¿Qué es un Programa Político revolucionario?

Hoy nos queremos detener sobre el contenido del concepto “programa político” y sus deformaciones en la actual etapa. Si hay algo que ha logrado el reformismo de izquierda es tergiversar conceptos y éste es uno de ellos. Sus políticas de aparato, cargadas de vocabularios combativos pero impregnadas de prácticas pro-sistema, producen como reacción un rechazo muy grande a la organización en partidos políticos y hasta la utilización clara de los programas.

Muchos de nosotros hemos escuchado en asambleas de trabajadores, en distintas organizaciones de masas y ámbitos de militancia, la famosa muletilla “tenemos que elaborar un programa”, “acá lo que hace falta es un programa” y todas sus variantes. Parece casi como una fórmula discursiva que se pronuncia de manera autómata de parte de algunos sectores.

Una de las primeras tareas de Lenin en la organización del partido revolucionario fue -justamente- elaborar un programa político que siente las bases para la lucha revolucionaria en Rusia. Ese programa contaba, resumidamente, con tres elementos centrales: caracterizaba que Rusia era un país capitalista atrasado, con fuertes vestigios feudales que limitaban la lucha por el socialismo de manera objetiva; que el objetivo inmediato de la clase era el derrocamiento de la monarquía (autocracia zarista) y la constitución de una república democrática burguesa,[1] garantizando la plena libertad política para el conjunto de la sociedad; y la eliminación de los vestigios feudales sobre los campesinos.

El programa de los bolcheviques era un programa político que señalaba las tareas y el curso de la revolución.

El primer punto habla de la eliminación del régimen zarista para que el capitalismo, bajo la forma de república burguesa, se desarrolle de manera dinámica, allanando con ello el camino hacia la confrontación abierta entre el proletariado y la burguesía. Es decir que, eliminando a la monarquía, el capitalismo se desarrollaría de manera acelerada y por lo tanto la lucha entre la clase obrera y el capital sería más aguda, más frontal y más fácil de asimilar. Al tiempo que con esa lucha se podían conquistar libertades políticas. Se trataba de un problema objetivo, no de una especulación. Era necesario eliminar del poder del Estado al zarismo para allanar la lucha de clases del proletariado y pasar a la lucha por el socialismo.

Como vemos, este tipo de programa político no tiene nada que ver con los “programas” que estamos acostumbrados a escuchar, que se limitan siempre a rememorar un cúmulo de reivindicaciones, políticas algunas, económicas la mayoría, sin señalar con claridad cuáles son los objetivos políticos que acerquen al movimiento de masas hacia la revolución.

Un gran ejemplo de esto es el programa del FIT-U donde no se menciona ni qué clase detenta el poder del Estado en Argentina, ni las tareas para desplazarla de dicho poder. Mejor dicho, en ese programa las tareas son un pliego de reivindicaciones, porque la base política es, justamente, la reforma del sistema y no su destrucción.

Para nosotros el programa es importante –justamente- para señalar cuáles son las tareas políticas para dar un salto en la lucha revolucionaria del pueblo trabajador, y no un mero pliego de reivindicaciones.

En nuestro programa señalamos, en primer lugar, que la clase en el poder es la oligarquía financiera: lo más concentrado del capital trasnacional, independientemente de los gobiernos de turno y sus colores, que se disputan entre sí la administración del Estado para beneficiarse en el mercado mundial.

En segundo lugar, seguimos sosteniendo que la clase obrera industrial constituye el sector de vanguardia del proletariado, y por lo tanto concentramos nuestros esfuerzos no sólo en la lucha económica desde la fábrica, sino también en la lucha política, en el papel que dicha clase está llamada a cumplir históricamente.

A continuación, planteamos los objetivos indispensables para que la clase avance en su lucha concreta: la libertad política dentro de las empresas y el desarrollo de la democracia directa (obrera) con independencia del Estado.

El primero de estos puntos es importante para ampliar la base de trabajadores y trabajadoras en las tareas de organización, discusión y ejecución de las labores. Es decir, se encuentra íntimamente ligado con el problema de la democracia obrera. Sin libertad política en las fábricas, ni la asamblea ni la propaganda revolucionaria pueden desarrollarse o tener el alcance y profundidad que necesitamos como clase.

En el otro punto (democracia directa) radica una confrontación frontal contra el sistema, puesto que allí los trabajadores y trabajadoras pasan a desconocer las leyes de la burguesía en sus formas de organización; el desconocimiento a la democracia representativa (burguesa) que tanto pregonan el sindicalismo vulgar y el reformismo de izquierda.

Solo después de plantear las propuestas políticas para dar un paso adelante en el desarrollo de la lucha revolucionaria y el carácter de las organizaciones de masas, solo después de eso, colocamos un listado de los principales ejes reivindicativos (políticos y económicos) que consideramos deben servir como elemento movilizador para cumplir con los objetivos antes mencionados.

Es decir que, para nosotros, lo central son los ejes políticos de lucha (libertad política, democracia directa e independencia con respecto al Estado, no declarativa, sino bajo formas concretas de organización) y no los pliegos reivindicativos de los típicos programas reformistas.

Unos programas plantean orientaciones para empujar a que la clase obrera de un salto en su lucha; otros programas recogen una serie de reivindicaciones económicas y presentan un pliego de reivindicaciones como si fuera un programa político. Y hacen esto justamente porque su política es la reforma, no la revolución. Su programa político es el programa reformista.

El rechazo popular a las prácticas partidarias que ya conocemos es un repudio a los partidos en sí. Esta situación llegó en nuestro país a momentos muy tensos hacia finales del 2001 y se vive de forma álgida hoy por ejemplo en Chile, donde la traición de los partidos políticos para garantizar la continuidad del régimen ha sido explícita: desde los tradicionales partidos como el PC con la firma del pacto social para socavar la revuelta, o la actitud de la izquierda hegemónica del tipo PTR, que coloca todas sus expectativas en la composición de la Asamblea Constituyente, completamente condicionada por el sistema, como si se tratara del “soviet chileno”.

Invitamos a aquellos lectores que no han leído nuestro programa, a qué lo hagan (adjuntamos el link al final de la nota). La unidad entre revolucionarios resulta imposible si no discutimos los problemas programáticos centrales. Por eso entendemos que el concepto de programa político es tan importante, y no una simple declaración reivindicativa, o un manifiesto ideológico.


[1] En los momentos álgidos revolucionarios, como el proceso de la revolución de 1905, esta formulación se precisaría como la lucha por la “dictadura democrática del campesinado y el proletariado”, sin negar con ello la transición de la monarquía, con fuertes vestigios feudales, hacia el capitalismo. La garantía de los objetivos políticos y económicos para el campesinado pobre y el proletariado solo sería a través de una Asamblea Constituyente en el marco de un proceso revolucionario.

https://prtarg.com.ar/wp-content/uploads/2020/05/Programa-17-Congreso-PRT.pdf

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