En la reunión del consejo del salario en la que se decidió que el salario mínimo será de $ 1.740,00, la presidenta se refirió a Carlos Marx diciendo que él había tenido razón al haber afirmado que “el salario nunca va a ser suficiente pare el obrero”.
Aunque quiera aparecer como defensora de los derechos humanos y de los trabajadores y el pueblo, la presidenta no puede ocultar que es miembro de la Oligarquía financiera ya que maneja capitales millonarios del turismo (que es, al menos, lo que ella reconoce) y, además, cabeza de gobierno que pertenece a un Estado al servicio de los monopolios.
En momentos en que gobierno, empresarios y CGT, decidían que con $ 1.740,00 mensuales, un trabajador puede mantener a su familia, esta oligarca menciona a Marx poniendo en su boca una idea falsa con la que intenta confundir y tergiversar lo que el gran revolucionario afirmó.
La afirmación de Marx fue referida a que el salario del obrero nunca será justo. Pues el salario es la retribución monetaria que el burgués le reconoce como valor de su trabajo al tiempo que le expropia la mayor parte del valor producido (la plusvalía). De esta manera Marx señalaba claramente que por más alto que fuera un salario, el capitalista siempre se quedará con la parte del león, pagándole al trabajador, como salario, un porcentaje bajísimo del valor creado con su trabajo. Conclusión: el salario nunca será la retribución del valor creado por el trabajador.
El cinismo de la presidenta es congruente con el cinismo del consejo del salario en donde todos los presentes (empresario, CGT y gobierno) son representantes de la clase social que explota el trabajo asalariado y decide con cuántas migajas deberán vivir de ahora en más los trabajadores.
La presidenta, junto con su clase burguesa, llora por la herida. Es que los trabajadores, con las luchas llevadas a cabo durante estos meses, logramos perforarles el techo del 20% que los monopolios pretendían fijar como aumentos máximos de las paritarias.
Y ahora vamos por más: Vamos por mejores salarios y por las ocho horas de trabajo. Los trabajadores y el pueblo estamos dispuestos a hacerlos retroceder con la unidad que se está forjando al calor de las batallas, al tiempo que vamos creando las condiciones para terminar con la explotación de nuestro trabajo y lograr una vida digna, aunque la presidenta y su clase quieran impedirlo.