Hubo un día en el que los CEOS de la Confederación General del Trabajo (CGT) cayeron en la cuenta que “está en riesgo la cohesión social”. Como sombras que intentan que no se terminen de desfigurar sus contornos, se produjo la aparición fantasmal de una cúpula sindical que se ha convertido en un apéndice de los intereses monopolistas, jugando abiertamente a favor de los mismos. Avalando la profundización de la baja salarial que implementaron como política de Estado los dos últimos gobiernos hasta convertir a la Argentina en el país con los sueldos más bajos de América latina, medidos en dólares.
Qué grave debe ser la situación de la clase obrera y demás sectores asalariados para que esos alcahuetes del capital concentrado deban redactar un documento (al que titulan “Estamos a tiempo”, como quien avisa que se viene una debacle de la que hay que salvarse) en el que advierten sobre la situación social, económica y política. De eso no caben dudas.
Sin embargo, como reza un dicho popular, con una mentira se puede ir muy lejos, pero sin esperanzas de volver.
El documento dado a conocer no exige ninguna medida inmediata a un gobierno que viene rodando por las escaleras sin encontrar todavía el final de las mismas, como por ejemplo un aumento salarial de emergencia o algo similar. Muchísimo menos, propone medidas de fuerza. Eso sí que ya sería para sospechar.
En el mismo se le hace un tirón de orejas a las fuerzas políticas del sistema y llama a un “consenso político, económico y social que promueva la producción, el desarrollo y el trabajo como instrumentos hacia un horizonte de crecimiento con justicia social”. Nobles propósitos que luego se expresan en una retahíla de puntos en los que se ratifica que la CGT ha dejado de ser una central obrera para convertirse en un aparato más de las instituciones de la burguesía monopolista.
Y en uno de sus párrafos afirma: “el contexto económico y social es de tal gravedad que no permite especulaciones personalistas ni sectoriales”. Y acto seguido, apenas dado a conocer el pomposo documento, llaman a un acto para el 2 de mayo al que invitan al ministro de economía, Sergio Massa, en un abierto posicionamiento en la interna del peronismo.
En definitiva, la CGT se muestra y ratifica (una vez más) que forma parte del andamiaje del sistema. Sus demandas apuntan a proponerle supuestas soluciones a los monopolios para evitar que la situación estalle en mil pedazos y se lleve puesta a esta dirigencia que ya ni merece el mote de traidora, dado que hace rato que la misma ya no pertenece a las filas de la clase obrera. Cumplen su papel institucional a rajatabla sin moverse ni una coma, para que no queden dudas a qué intereses defienden.
Pero sería parcial el análisis si no se incluye en el mismo que las bases obreras vienen desbordando a las dirigencias en innumerables conflictos, de mayor o menor intensidad. Que el rechazo visceral que sienten dichas bases comienza a manifestarse en repudio abierto ante la entrega de las demandas obreras. Los aun pequeños pero intensos temblores que va provocando por abajo la lucha de clases, con la clase obrera como sector que se ratifica el más dinámico del proceso actual, se hacen sentir en las cúpulas aun cuando éstas se muevan en las alturas bien lejos de las bases trabajadoras.
Así se ratifica que el camino que viene emprendiendo un sector cada vez más importante de la clase obrera, buscando sus propios caminos de organización independiente, de unidad de clase desde abajo, en el que inevitablemente choca y enfrenta a las actuales dirigencias de los sindicatos, es el que hay que profundizar.
Al mismo tiempo las fuerzas revolucionarias debemos aportar a que ese proceso se siga desarrollando para que la clase de vanguardia irrumpa en el escenario político nacional desde sus organizaciones genuinas, con su propio programa político y reivindicativo, para que verdaderamente se comience a visualizar una alternativa de clase antagónica con la burguesía, sus gobiernos y todas las instituciones a su servicio.