64.213, lo que da un total de 794.667. Resulta evidente entonces que la izquierda reformista perdió 84.700 votos.
La lectura oficial de estos partidos está lejos de ser autocrítica: al contrario, festejan que llegarán a tener 5 diputados, contra 40 que metió la fuerza de Javier Milei ¿En serio festejan eso?
La militancia de esta izquierda hegemónica debe realizar una autocrítica sincera –porque de sus dirigentes no se puede esperar absolutamente nada- ¿Cómo se explica que, ante semejante crisis política, frente a una creciente resistencia al interior de la clase obrera, e inclusive siendo que esta izquierda controla sindicatos como el SUTNA, estén obteniendo los mismos votos que hace 10 años atrás, cuando se fundó la coalición electoral?
El discurso progresista, adaptado completamente al régimen, la defensa de la democracia burguesa como principio discursivo, el abandono de la lucha de clases para concentrarse en “ganar posiciones” desde lo institucional, hacen que esta izquierda, que contiene en sus filas muchos compañeros y compañeras valiosas, acabe siendo una colectora del peronismo, no ya en lo electoral, sino en lo político.
No hablar de revolución, no denunciar a los grupos económicos detrás del lobby mediático, no romper con la legalidad burguesa y la democracia representativa en los sindicatos, defender la institucionalidad de esta democracia ¡Legalismo, legalismo y más legalismo! Si ya decir “izquierda electoral” queda grande, debiéramos titularla “izquierda legalista” …
Estamos convencidos que la única forma de construir una alternativa política para la clase obrera es en un camino completamente contrario: si la responsabilidad por la aparición de fenómenos tipo “Milei” es del progresismo –al margen del financiamiento oficial, nos referimos solo a las causas políticas- la izquierda hegemónica comparte una parte de la torta porque reproduce y sostiene las mismas prácticas de sostenerla legalidad e institucionalidad burguesa. Sin una ruptura con el sistema, no existe posibilidad alguna de levantar una alternativa política de clase.
Las elecciones, así como están en este período histórico, son un callejón sin salida para el proletariado y para las y los revolucionarios. Esto ya no es una frase “al aire”, así lo demuestra la experiencia concreta.
La descomposición generada por esta cosmovisión institucionalista llevará, en este próximo mes, a que varias fuerzas de la autodenominada izquierda llamen a votar por Massa, ya sea de manera explícita o implícita. Esto no debe sorprender, ya que al considerar los procesos electorales como verdaderos procesos representativos de la voluntad popular –es decir, al no cuestionar el mecanismo propio de la democracia representativa-, los votos a Milei o a Bullrich se identifican como un “voto fascista consciente”. Que la burguesía promueve la represión, no es ninguna novedad, pero de ahí a que quienes se auto identifican como marxistas exclamen que el voto a Milei es un voto fascista… es porque realmente no se ha entendido un ápice el marxismo.
La construcción de una salida revolucionaria, es decir, que rompa con la institucionalidad burguesa, es impostergable. El pueblo trabajador está ávido de respuestas políticas a los problemas que padece día a día, respuestas que el capitalismo no puede dar. Y cuando decimos capitalismo, estamos incluyendo a todo el aparato estatal -sí, porque la discusión tampoco es “más o menos Estado”-.
Basta de lecturas oportunistas de la realidad. Basta de abrazar la institucionalidad burguesa. Organicemos la rebelión construyendo democracia directa desde cada puesto de trabajo; construyamos agrupaciones de base; construyamos Partido, Partido revolucionario.