El planteo tradicional de la economía burguesa indica que la fórmula por excelencia para eliminar la inflación consiste en “enfriar la economía”, o sea, entrar en un proceso recesivo. Para hacerlo el Estado cuenta con varias herramientas. No nos vamos a detener en cada mecanismo (por ejemplo, elevación de las tasas de interés), sino en el fenómeno general ¿Con recesión necesariamente se acaba la inflación?
En primer lugar, hay que decir que la recesión está vinculada a la crisis mundial del capitalismo (que adquiere una característica particular en nuestro país) y que la misma no es «definida» por la clase dominante, sino que tiene estrecha relación con la crisis de súper producción. Al mismo tiempo que las medidas del gobierno apuntan a agravar tal recesión, con el consecuente aumento de la concentración y centralización de capitales, a la vez que aprovecha la misma con el objetivo político de disciplinar a la clase obrera.
En segundo lugar, hay que decir que la teoría “recesión baja inflación” podía tener cierta correspondencia macroeconómica en etapas del capitalismo en que la producción era destinada principalmente hacia el mercado interno. De esa manera, una caída en la actividad económica forzaba una detención de la escalada de precios, digámoslo así, por la necesidad del capitalista de vender su producto en términos de volumen y no de precios. O sea, no te puedo seguir aumentando los precios porque no le vendo a nadie.
El problema es que ese capitalismo cambió, evolucionó hacia la integración del mercado global y las cadenas internacionales de valor. Hoy una mercancía es un producto internacional, tanto “del lado de la oferta”, ya que es producida con la participación de millones de obreros de distintas partes del globo, como “del lado de la demanda” ya que ese producto va dirigido a un mercado único global.
Juega aquí también su papel la disminución de los costos de transporte y los adelantos productivos que estiran la vida útil de mercancías que antes, por ser perecederas, encontraban limitaciones físicas a su colocación en mercados lejanos.
En definitiva, esto hace que la formación de precios (tanto del salario, como de la mercancía física) adquiera cada vez más una escala global. En otras palabras, no se produce para el mercado interno como antes, sino para la exportación, lo que limita muy seriamente el juego tradicional del “enfriamiento” de la economía como mecanismo para detener la inflación.
La experiencia empírica de nuestro país así lo demuestra: el Índice de Producción Industrial PyME medido por la CAME informa que en enero la producción cayó un 30% interanual, mientras que el Índice de Ventas Minoristas se contrajo un 28,5%; para el INDEC el Índice de Producción Industrial también muestra fuertes contracciones (-12,4%) acercándose a los niveles de la pandemia; la utilización de la capacidad instalada en la industria se ha reducido a un 54,6%, casi 10 puntos por debajo de la utilización durante enero del 2023, que fue del 62,0%. Como resulta evidente, la caída en el sector PyME es superior a la caída general, algo evidente en la calle, pero respaldado con facilidad por la estadística disponible.
En contraste con esta contracción general de la economía, a las exportaciones en enero no le fueron mal: aumentaron un 9,6% interaunual y un 21,1% en términos de volumen, lo que reafirma la conveniencia de la devaluación y la orientación exportadora de los grandes capitales.
A la luz de los hechos, el ritmo inflacionario pareciera no detenerse aritméticamente con el congelamiento de la economía… hasta pareciera que la propia integración regional del mercado, en lugar de apagar el aumento de precios, lo alimenta.
Desde ya, existe una porción del capital que no tiene acceso a los mercados de exportación, posición favorable, o contactos con el gobierno de turno. Esa porción, tarde o temprano cae en la quiebra (es lo que vemos con la contracción en el segmento PyME). Como en toda crisis capitalista, esos capitales son absorbidos por empresas de mayor envergadura, por lo que una parte de su capacidad productiva instalada pasa a engrosar el aparato productivo del gran capital, que como compite a escala internacional. Es decir que la quiebra de medianos capitales orientados hacia el mercado interno termina, en ultima instancia, empujando los precios locales hacia su equiparación con los internacionales y no al revés, como sostienen las teorías económicas clásicas de la burguesía.
