Estamos en el medio de una guerra de clases


Estos días posteriores al triunfo electoral de Javier Milei confirman que la gobernabilidad es el condicionante más trascendente para la burguesía monopolista.

Los discursos de campaña, incluso el discurso de la noche del balotaje, van y vienen en función de ese inconveniente material. Saben lo que tienen que hacer, la cuestión es cómo lo hacen.

Por un lado, si bien Milei candidato hizo su campaña anunciando un ajuste, lo que también dijo es que el mismo se lo iba a hacer a “la política”. Entonces, un día dice que no sabe si le alcanzará la plata para pagar los aguinaldos de los empleados estatales para al otro día afirmar que “a la gente no se la toca”. En campaña decía que los pesos eran “excremento” (y de esa manera, alentaba una hiperinflación), y ahora declara que se debe evitar que la inflación se dispare a niveles inmanejables.

En definitiva, el plan de ajuste que la burguesía necesita aplicar para llevar a cabo un programa de estabilización económica no tiene aun un norte definido. Estas idas y vueltas serían incomprensibles si no se tuviera en cuenta que, como también dijimos, el electorado no le dio un cheque en blanco al nuevo mandatario.

Una cosa es ganar y la otra es gobernar sin que se desmadre la situación política, económica y social del país.

Los pasos en falso también se manifiestan en nombramientos que luego se anulan (como el de Carolina Píparo en la Anses), o el otorgamiento de cargos como el de YPF a un hombre del Grupo Techint, joya codiciada por su “aliado” Mauricio Macri, o la llegada de Patricia Bullrich al frente del Ministerio de Seguridad lugar teóricamente destinado a las huestes de Villarruel. Las disputas por los cargos reflejan las contradicciones entre las distintas facciones burguesas, las que también condicionan las decisiones de las medidas concretas a tomar.

La crisis política por arriba más el papel de la lucha de clases por abajo generan una conjunción que no permite al nuevo gobierno definir el rumbo del ajuste que quiere implementar.

Ahora bien, esto que decimos no implica que seamos necios ni ingenuos, que creamos que la burguesía va a ceder mágicamente en sus intenciones y sus necesidades de atenuar la crisis capitalista en nuestro país, haciéndosela pagar al pueblo laborioso.

Para muestra basta un botón.

En una entrevista televisiva en el canal LaNación+, el recientemente renunciado jefe de los economistas de Milei, Carlos Rodríguez, expresó: «Esto es una guerra, hay que sufrir, no cabe duda… Esa pobre gente (se refiere al pueblo trabajador, N de la R) son parte del sistema. Cuando hay una guerra, ¿Quiénes son los que sufren? Los que mandan a pelear. ¿Quiénes los mandan a pelear? Los de arriba, que no te quepa la menor duda. Hay que sufrir, y sí. Van a tener que sufrir, no hay más remedio»

Por si hiciera falta traducción, “los de arriba” están planeando mandarnos a la guerra.

Es que, efectivamente, estamos en el medio de una guerra de clases.

Y no a partir de la asunción de Milei, sino a través de los sucesivos gobiernos de la burguesía los que todos, sin excepción, han descargado el peso de la crisis capitalista sobre las espaldas de las masas trabajadoras con la consecuencia de la pobreza material y espiritual que debemos sufrir cada día los que vivimos de nuestro trabajo. Factor que, precisamente, fue uno de los determinantes para que el propio Milei ganara las elecciones.

Entonces, lo que debe quedarnos claro que aquí hay dos clases enfrentadas. Burguesía y proletariado. Ellos, a pesar de las dificultades mencionadas, tienen claridad sobre lo que necesitan hacer. Esa misma claridad debemos tener el pueblo trabajador para que ninguna otra contradicción ficticia nuble nuestro razonamiento y nuestro accionar como clase.

En ese sentido, le cabe una responsabilidad particular a la clase obrera industrial.

La clase que está ligada cotidianamente a la producción y que es la que produce la riqueza. Desde allí debe surgir una propuesta política que contemple los intereses inmediatos de nuestra clase junto a los intereses del resto de las clases explotadas y oprimidas. Desde allí se debe construir la unidad política real y efectiva que organice desde las bases el poder, donde todo lo producimos, donde está el verdadero poder de la burguesía, nuestra clase enemiga. Queda claro entonces que no debemos depositar ninguna expectativa, ninguna delegación de nuestro poder, en las estructuras políticas o sindicales que responden a los intereses de la burguesía.

A las fuerzas revolucionarias nos cabe actuar con inteligencia y determinación para contribuir a que se constituyan núcleos obreros en los que debatir la situación política, entender los derroteros que irá tomando la lucha de clases, asimilar el papel político que es necesario que tome la clase obrera como referencia de los demás sectores, planificar las acciones concretas que hagan a la defensa y conquista de las reivindicaciones económicas y políticas, avanzar en la organización de herramientas amplias de nuestra clase que actúen con independencia política y metodologías de participación efectivas de las bases obreras, abordar a otros núcleos obreros y otros sectores de clase de la zona en la que estamos desarrollando la actividad, comprender la necesidad de que la clase obrera debe bregar por la unidad más amplia posible que contenga las demandas del conjunto de la población explotada y oprimida. Todo ello, repetimos, aferrándonos al terreno de lucha que más conviene a nuestros intereses que es allí donde trabajamos, estudiamos, vivimos, con la certeza de que esa es nuestra táctica de lucha y organización para los enfrentamientos que se vienen.

Esa responsabilidad de las fuerzas revolucionarias debe ser llevada a cabo planificada, metódica y pacientemente.

Porque no estamos hablando de una orientación general sino de una táctica de construcción y de organización de la necesaria herramienta partidaria de la clase obrera y de las herramientas políticas de masas que materialicen la unidad de la misma con el resto del pueblo trabajador y otros sectores populares.

Compartí este artículo