Ley de Bases: ¿Cómo enfrentarla?


¿QUÉ CONCLUSIONES DEBEMOS SACAR?

El parlamento se ha mostrado nuevamente como un circo miserable donde los diputados de “oposición” van a hacer un discurso para las redes sociales mientras evitan cualquier tipo de movilización. El peronismo no solamente tuvo diputados que votaron algunos puntos a favor del proyecto de ley (6 diputados votaron a favor del régimen de las RIGI que propone la ley, que consiste en otorgar enormes beneficios fiscales a empresas que realicen inversiones) sino que principalmente, en la vida real, fuera de las redes sociales llamó a no movilizar contra el proyecto de ley.

Lo hizo mediante el silencio de la CGT y la CTA, donde los sindicatos no convocaron ni a una sola asamblea de fábrica, ni a la mas mínima medida de fuerza para repudiar la ley; lo hicieron guardando a los movimientos sociales y organizaciones barriales, en fin, garantizaron una paz social para que la ley pase sin problemas ¿Los discursos? Show para la tribuna.

En este sentido, la primera conclusión que debemos sacar como clase es que no podemos exigirle ni a la CGT, ni a la CTA que se pongan al frente de nada. Ya no es un debate teórico “si está bien exponerlos y exigirles que cumplan el papel que deberían cumplir” o si “tácticamente” conviene fomentar la construcción desde la independencia de clase. Esa discusión ha sido superada por la realidad misma. El silencio y la inacción de las burocracias sindicales, frente a la situación que vivimos, es un punto de no retorno que demuestra abiertamente, que ellos juegan para la burguesía, forman parte de la burguesía porque son empresas constituidas en sí y beneficiadas gracias al negocio de la dominación sobre el trabajador.

Esto demuestra que la burguesía se unificó como clase para golpear a la clase obrera, tanto en las bancadas parlamentarias como en el escritorio del burócrata sindical.

El proyecto de ley anterior (la famosa Ley Ómnibus) estuvo plagado de disputas inter burguesas.

¿Qué queremos decir? Que, junto con el ajuste general a la clase obrera, había muchos artículos en discusión que estaban elaborados a medida para beneficiar a determinadas empresas en particular.

El punto más resonante quizás fue el lobby del tabaco, en donde se desató una feroz interna que discutía si imponerle un impuesto a Tabacalera Sarandí, o dejar que siga compitiendo con la exención impositiva que consiguió vía judicial, lo que le permite una fuerte disminución de precio en el producto final frente a sus competidoras. Situación similar tiene que ver con la coparticipación con las provincias, en donde el impuesto a las ganancias, sumado a la transferencia de capital por la liquidación de fideicomisos, acabó resolviendo la disputa económica.

Este es el punto central, la burguesía, y su expresión mediática, los diputados, se unificaron en política, y gracias a ello, afrontaron sus internas económicas. Es la unidad política, de clase, la que se impuso frente a las disputas intestinas, por los negocios.

Y esto lo hacen como respuesta a las formidables manifestaciones de masas que estuvo protagonizando el pueblo trabajador: 24 de enero (paro general), 24 de marzo y 23 de abril. Las tres movilizaciones tuvieron un carácter nacional, replicadas en cada provincia, en cada pueblo, con una masividad que pocas veces se había conseguido en nuestra historia. Es por eso que, luego de la marcha en defensa de la universidad pública, la burguesía se unificó en política para intentar aplastar al movimiento de masas.

Ese es el verdadero acuerdo que tienen, es la identidad de clase, de una clase que no es la nuestra: empresarios, sindicatos y parlamentarios responden unificados como lo que son, burgueses.

Es importante, de todas maneras, que la comprensión del fenómeno no nos lleve a sobreestimar la condición del gobierno. El móvil del capitalismo es la búsqueda de ganancia, y para ello necesitan aplastar a su competencia. Esto quiere decir que esta unidad política conseguida es sumamente frágil en un contexto de guerra económica globalmente descarnada. Lo que el martes en el recinto se manifestó como un claro signo de unidad burguesa, mañana se expresa en el mercado bajo la forma de una guerra sin cuartel.

