Lo que se dice:
La prensa internacional está convulsionada con esta guerra y todos sus «comunicadores» apuntan a una puja de intereses entre dos generales que se hicieron fuertes luego de un golpe de Estado ocurrido hace 4 años. Al arribo del poder, ambas facciones se comprometieron ante la sociedad civil a llevar adelante un «proceso democratizador» para arribar un nuevo gobierno capaz de normalizar las instituciones del Estado.
Ese golpe de Estado se dio en un marco de extraordinarias movilizaciones populares que detestaban a un gobierno corrupto que aceleró la marginación social.
Lo que NO se dice:
Desde hace más de cinco años existe un proceso revolucionario en Sudan que es hijo de movilizaciones juveniles y previo al golpe del actual general sudanés. El mismo ha estado rodeado de experiencias que van en el mismo sentido en toda la región africana.
El reclamo de ese movimiento de jóvenes en contra de un aumento en el precio del pan iba a generalizarse y es allí que (luego de fuertes represiones por parte del gobierno y de los actuales contendientes) se arriba al golpe de Estado por parte de estos generales. Fuerzas armadas y fuerzas paramilitares actuaron al unísono.
Al poco tiempo, en mayo de 2019, se convoca a una huelga política y ello desata una serie de represiones y masacres contra la movilización popular, que de ninguna manera había cedido en su fuerza.
La consigna popular fue: «Estado 100% civil», lo que genera fuertes contradicciones en el seno del poder militar, siempre al mando de los mencionados generales. Uno presidente y jefe de las fuerzas armadas y otro como vice, jefe de las fuerzas paramilitares con un poder de fuego de más de 100.000 hombres.
Las masacres que la burguesía llevó adelante iban a encontrar una respuesta con una huelga general y acciones de desobediencia civil. Como consecuencia de esto (estamos en diciembre del 2022) ocurre un nuevo golpe “de Palacio» y un acuerdo marco avalado por instituciones internacionales (Club de París, Banco Mundial, etc.). El objetivo era garantizar una nueva «normalidad».
En los últimos meses la movilización popular se incrementó. La consigna es: «No negociaciones, no asociación, no legitimidad» (para el Ejército). En el mes de enero hubo tres semanas de huelgas de profesores y profesoras reclamando contra la inflación que han generado días previos al enfrentamiento entre las facciones de las cúpulas militares. Una amplia movilización huelguística que se extendió a varios gremios estratégicos.
Esos reclamos generalizados van en consonancia con los Comités de Resistencia, aunque los primeros son claramente por reclamos económicos. Los más de 5.000 Comités de Resistencia, que se han generalizado, buscan fortalecer sus propuestas políticas a todo el movimiento en marcha.
Cuatro años de sostenimiento de los Comité de Resistencia siguen creando una agudización de las contradicciones por arriba y -a la vez- no cede el movimiento de protesta.
Es en ese marco que todas las potencias imperialistas pujan por uno u otro bando. Mencionamos al Club de París y al Banco Mundial, pero es sabido que el ejército ruso, mercenario de la Wagner, sostiene vínculos estrechos con el sector del general Hemedty (jefe de las fuerzas paramilitares).
El de Sudan es un proceso revolucionario en marcha que no debe quedar aislado. Se da en el marco de severas contradicciones interburguesas.
Desde esa experiencia hay que seguir reflexionando sobre el papel que están jugando las y los revolucionarias de Sudan, con toda la complejidad que tiene avanzar hacia una revolución social profundamente arraigada en las fuerzas movilizadas de las masas.