Al cumplirse 100 años de la muerte de Lenin (21 de enero de 1924, en la ciudad de Gorki) es ocasión para recordar y hacer conocer a las generaciones más jóvenes el inmenso talento del revolucionario ruso, su importantísimo aporte a la teoría y la práctica revolucionarias, lo que lo convirtió en el líder de la revolución rusa de 1917.
Precisamente, el haber sido el estratega fundamental de tal revolución provocó que los comunistas de todo el mundo adoptaran, además del marxismo, el leninismo. Sin embargo, y reivindicándonos como marxistas leninistas, debemos decir que lo destacado de su obra fue el haber llevado adelante en forma acérrima, metódica e intransigente, el legado que Carlos Marx y Federico Engels le dejaran al proletariado mundial con su obra y sus concepciones filosóficas y políticas. Podemos afirmar que Lenin fue, antes que nada, el mejor marxista de la historia de la lucha de clases mundial.
Ante cada situación, ante cada desafío que la lucha le puso por delante, Lenin puso en práctica el materialismo dialéctico; una concepción del mundo y de la realidad basada en las enseñanzas del marxismo aplicadas a la realidad que le tocó atravesar.
En el prólogo de su trabajo El desarrollo del capitalismo en Rusia, escribió: “El análisis concreto de la situación y de los intereses de las diversas clases debe servir para determinar el significado exacto de esta tesis al ser aplicada a tal o cual cuestión. Mientras que el método inverso de razonar, que observamos no pocas veces entre los socialdemócratas del ala derecha encabezados por Plejánov, es decir, la aspiración de hallar respuestas a las cuestiones concretas en el simple desarrollo lógico de la máxima general sobre el carácter fundamental de nuestra revolución, es un envilecimiento del marxismo y una mera burla del materialismo dialéctico».
Ponía así de manifiesto que la ideología del proletariado, su filosofía, su concepción del mundo, debían servir para dar respuestas concretas a las más disímiles circunstancias aferrándose a los principios del marxismo, y que tales principios están indisolublemente ligados a su aplicación concreta, por lo que lejos se ponía de “principismos” absurdos. De allí que Lenin fue, antes que nada, un político revolucionario que practicó sin concesiones la ideología marxista traducida en política, entendida ésta como el elemento transformador de la realidad que se quiere cambiar.
Es así entonces que los aportes extraordinarios que Lenin realizó a la ideología del proletariado fueron gracias a las necesidades de su época y a la práctica concreta que supo desarrollar. Las definiciones sobre la construcción del partido de la clase obrera y su organización, en la que promulgó la incorporación efectiva de obreras y obreros a sus filas, lejos de cualquier concepción elitista; sus estudios sobre el imperialismo como etapa de desarrollo natural del capitalismo y su lucha abierta contra cualquier atisbo de expectativa respecto de las distintas facciones del capital; sus escritos sobre el Estado, ya no sólo como herramienta de dominación de una clase sobre otra sino también definiendo el carácter y el papel de las masas revolucionarias en la toma del poder y en la construcción del Estado proletario; sus convicciones sobre el papel de la propaganda y agitación revolucionarias entre las masas obreras como condición ineludible para que éstas puedan avanzar en la conciencia política revolucionaria; sumado a miles de escritos que abordan las más diversas cuestiones políticas, económicas, sociales, culturales, en las que siempre abundó desde la visión y los intereses de la clase revolucionaria, hacen de Lenin una inagotable fuente de estudio y consulta por parte de las y los revolucionarios para estudiarlo y, fundamentalmente, para entenderlo. Porque lo que Lenin no aceptaría jamás es que se lo copie, se lo convierta en un productor de frases para “resolver” discusiones, se lo repita como un rezo propio de mentes que no piensan ni resuelven por sí mismas.
Por estas épocas de guerras imperialistas, de crisis estructural del capitalismo a escala planetaria, de un reverdecer estimulante y vital de las luchas proletarias en el mundo, las y los comunistas reivindicamos la obra de Lenin como lo que es: una guía para la acción, nuestra ideología, nuestros principios, abiertamente enfrentados a la burguesía en todas sus versiones, desde la más abiertamente anticomunista hasta la que hábilmente “ofrece” un camino en común para reformar su sistema con la promesa de un futuro mejor.
Que la clase obrera y su partido luchen por el poder y derroten a los explotadores. Esa es la reivindicación y el recuerdo que le hacemos.