Queda todavía un rezago de mercancías, muy perecederas (verdura, por ejemplo) cuya formación global de precios todavía se encuentra un poco más atrasada. Y decimos un poco, ya que los avances en materia de transporte y refrigeración aceleran notablemente la integración regional de productos. Este tipo de mercancía, sin embargo, se encuentra condicionada por la relación de precios que mantiene con el resto de los productos que se comercian en el mercado interno. Y es que, en definitiva, no se puede escapar a la ley del valor: la lechuga, por más que no se pueda exportar, tiene un precio formado en torno a la cantidad de tiempo de trabajo social que tiene incorporado.
A estos elementos tenemos que sumarle los ciclos de devaluación e inflación. Las devaluaciones de diciembre y enero impulsaron altísimos niveles de inflación, pero la rueda adquirió tal virulencia, que terminó pasandosé de rosca. Es decir, que la inflación acaba superando a la devaluación, por lo que se generan nuevas presiones devaluatorias para ganar competitividad en el mercado externo.
Con los niveles de inflación actual, para abril, la devaluación queda totalmente superada. Si le agregamos que en marzo todavía deben agregarse los aumentos en las tarifas de energía, más las presiones del campo para obtener un dólar más competitivo para liquidar la cosecha… la cuenta ya está hecha.
Lo que no aumenta al mismo ritmo, son los salarios. Para que nos demos una idea del nivel de ajuste que nos vienen clavando en términos de ingresos a nivel histórico: La jubilación mínima durante el gobierno de Macri cayó 14,25% respecto a la inflación; durante el gobierno de Alberto cayó otro 30,89%; y en los dos meses de gobierno que lleva Milei 6,04%, siempre respecto a diciembre del 2016. Para llevarlo a palabras más sencillas: para que un jubilado recupere su ingreso a los valores de noviembre del año pasado, necesita un aumento del 25%; para que los recupere a diciembre del 2019 (inicio del gobierno de Alberto Fernández) un 100% y para recuperar el valor de enero del 2016 un 124,62%.
Este es el verdadero resultado del par devaluación/inflación, porque aumentan todos los precios ¡Menos el salario!
Y acá es donde está la papa, el verdadero plan de la burguesía: licuar los salarios para bajar costos de producción y maximizar ganancias. Es que no nos toca a todos por igual. Según un estudio de la CNN que compara los precios de alimentos en Argentina y en España, llegaron a la conclusión de que muchos productos de primera necesidad en España están más baratos que en Argentina. Estamos hablando de fideos, de arroz, es decir, productos que aquí exportamos a toneladas.
Como parte del negocio están los salarios baratos para producir para la exportación. Por eso, si hay algo que vuelve cada vez más creciente la escalada inflacionaria es la puja salarial que se expresa por abajo, esa conflictividad “silenciosa” que se expresó en las movilizaciones del 24 de enero y que fueron el verdadero motivo por el cual la CGT le pidió una audiencia al FMI, y el mismo motivo por el cual el organismo internacional le advirtió a Milei que no descargue todo el ajuste sobre los trabajadores.
Por eso decimos que el verdadero objetivo de la inflación es disminuir salarios, más allá de los mecanismos que se utilicen. Lo mismo sucede con el tan afamado “enfriamiento” de la economía: En términos ortodoxos, demuestra ser absolutamente insuficiente para congelar los aumentos de precios ya que la formación global de precios tiene una incidencia cualitativamente superior a otras etapas del capitalismo –lo que no quiere decir que en esas etapas no existía dicha formación global, ojo-.
Sin embargo, no se puede descartar el otro papel que cumple el “enfriamiento de la economía”: generar desocupación. Si bien la desocupación, con estos niveles de pobreza, es una bomba de tiempo social, cumple un papel como forma represiva sobre la clase obrera, generando temor y actuando como un ancla para la lucha salarial.
Ese es el único elemento del “enfriamiento económico” que puede tener una sustancial incidencia real pero, como se ve, se trata de un elemento cargado de subjetivismo que depende, en última instancia, de la capacidad que tenga la clase obrera de organizarse para imponer otras condiciones. Como siempre, aunque cada vez un poco más, es la lucha de clases quien define el rumbo de la crisis capitalista.
De parte de la nota se desprende algo muy evidente, si la lucha por aumentos salariales empuja la inflacion (para garantizar la ganancia capitalista) y eso repercute nuevamente en los laburantes y pueblo en general, la lucha económica no basta, es necesaria la lucha política para poner los medios de producción en manos de la clase que todo lo produce.