Así lo hace notar la crisis en la UIA, en donde su actual presidente, Funes de Rioja, fue echado hace unos días de la Copal (Coordinadora de Productos Alimenticios) que también presidía, por una interna con Arcor que mucho tiene que ver con la importación de alimentos. En cuanto a las disputas que hay dentro de las distintas cámaras empresariales que agrupan a las PyME ni nos metemos porque da para escribir un libro, y ni hablar las internas que hay en torno al nombramiento de Ariel Lijo para la corte suprema, quien recibe el beneplácito de un Javier Milei pero las críticas de Victoria Villarruel; el visto bueno de María Eugenia Vidal, pero la crítica de Mauricio Macri; la injuria de lo mas mediático del peronismo, pero el título de ciudadano ilustre de Avellaneda por parte de un intendente del riñón kirchnerista, Jorge Ferraresi.

Evidentemente, la unidad conquistada por la burguesía en el recinto es más frágil de lo que aparenta, tanto por las disputas internas (por los negocios) como por la debilidad política de un gobierno que se muestra como un león, pero que viene perdiendo credibilidad e “imagen política” en la abrumadora mayoría de los sectores del pueblo trabajador. Pero la grieta que puede hacer estallar la fragilidad de un león de cristal, solo puede ser profundizada por la vía de la lucha de clases. Porque en el resto, se van a poner de acuerdo para aplastarnos.

¿CUÁLES SON NUESTRAS TAREAS INMEDIATAS?

Retomamos lo dicho respecto a la actitud de las burocracias sindicales. Se acabó el tempo de exigirle a la CGT o a la CTA que se pongan al frente de ningún proceso de lucha. No pueden hacerlo por su condición de clase, porque son burgueses, porque su trabajo consiste justamente en boicotear la rebelión obrera. El único camino real para derrotar el plan del gobierno es la independencia de clase.

Y esa independencia de clase, en esta coyuntura, implica generar un enorme movimiento desde las bases trabajadoras. En la actitud que adopte cada trabajador en su sector de laburo; y en la actitud que ese sector de laburo adopte frente al resto de una empresa está la llave para construir la rebelión obrera.

Esa ha sido la experiencia, por ejemplo, de la marcha en defensa de la educación pública: estudiantes se organizaron desde lo más elemental de su vida como alumnos, el aula, y en universidades enteras armaron banderas y se organizaron para marchar con la identificación de la materia que cursaban, y no con el aparato del centro de estudiantes, cooptado hace años en las universidades por los aparatos políticos. Esa misma actitud adoptaron miles y miles de docentes y no docentes, que se organizaron para marchar por escuela -o por universidad- sin ninguna bandera de alguno de las decenas de sindicatos que hay (tanto en primaria, secundaria o universidades) y que siempre los han traicionado una y otra vez.

Ese mismo movimiento de base tenemos que gestar hoy desde cada puesto de trabajo: asamblea en el sector para discutir la gravedad que implica tanto la reforma laboral como toda la ley de bases -que trasciende al capítulo meramente laboral-; desde allí discutir y definir acciones sobre cómo llevar el debate y la agitación hacia el resto de la empresa, y hacia el resto de la sociedad (familia, amigos, ámbitos de estudio, clubes, etc.). Y desde allí es que –como clase- podremos gestar la rebelión.

Y volvemos a insistir sobre el concepto: como clase, porque esto no es algo que vaya a depender ni de ninguna CGT, ni de ningún iluminado, ni de ninguna convocatoria de ningún partido político en particular, ni de nada de todo eso. Somos las y los trabajadores que nos tenemos que poner al frente de esta situación, desde cada instancia de nuestra vida, entendiendo que el enfrentamiento principal pasa por el lugar de laburo, puesto que desde allí podremos arrastrar al conjunto de la sociedad. Esa es la verdadera dirección política que hace falta hoy, una dirección de clase.

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