La derrota política del gobierno en el día de ayer no es menor si le damos el valor de la herida infligida el 24 de enero.


Así lo ve la burguesía: (pero no lo siente)

El Gobierno de Javier Milei sufrió un duro revés en el Congreso al tener que levantar la sesión en la que se discutía artículo por artículo la ley ómnibus. El mega proyecto volverá a comisión. (AMBITO 6/4).
Se agudizó el conflicto entre el Gobierno nacional y la oposición: peligra la Ley Ómnibus. (INFOBAE 7/2).
 El Gobierno dijo que los gobernadores «destruyeron» la Ley Ómnibus y vuelve a plantear la idea de un plebiscito. (CRONISTA 7/2)

Esta fue la tónica de todo el espectro de “comunicación” de la burguesía.

En resumidas cuentas parecería ser según esta mirada de un sector de la burguesía que el revés del gobierno se ha dado por la acción del parlamento y de los gobernadores.

Estos medios se llenan de frases plagadas de medias verdades para ocultar la verdadera génesis de esta “nueva y cada vez más profunda crisis política del sistema.

¿Porqué verdades a medias?

 Porque lo que se ha expresado por arriba es una exacerbación en la lucha interburguesa, los intereses en juego no son menores y la virulencia con que aparecen son propios de una clase que disputa cada moneda como la última en un marco internacional con las mismas características.

Pero si bien esta puja es parte y arte de la bochornosa jornada de ayer, para el gobierno, todos se han preocupado y ocupado de ocultar la lucha de clases y poner el secreto bajo 7 llaves de la jornada del 24 de enero en donde la clase obrera y el pueblo asestaron una herida profunda al andar “victorioso” de una clase y de un gobierno desquiciado.

El 24 de enero, el paro nacional, el protagonismo vivido por el abajo no dejó títere con cabeza, las burocracias convocantes lo hicieron para “desinflar” la bronca acumulada en el abajo, pero les salió el tiro por la culata; cientos de miles actuaron como clase y la burguesía tomó registro de ese acontecimiento.

Días posteriores al 24, es decir hace muy poquitos días en las bases se replicaron múltiples formas de descontento agravado por el severo empeoramiento de las condiciones de vida de la gran mayoría del pueblo.

La burguesía debe navegar con sus crisis políticas a cuestas. Hay sectores que han asimilado el golpe que vino desde la clase y el pueblo y buscan reacomodarse en un contexto en donde a la hora de poner la firma sienten el aliento en la nuca  de un pueblo que resiste y con pocas “pulgas”.

La derrota del gobierno en el día de ayer no es menor si le damos el valor de la herida infligida el 24 de enero, esa es una expresión de lucha de clases, pero ahora para los revolucionarios las tareas que se presentan en lo más profundo de nuestra clase y de nuestro pueblo, radica en hacer consciente que la debilidad en el arriba en lo sustancial es la creciente experiencia de movilización y lucha que viene de lo más dispar de la sociedad. Se resiste y en esa resistencia la conducta autoconvocada, las asambleas por abajo ya han jugado un papel superior a otras históricas jornadas de lucha de nuestra historia.

Hacer consciente la lucha de clases es tirar por la borda la manifiesta actitud de la burguesía que como siempre intentará apropiarse de logros que en la clase y el pueblo cuestan sangre, sudor y lágrimas; ya en ciertas empresas monopólicas, automotrices por ejemplo, sus “combativas” directivas se han puesto el “casco de guerra” pero en los pocos sectores que están produciendo  los trabajadores están deliberando momento a momento sobre el bolsillo deteriorado y a la vez se debate el intento de querer disciplinar a la clase en esta crisis.

Ellos hacen política emparchada pero la hacen. En esta cruda lucha de clases los revolucionarios elegimos la lucha política y hoy por hoy la derrota del plan de gobierno es el piso para avanzar en un camino de acumulación de fuerzas hacia los cambios revolucionarios.

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