«La Patria no se vende»: una consigna que atrasa decenas de años y que conduce a la confusión


En manifestaciones y concentraciones, aparece una consigna impulsada principalmente por sectores del peronismo y, eventualmente, coreada por parte de la concurrencia: “La Patria no se vende”.

La misma, afirma la idea de que la Patria es una unidad social que es dueña de bienes materiales, de un interés común y que la misma está amenazada por sectores externos que se quieren apropiar de sus bienes, su cultura, sus proyectos que incluyen a todos los habitantes y de su Estado.

Nuestra nota apunta a desenmascarar el engaño de quienes la promueven y, además, advertir a aquellos quienes adhieren a la misma sin detenerse a escarbar el fondo de la cuestión, lo cual es muy frecuente, cuando se enfrenta a un enemigo visible que nuclea a múltiples sectores afectados que luchan contra él.

Pero debemos diferenciar en qué afecta a algunos y en qué afecta a otros.

Para ello, es necesario pararnos desde los intereses de clase que es lo que nos va a ayudar a separar el cuerpo de la sombra, la esencia del fenómeno, y nos va a orientar a llevar adelante una lucha independiente, aunque por momentos, caminemos al lado de sectores que se enfrentan contra ese mismo enemigo desde otro interés.

En nuestro país, los intereses de la clase burguesa, a fuerza de concentración y centralización económica se fueron delineando hasta que se sometieron a los intereses de lo que llamamos oligarquía financiera o burguesía monopolista que es la fusión de los capitales bancarios con el industrial.

Ello fue perfeccionado con el último golpe militar y, a partir de allí, fue esa oligarquía que, además es transnacional porque sus intereses van más allá del país y se entrelaza con capitales que se originaron en otras partes del mundo, la que se adueñó de todas las fuentes de materias primas fundamentales, la tierra, los bienes de la gran producción y comercialización, y del propio Estado, el que juega totalmente a su favor.

Esto ha llegado a tal punto que no hay producción que, de una u otra manera, no esté sometida o que sea parte o satélite de algún conglomerado monopolista transnacional a través de distintos mecanismos como pueden ser instrumentos financieros como deudas por préstamos, bonos, concesiones estatales, franquicias, contratistas, agencias, proveedores, etc.

Como sector de una misma clase, la oligarquía financiera apunta sus misiles en contra de la clase obrera, trabajadores en general y pueblo oprimido ya que de la súper explotación y opresión de ellos dependen sus ganancias cada vez más gigantescas en volumen. Esto es lo que une a toda la burguesía.

Pero aclaremos que, en su propio seno, las disputas por dichas ganancias son a muerte ya que la acumulación de capitales de unos significa la derrota o sumisión de otros. Entre ellos, que compran y venden todo, sí tiene sentido esa consigna que los define como típicos burgueses. Reclaman que sus competidores vendan lo que ellos consideran como suyo y viceversa: la Patria, o territorio en el que dominan sus negocios.

Por ejemplo, es lo que ocurre hoy con el gobierno de Milei el cual es apoyado por sectores de la oligarquía financiera y repudiado (en lo que hace a preferencia de negocios) por otros de ese mismo sector. La caja de resonancia de estas disputas son el poder ejecutivo, el parlamento, los gobiernos provinciales, el poder judicial, voces de asociaciones de empresas de distintas ramas, etc., siendo que unos apoyan y otros reclaman.

Son estos últimos quienes se pliegan en forma oportunista a las movilizaciones, concentraciones de protestas y luchas varias llevadas adelante por trabajadores, sectores populares y excluidos del sistema agitando consignas que confunden y niegan el carácter de clase del enfrentamiento de intereses porque tienen la intención de ejercer ellos la conducción del timón del país, en lo económico y político, sosteniendo el mismo sistema de explotación y opresión pero con distintas metodologías y favoreciéndose desde el manejo de los recursos del Estado en desmedro de quienes hoy lo hacen.

Son quienes llevaron al país a la situación desesperante que indujo a sectores populares hastiados de esa realidad a votar por un cambio de gobierno. El mismo que hoy profundiza a niveles altísimos las penurias de nuestro pueblo.

Es por ello, que debemos tener en claro no sólo los intereses de clase sino también que, en todo movimiento de masas, debemos tener firme el timón en nuestra independencia política y enfrentar decididamente esas consignas que intentan juntar el agua con el aceite, la burguesía con el proletariado, para desviar los objetivos de la lucha política que fortalecen al proletariado y sectores populares y que perforan, desgastan y debilitan el poder de la burguesía y su sistema en el camino de la revolución que derrote al capitalismo e instaure el socialismo.

Con consignas de ese tipo, pretenden suavizar la lucha de clases conduciéndola a la crítica del “modelo” de explotación tratando de cambiarlo para fortalecer el sistema capitalista y gozar ellos de sus privilegios.

No hay forma de vender lo que no pertenece al proletariado y al pueblo, por eso la consigna “La patria no se vende” es mentirosa. Nuestro país, si se quiere nuestra “Patria”[1], está en manos de la oligarquía financiera, que no duda en empobrecer a su pueblo, hacer indigna nuestras vidas, eliminar a los adultos mayores, destruir el medio ambiente y cancelar el futuro de las amplias mayorías populares. Justamente eso justifica y da razón a la lucha revolucionaria… El proletariado y sectores populares debemos luchar por la apropiación social de todos los recursos que hoy se adueña la burguesía y dispone la oligarquía financiera.

Si la lucha contra el plan de este gobierno allana el camino hacia ese fin, que es lo que estamos convencidos que hay que hacer, debemos marchar firmes y sin dudar. Pero a la vez esclarecer sobre la lucha de clases y el papel del proletariado y su Partido revolucionario, al tiempo que combatimos con firmeza esos contrabandos burgueses disfrazados de populares. Marchar juntos como lo haremos los próximos 8 y 24 de marzo no significa caminar amontonados o diluidos en el tumulto, sino priorizar los hechos políticos de masas que estimulen el avance de la clase obrera y el pueblo al tiempo que damos una fuerte discusión ideológica en su seno enfrentando a las concepciones burguesas.

Tenemos que derrotar al Estado que sirve a los monopolios y construir sobre sus ruinas una nueva sociedad basada en otro modo de apropiación y distribución con un nuevo Estado. Eliminar la propiedad privada capitalista y remplazarla por la propiedad socialista.

En el camino hacia ese objetivo, tenemos que enfrentar a los monopolios en cada fábrica, empresa, barrio, centro de estudio, etc. y a los gobiernos de turno y runfla aplaudidora que sustentan el poder de la oligarquía financiera sin importar qué modelo nos quieran vender, única vía para lograr una vida digna.

No se trata de evitar la venta del país, o el territorio con su población, recursos, y bienes de producción y cambio, pues hace décadas que todo ello está en manos de la oligarquía financiera. Por el contrario, hay que ponerlos, por medios revolucionarios, en manos de sus verdaderos productores, los proletarios, en unidad con los sectores oprimidos.


[1] No queremos hacer del término una cuestión principista porque muchos sectores de masas le dan otro significado distinto al que estos sectores burgueses le asignan.

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