Cuatro fórmulas para octubre con un mismo objetivo estratégico

Estamos viviendo una época peculiar de la historia política nuestro país.

El enemigo  principal y fundamental se enmarañan como nunca antes. Es difícil hacer una división tajante a esta problemática, porque de hecho nos llevaría a definiciones políticas desacertadas. Con la revolución de Vietnam en los años 70, los revolucionarios argentinos nos fuimos formando en la idea del enemigo principal y el enemigo fundamental. Caracterizábamos como enemigo principal al concreto e inmediato, y al fundamental desde el punto de vista estratégico. Esa influencia -si bien pesaba mucho en el contexto de la lucha de clases en aquel período histórico- en nuestro país lo tomábamos con cierta distancia, propia de una realidad distinta.

Así mismo, aplicar hoy ese análisis nacido en otra época histórica del capitalismo en la etapa de reinado global de la oligarquía financiera, conllevaría a un gran contrabando ideológico: desemboca en política en un desclazamiento del proceso de concentración económica alcanzado en el mundo y particularmente en nuestro país.

La 40 familias más ricas de nuestro país.

Reiteradamente hemos planteado desde nuestra propaganda el proceso de concentración económica y de centralización de capitales alcanzado hasta este momento. Definitivamente, el Estado burgués y sus instituciones son “propiedad” de los monopolios, y el listado al que hacemos referencia dan muestra cabal de ello.

En el puesto 29 aparece la familia Macri con 40 millones de dólares. Hay que tener en cuenta que éstas -como las que siguen a continuación- son cifras oficiales que esconden las verdaderas, pero alcanza sus propias «verdades» para saber desde dónde nos paramos.

Hay mil argentinos que tienen patrimonios superiores a los 30 millones de dólares. Las 40 familias más adineradas disponen en total de un patrimonio de U$$ 35.000 millones, lo que representa el 5,4% del PBI, según el último informe de la revista Forbes.

Desde los años 90 del siglo pasado se profundizó este proceso de concentración que había comenzado en los años 50 con la revolución Libertadora. Estas empresas crecieron vertiginosamente, creando nuevas y múltiples empresas. Cabe el ejemplo de Perez Companc, que pasó de tener 10 firmas a 92; y de Bulgheroni, que pasó de 4 a 58. Y así podríamos seguir con el resto de esas 40 familias que lo abarcan todo: mundo industrial, agropecuario, financiero, medios de comunicación, etc. 40 familias que se apoderaron del Estado bajo la forma de contratistas y otros artilugios como la estatización de sus deudas en diversidad de formas.

Lo curioso de todo este período histórico es que en la época de un sistema capitalista globalizado, estas 40 familias radicadas en nuestro país están estrechamente vinculadas al capital financiero internacional, entendiendo por ello a la fusión entre la industria y la usura. El capitalismo monopolista de Estado no da espacio a concebir uno separado del otro y en ello se comprende el todo.

Desde esa idea central, estas burguesías monopolistas afincadas en nuestras fronteras, no son nacionales y mucho menos “industriales”: son burguesías monopolistas cuyos intereses están ya globalizados, responden al proceso de concentración mundial que acontece cada vez con más rigor y energía.

Sin embargo, la ideología burguesa no duerme y desde allí se sustenta como clase dominante.

Se nos “acusa” a los revolucionarios de no saber distinguir al enemigo principal, es decir, intentan volver la historia para atrás aduciendo que el gobierno de Macri tiene que perder en las próximas elecciones para que las «burguesías nacionales” se vuelvan a apropiar del Estado y desde allí «producir una nueva distribución de la riqueza que beneficie al pueblo».

De más está aclarar que la burguesía monopolista supo retroceder cuando la lucha de nuestra clase y de nuestro pueblo se dio en la calle. Hubo fechas claves en nuestra historia que ratifican esta posición, y que fueron procesos que se amasaron en una mil batallas.

Pero -a decir verdad- la clase dominante se manejó en el terreno ideológico para sostenerse políticamente, justo su eslabón más débil. El mismo que podrá resquebrajarse una y mil veces por la lucha de las mayorías explotadas y oprimidas pero que de ninguna manera traerá soluciones definitivas al pueblo, mientras no se cuestione el sistema capitalista.

40 familias que tienen el poder del Estado burgués monopolizado y entrelazado indisolublemente con el capital financiero ya globalizado es el enemigo principal y fundamental a combatir aunque la burguesía monopolista tenga diversidad de expresiones políticas.

Es el mecanismo del Estado para dominar o someter a un sector burgués sobre otro sector burgués, y sobre todo, para persistir en el engaño de la democracia representativa como única vía democrática a tolerar.

Las fórmulas sobresalientes para octubre están expresando esa puja de intereses por controlar el Estado de los monopolios que es estado burgués, para desde allí someter a nuestro pueblo a nuevos y siniestros ajustes de todo orden.

No hay una sola posibilidad histórica que 40 familias se conformen en burguesía nacional en época del imperialismo y del capitalismo monopolista de Estado a nivel planetario, y mucho menos y más absurdo, pensar que estas burguesías ya monopolizadas impulsen un capitalismo “más humano».

Para los revolucionarios la vida supo sintetizar más que mil palabras la fusión del enemigo principal y fundamental, lo que conlleva políticas revolucionarias en concreto y para el hoy. Pero sobre todo nos exige batallar cada vez más en la lucha ideológica en el seno del pueblo, sobre todo frente a corrientes burguesas dentro del movimiento popular. Esas que pujan por instalar en la conciencia de las masas la lucha por «un nuevo poder» sustentado en «la destrucción» del actual Estado de los monopolios para construir «un nuevo Estado» en manos de esas «verdaderas familias» que producen y lo hacen todo para generar la riquezas…

A modo de ejemplo, mencionamos las primeras nueve familias que son parte de la dominación del Estado y conocidas por todos, las mismas que estuvieron fogoneando todos los gobiernos de turno, incluso, con hombres y mujeres de sus propias gerencias en puestos clave de decisión. No hubo excepción, por el contrario, lo dominante será que el próximo que llegue al gobierno requiera colocar más y mejores de sus hombres, siempre basado en ese carácter de capitalismo globalizado, ajeno al interés popular.

1. Paolo Rocca y familia, US$ 8.000 millones.

2. Alejandro Pedro Bulgheroni y familia, US$ 6.200 millones

3. Gregorio Pérez Companc y familia, US$ 3.000 millones

4. Alberto Roemmers US$ 2.800 millones

5. Jorge Pérez US$ 2.600 millones

6. Marcos Galperín US$ 2.500 millones

7. Hugo Sigman y Silvia Gold US$ 2.400 millones

8. Edith Rodríguez US$ 2.000 millones

8. Familia Werthein US$ 2.000 millones

9. Eduardo Eurnekian US$ 1.500 millones

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