El intento de los monopolios por imponer un mayor sometimiento a la clase obrera es el trasfondo de la huelga minera en La Escondida, que ya lleva tres semanas. Y que comienza a transformarse en un serio escollo para los monopolios, pues se va generalizando al conjunto de los obreros mineros de de Chile. El ataque a las conquistas de los trabajadores no es una política particular de los monopolios accionistas mundiales de La Escondida, sino una política del capital monopolista mundial para reducir salarios e imponer una mayor productividad. Esta decisión tiene en el gobierno y el Estado chileno una aval que se inscribe en el marco de la aplicación de la reforma laboral que entra en vigor a partir del 1 de abril y que implica serias modificaciones de los Convenios Laborales a favor de las patronales. El conjunto de esas reformas -que se buscan imponer a la clase obrera chilena- tiene epicentro en la gran industria minera, que es el barómetro para medir el grado de combatividad de los trabajadores de todo el país.
El inicio del conflicto es por consecuencia una clara política del Consejo Minero que integran grandes corporaciones monopolistas y que se lanzan a imponer condiciones laborales y salariales decididamente descabelladas. En sus intentos por imponerlas, las corporaciones BHP Billiton, Río tinto PLC y Mitsubishi Corp., junto a la corporación minera, pergeñaron una declaración de crisis frente al cumplimiento contractual de las entregas de cobre al mercado mundial, forzando una situación de paro de la producción en la mina, para desde esa situación de “crisis” chantajear a los trabajadores. El atraso salarial, el no pago de bonos acordados y la imposición de contratos diferenciados a los nuevos trabajadores implican una flexibilidad inusitada, junto a la decisión de frenar la producción, han venido a ser la declaración de guerra, para imponer sus condiciones de explotación y productividad a los obreros, en el marco de la imposición de la reforma laboral que impulsan.
“Estamos seguros que el Consejo Minero está detrás de esto, porque ellos vienen con un plan hace dos años con minera El Abra, donde hay despidos masivos y el Gobierno hace oídos sordos. Desde ahí comienza una expansión de bajar todos los beneficios laborales, de atacar logros conseguidos con la famosa palabra productividad, donde hasta se ha generado sangre en la minería, han fallecido compañeros producto de esta rebaja de personal, ya que de cinco que trabajaban en un área hoy existen sólo dos, sobre explotados, presionados para conseguir una mayor producción”, subrayó Germán Miranda Secretario sindical compañía Minera Lomas Bayas S.A.
La respuesta política de los trabajadores frente a esta política de los monopolios se materializó, en el paro iniciado el 9 de febrero, en los cortes, en las asambleas y las movilizaciones previas y en los duros enfrentamientos a la represión carabinera, quienes no pudieron liberar los accesos a la mina que están bloqueados por la firme decisión de los mineros de La Escondida. El paro va para dos meses más, afirman los trabajadores, mientras el gobierno y la prensa burguesa en su intento de desprestigiar su iniciativa los culpan de iniciar la huelga y del perjuicio que ocasiona a la economía, situando las demandas económicas que implican un aumento del 7% y el pago de un bono de 39.000 dólares como desmedidas, ocultando deliberadamente que lo que se está ventilando en esta franca lucha es el rechazo de plano a la política de mas explotación, productividad y flexibilidad laboral.
“No creo que existan repercusiones importantes para la economía. Si bien baja la producción, el aumento del precio del cobre es superior a la caída de la producción, entonces esto no provoca daño económico ni a la empresa ni al Estado. La baja de trabajo es compensada por el aumento del precio del cobre”. En voz de los propios voceros más lucidos de la burguesía se expresan comentarios como este que, sin ninguna duda, echan por tierra el repiqueteo del gobierno y los monopolios sobre las pérdidas económicas y manifiestan el deliberado ocultamiento de sus planes políticos.
Así lo afirma C. Melis “distribuir las 45 horas semanales en cuatro días, eso supone que en los días que trabajas, los cuatro días podrías trabajar hasta 12 horas“. Pero como quien dice tres también dice cuatro, esos períodos restantes de tiempo -tres jornadas de descanso- “podrán según la conveniencia de las patronales ser utilizadas como jornadas laborales”. No por casualidad el director de trabajo el señor Christian Melis afirma contento y refregándose las manos frente a la imposición de estas reformas, que la productividad es el ideal de la empresa. “Mucho se dice que en Chile somos poco productivos en términos de que trabajamos mucho pero tenemos baja productividad, obviamente ahora desde el punto de vista del interés de la empresa, a la empresa le puede interesar una modalidad como esta porque si hay un trabajador interesado en esto, tiene a un trabajador que está más contento, más confortable la empresa, por lo tanto puede ser más productivo”.
Según este personaje el obrero puede estar más contento cuanto más explotado es. Lo único que hay que hacer es cambiar las modalidades de trabajo.
Frente a ello están las demandas de los trabajadores de la minera, en la expresión de uno de sus dirigentes, el señor Allendes, que explica que los puntos intransables son tres: “respetar el pie de la negociación actual que está vigente; el no uso de los tiempos de descanso de los trabajadores dentro y fuera de la jornada laboral para aumentar la producción y la no discriminación de los trabajadores que serán contratados a futuro, incluyéndolos dentro de los beneficios que se obtengan producto de la negociación que se llevará a cabo”. Como era de esperar, todo lo opuesto a los que los monopolios pretenden. La locomotora de la lucha de clases lejos esta de frenarse con las paquidermas maniobras y las burdas declaraciones de guerra de los monopolios y del gobierno de Bachelet a su servicio. No sólo han promovido un choque del que ya no pueden escapar -ni aun concediendo los reclamos económicos- sino que le han prendido fuego a la caldera, acelerando el desarrollo de un movimiento político que abarca a los miles de obreros mineros de las 17 empresas mineras que operan en Chile, que han recogido el guante y están prestos a dar batalla frontal contra estas aberrantes condiciones.