“Trabajo versus Huelga”


El reciente paro general del 9 de mayo convocado por la CGT se llevó adelante en el marco de un terrible ataque a los derechos de las y los trabajadores para beneficiar aún más a los apropiadores del trabajo ajeno. A partir del mismo, se han vuelto a escuchar comentarios (o, mejor dicho, frases hechas) que contraponen “trabajo vs. Huelga”.

Detrás de la frase “al país se lo saca adelante trabajando” se esconde la ideología burguesa que apunta a desprestigiar y deslegitimar las medidas de fuerza que, por derecho conquistado, la clase obrera y el conjunto del pueblo trabajador tienen en sus manos para expresar su oposición y rechazo a las medidas que afectan sus condiciones de trabajo y de vida.

A tal punto llega la clase en el poder que presenta el tema como si las huelgas obreras no fueran hechos casi cotidianos en cualquier punto del planeta; el grado de banalidad roza el absurdo de considerar la huelga como algo “inexplicable”, “injustificado”, casi un pecado capital.

Para llevar adelante esta tarea ideológica la burguesía se apoya en el desprestigio y el rechazo que provocan las dirigencias sindicales, tanto las “tradicionales” como las “combativas”. Dirigencias atornilladas a los cómodos sillones de los sindicatos, dirigencias que nunca más han pisado un lugar de trabajo para, precisamente, trabajar.

Lejos, muy lejos, de las prácticas de dirigentes sindicales verdaderamente clasistas, como Agustín Tosco y demás integrantes de la directiva del sindicato Luz y Fuerza de Córdoba en los años 60 y 70, que adoptaron un régimen de licencias gremiales rotativas para que nadie, por más dirigente reconocido que fuese, dejara de trabajar junto a sus compañeros y compañeras. Y tantísimos ejemplos más de esa época que se habrán de retomar en la medida que surjan nuevas dirigencias obreras con conciencia política de clase.

Volviendo al inicio, la expresión que afirma que el país sale adelante con trabajo, de entrada, cae por su propio peso. El modo de producción capitalista es un régimen que se sostiene, precisamente, en la apropiación por parte de una clase explotadora y parasitaria (la burguesía) del excedente de trabajo de la clase productora y explotada (el proletariado). Si dependiera el progreso social de la cantidad de horas que trabaja el pueblo trabajador, el que genera la riqueza, y la misma no fuera apropiada por la burguesía monopolista, es seguro que el país y el pueblo laborioso no estaría pasando penurias y privaciones.

Por otra parte, cuando hay más trabajo los dueños del capital no distribuyen los beneficios si no es con la lucha de quienes producen. Y cuando hay menos trabajo, esos mismos dueños aprovechan la circunstancia para enmascarar tras los discursos de la crisis su decisión de hacer caer la misma sobre el pueblo trabajador. Con épocas de más o menos trabajo la burguesía, a lo sumo, recorta su tasa de ganancia, pero nunca deja de ganar, mientras el proletariado debe pelear siempre para defender sus condiciones de vida.

Escribió Federico Engels: “La única diferencia franca en comparación con la antigua esclavitud es que… ningún amo de esclavos lo vende a otro, sino que el propio trabajador se ve obligado a venderse a sí mismo, siendo el esclavo no de una persona en particular sino de toda la clase poseedora”.

Aquí se sintetiza entonces que el régimen de explotación capitalista determina que el trabajo sólo sirve para sostener a la burguesía como clase dominante, como la clase explotadora, nunca para “sacar al país adelante” dado que el fruto del trabajo no está dirigido a satisfacer las demandas y necesidades del conjunto social.

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