En el marco de la situación actual, las luchas de los trabajadores y el pueblo, que recorren la geografía de nuestro país, abarcan un sin número de demandas y reclamos. Los mismos van desde la denigración de la mujer, hasta la lucha salarial. Luchas que desnudan, desde la suma de su amplitud, un marcado carácter de denuncia y reclamos que expresan el cuadro de injusticias, que exponen los males de este sistema.
Hoy se sabe más de las atrocidades del capitalismo por la acción y el protagonismo de los millones exponiendo su repudio, por las consecuencias negativas en la propia vida de mujeres y hombres, niños y ancianos de nuestro pueblo, que por las estadísticas, los análisis políticos y las cifras oficiales de los ideólogos de la burguesía.
Llama la atención que en medio de este cuadro de lucha de clases, que tiene a mal traer a la clase dominante y acentúa su crisis política, se escriban cosas como que ponen de relieve que la burguesía no descansa, aún ni en sus peores situaciones.
En el diario El Cronista, del 18 de Octubre pasado, el economista J. Milei, escribe en un artículo titulado La superioridad ética del capitalismo:“Bajo libre competencia, el sistema tiende a dar al trabajo aquello que el trabajador crea, a los capitalistas aquello que crea el capital y a los dueños de la tierra la renta que ella genera. A su vez, tiende a dar a cada productor la cantidad de riqueza que él produjo. Así, bajo este sistema, no solamente se descarta la teoría de la explotación según la cual a los trabajadores se les roba aquello que producen, sino que significa que el sistema capitalista es esencialmente justo”. Según esto, el sistema es tan justo que tiende a dar a cada uno lo que se merece, incluidas las brutales atrocidades que se comenten contra todos nosotros, contra la naturaleza…
Sobre la base de estas premisas, que con aires de seriedad académica este economista expone, las resultantes sociales de la justeza del sistema entre salario y ganancias tendrían que ser opuestas a las que realmente existen. La explotación no debería verse plasmada en el empobrecimiento de la clase obrera, que es la clase productora, y las ganancias no verse ostentosamente expresadas en las riqueza acumuladas de los magnates financieros e industriales.
Es decir que “la teoría de la explotación” no debería verse tan crudamente reflejada en las condiciones de vida de los trabajadores y en la pobreza generalizada de millones de personas, en las inhumanas condiciones de trabajo, educación, salud, etc.
Pero se aseveran estas premisas porque “Al mismo tiempo, los propietarios privados de los bienes de producción no pueden emplear su propiedad de cualquier modo, ya que se ven obligados a utilizarla de modo tal que promueva la mejor satisfacción posible de su prójimo. Si lo hacen bien, el premio es la ganancia, mientras que si son ineptos o carecen de eficiencia, la pena son las pérdidas».
Del único modo posible que pueden emplear su propiedad sobre los medios de producción es explotando el trabajo ajeno, no de cualquier modo sino de modo tal que, si lo hacen bien, el premio es la ganancia. Todo esto, después hablar de la ética y de los valores morales del libre mercado y frente a “los ataques y denigración que se ha intentado sobre el sistema capitalista”. “En definitiva, –nos dice- los dueños del capital están obligados a utilizarlo para satisfacer las necesidades de sus semejantes y si no lo hacen quebrarán.”
El evidente carácter imperativo de la frase invita a profundizar la explotación de la clase obrera en función de sus semejantes, o sea de la burguesía monopolista, si no lo hacen quebraran. Hasta aquí llegó la economía de libre mercado, la ética y la justeza del sistema que a cada uno le da lo que corresponde. Al final del artículo y a modo de sentencia se remonta a la frase del economista norteamericano ya fallecido, Henry Hazlitt. «El sistema capitalista, es un sistema de libertad, justicia y producción. En todos estos aspectos es infinitamente superior a todos los otros sistemas que son siempre coercitivos. “La justicia del sistema proviene de la justicia de las recompensas que ofrece».
¿Será por ello que en EE.UU, de tanto llevar a la práctica estos axiomas, se ensanchan día a día los contornos de una profunda e irreversible crisis política, producto de la movilización de masas?
Los monopolios están cebados por las ganancias. Pero la movilización de masas de nuestro pueblo refleja la esencia profundamente inhumana del capitalismo. Frente a ello, todos los fundamentos de la burguesía pierden su justificación.
Debemos construir desde la acción los fundamentos de la revolución.