40 años ¿de democracia?


Si hay algo que tenemos claro es que el pueblo derrotó a la dictadura iniciada en 1976.

Fue en 1983 cuando los milicos “se guardaron”.

Pero la dictadura del gran capital continuó. Hoy, los mismos monopolios que ordenaron aquel golpe de Estado son lo que están acomodados en el Estado, los que verdaderamente toman las decisiones en nuestro país.

En estos 40 años pasaron muchos gobiernos y más allá de a qué partido pertenecen o pertenecían, más allá de la ideología que dicen o decían tener, más allá de sus palabras pomposas, “cantos de sirena” y promesas, son sus acciones y los resultados lo que nos muestran como creció la pobreza, cómo nuestros derechos son pisoteados en los centros laborales, en las calles, cómo cuando levantamos la voz nos reprimen, cómo cuando nos queremos organizar en nuestros trabajos los gremios actúan como gendarmes de las empresas cuidando sus ganancias, que todavía hay que gente que muere de hambre, y que tanto la educación como la salud han empeorado. Siguen entregando pedazos de suelo de nuestros territorios para envenenarlos, explotarlos, contaminando la tierra, el aire, el agua…

¿A todo eso le llaman democracia?

¡No nos mientan más! Basta de circo electoral, basta de promesas.

Gobiernan para los monopolios y así van a seguir haciéndolo hasta que las y los trabajadores y el pueblo oprimido pongamos un alto. Hasta que desde esas asambleas verdaderamente democráticas que se dan en los centros laborales, en los barrios y en las escuelas nos hacemos cargo de los problemas y los tratamos de resolver directamente nosotros, con participación real. Y no como nos quieren hacer creer que “participamos” porque “decidimos” cada 4 años el gobierno que va a entregar el país y nuestros derechos.

Esas asambleas son el germen de la nueva sociedad que tenemos que parir, desalojando del poder a estos parásitos chupa sangre que no tienen límites y van por más.

Será cuestión de ver a la revolución como una verdadera salida a la crisis, como una necesidad real a los problemas estructurales de este sistema podrido.

Sólo conquistando nuestra dignidad desde el protagonismo de las mayorías hoy sufrientes, tendremos una verdadera democracia y no esta burla burguesa que no es otra cosa que más engaño.

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