La riqueza la producimos nosotros y es nuestra


El “granero del mundo”, el “país de las vacas gordas”, la tierra privilegiada de la pampa húmeda en la que solo tenés que arrojar una semilla para que crezca el cultivo… Un país que produce muchos más alimentos que los necesarios para quienes lo habitan…

La “potencia” agroexportadora de fines del siglo XIX (época a la que permanentemente hace referencia el presidente electo), los años del Partido Autonomista Nacional y los gobiernos electores. Digamos de paso que, por aquellos años, el 90 % de la población vivía en condiciones de pobreza extrema. Pero (detalle no menor) esa es otra cuestión.

El otro lado de la moneda, más allá de las condiciones climáticas recurrentes como las sequías (sí, lo aclaramos, porque es una de las excusas del gobierno saliente para justificar la escasez de divisas, siendo que la fuga de capitales que llevan adelante las empresas monopolistas, beneficiadas enormemente por el Estado, no entra en la ecuación) es el de la realidad cotidiana que afecta de manera directa la alimentación de las y los argentinos.

Veamos algunos detalles. La inflación en alimentos para la primera semana de diciembre fue casi del 8 %, y esto para las cifras oficiales. En realidad, fue mayor. El índice de pobreza alcanzó al 47 %. La inflación desatada castiga a los sectores más vulnerables de la población, porque no se puede dejar de comer (pero los casos de desnutrición van en aumento).

Entonces, el “granero del mundo” sirve para llenar los bolsillos de las grandes exportadoras, no el estómago de nuestros compatriotas.

Está enorme contradicción no tiene solución dentro de los límites del sistema. ¿Cómo se explica que en un país que produce alimentos que exceden las necesidades del consumo de su población, estas se hallen insatisfechas para millones de personas?

Y bien, esto se explica por la sencilla razón de que existe una clase que trabaja, vende su fuerza de trabajo a cambio de un salario miserable, y otra, que no trabaja, se lleva la riqueza que esta produce.

Este es el orden de cosas en el sistema capitalista. Y en el medio, el reformismo y el populismo plantean la conciliación entre capital y trabajo, con el solo objetivo de evitar el enfrentamiento entre las clases en pugna.

El plan único de la burguesía es el ajuste, que vienen llevando adelante a través de diferentes mecanismos (aumento de la productividad, súper explotación, inflación y el consecuente deterioro en el poder adquisitivo del salario, contracción de deuda para pagar deuda, lo cual supone la extracción de grandes masas de plusvalía).

No podemos contemplar de manera pasiva este avance de la clase dominante y la ruina para las condiciones de vida de la clase obrera y el conjunto del pueblo. Nuestra resistencia se viene sosteniendo y aumentando durante los últimos años, y diferentes conflictos y luchas obreras de este período quedarán en la historia de la acumulación de la lucha de la clase contra su enemigo.

Es por ello que, para enfrentar lo que se viene, debemos continuar transitando ese camino: organización desde las bases, con nuestras metodologías, que son las del ejercicio de la democracia obrera, la democracia directa, en cada uno de nuestros lugares de trabajo.

En suma, organizar y unir la resistencia. No hay otro camino. El enemigo de clase es impiadoso, y pretende, como siempre, que el costo de la crisis lo paguemos las y los trabajadores y el pueblo.

Seamos conscientes que toda la riqueza de la Nación la producimos nosotros, mientras ellos se llevan sus ganancias utilizando todos los resortes del Estado y sus políticos al servicio de sus intereses. En este punto, no hay conciliación posible.


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